En junio de 1971, el presidente Richard Nixon declaró la “Guerra contra las Drogas”, afirmando que el abuso de drogas era el “enemigo público número uno” en Estados Unidos. En 1973, se creó la Agencia de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) con 1,470 agentes especiales y un presupuesto menor a 75 millones de dólares. Actualmente, cuenta con más de 5,000 agentes y un presupuesto superior a los 2,500 millones de dólares.
La guerra contra las drogas fue concebida en el apogeo de la Guerra Fría, mientras EE.UU. llevaba a cabo su campaña militar en Vietnam. En 1994, el jefe de política interna de Nixon, John Ehrlichman, confesó que el objetivo real de criminalizar el uso de sustancias era desestabilizar a la comunidad negra y a la izquierda anti-guerra, ambos fuertes opositores a la administración republicana de Nixon. Aunque bajo la administración demócrata de Jimmy Carter, el enfoque hacia la guerra contra las drogas disminuyó, volvió con mayor intensidad con Ronald Reagan. Bajo la Ley contra el Abuso de Drogas, se asignaron 1,700 millones de dólares y se establecieron sentencias mínimas obligatorias. Esto llevó a un aumento vertiginoso de encarcelamientos por delitos no violentos relacionados con drogas —de 50,000 en 1980 a 400,000 en 1997— afectando desproporcionadamente a comunidades minoritarias y personas de bajos ingresos.
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