LOS días de Kico Fernández transcurren a una velocidad endiablada, pero diminuta: 200 milímetros por segundo. Es como si Fernando Alonso…, mejor dicho, como si Carlos Sainz -porque a Kico lo que de verdad le va es el «rally»- hubiese menguado para poder competir en Liliput, el país de los seres minúsculos.

El idilio de Kico con los coches en miniatura comenzó poco después de regalarle a su hijo un «scalextric». Sin pretenderlo, aquel gesto iba ser determinante para el futuro laboral de Kico, que entonces se dedicaba a la joyería. «Mi hijo se olvidó del «scalextric» y, bueno, me aficioné yo… Me fui metiendo, metiendo y hasta hoy, que tengo una empresa de alquiler de pistas con la que me gano la vida. Además, compito: he sido campeón de Granada varias veces. También de Almería y he ganado alguna prueba en Madrid», explica.

Kico pasó de vivir para su «hobby» a vivir de su «hobby», que es una bendición como otra cualquiera: tiene una nómina por hacer lo que más le gusta. La profesionalización no ha reducido su entusiasmo por el «scalextric»: «Esto engancha, vaya que si engancha», admite.

El término viene al pelo: Kico se ha involucrado este año en una aventura que persigue contagiar su «enganche» a varias decenas de niños y jóvenes de Granada, y, de paso, vacunarlos para que no flirteen con otros «enganches» nada recomendables. Kiko es uno de los eslabones del proyecto municipal «Rebélate. Vive sin drogas», un programa que ya ha cumplido cuatro años -una edad respetable para una iniciativa pública de este tipo-, pero que se conserva estupendamente. Ya han pasado por él más de cuatro mil muchachos, pero no ha envejecido. Nació joven y sigue igual. Quizá ahí resida el secreto de su éxito: en la sintonía que existe entre la oferta y la demanda. Nada de lugares y talleres comunes. «Rebélate…» , que organiza la Concejalía de Familia y Bienestar Social del Ayuntamiento de Granada, se ha esforzado siempre por dar a la «clientela» potencial -niños y jóvenes de entre 13 y 30 años- actividades cercas a sus intereses.

«Controla, Jhonny…»

Según los expertos de Familia y Bienestar Social, la idea es crear «aficionados» a distintas «disciplinas» para que el tiempo libre no sea una amenaza.

El abanico de «cursos» es amplio y colorista: Capoeira, «skateboard», fotografía digital, hip hop, «break dance», cine, música, publicidad, periodismo y, claro, «scalextric».

Dice Kico, el «maestro» -que es como le dicen los alumnos-, que las carreras de coches a 200 mm/s sirven -además de para generar diversión y emoción- para enseñar autocontrol y trabajo en equipo, dos destrezas que pueden resultar muy útiles cuando se trata de no dejarse enredar en los peligros que acechan en la calle. «Controla, Jhonny, controla… Corre en las rectas y echa el freno en las curvas, porque sino te sales», aconseja Kico a uno de sus discípulos.

El muchacho, que tiene cara de pillastre, atiende las indicaciones del monitor y llega a la meta sin problemas. Además, ha conseguido realizar el recorrido -varios metros de pista que culebrean endemoniadamente- en unos 48 segundos, una marca que no está nada mal -el récord de Kico está en unos 25 segundos, pero él no cuenta: él es el «maestro»-.

«Mientras uno compite, otros dos colocan el coche cuando se sale. Así se acostumbran a colaborar, a ayudarse…», sigue Kico con sus explicaciones.

La muchachada está absorta, «enganchada» a la pista. Así da gusto.

«¿Ya has visto alguno que vaya para «piloto» profesional de «scalextric», que apunte maneras?», pregunta el periodista al monitor que, en la edición de este año de «Rebélate…», ha trabajado con casi un centenar de chicos. «Pues sí. Hay tres adolescentes de la Ciudad de los Muchachos que se vienen conmigo a las competiciones. Este fin de semana, vamos a Almería», dice con satisfacción Kico.

Son las ventajas de ser rebelde.