Conocer al enemigo, el tabaco, para poder vencerlo en el campo de batalla. Después de haber revisado gran parte de la evidencia científica sobre la adicción al cigarrillo y su tratamiento, los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos (NIH, sus siglas en inglés) ofrecen algunas pautas a seguir en la prevención y el control del tabaquismo.

Aunque durante los últimos 50 años el consumo de tabaco ha disminuido notablemente en EEUU, los especialistas de los NIH afirman que «es poco probable» que se alcancen los objetivos de salud que se plantearon para 2010. Éstos contemplan reducir a un 12% el consumo entre adultos y a un 16% el de los jóvenes.

Ante lo oscuro del panorama, los Institutos de la Salud organizaron recientemente una conferencia científica sobre el tabaquismo. Como resultado, un documento en el que se recogen algunas de las claves a tener en cuenta en los próximos años de lucha antitabaco:

Prevenir el consumo adolescente y juvenil

Para combatir el consumo juvenil, los especialistas destacan la prevención como eje de giro. «La iniciación al tabaquismo sucede principalmente durante la adolescencia», explican. A la hora de conseguir que no se produzca este escarceo con el tabaco, ellos recomiendan tener en cuenta distintos factores que pueden influir: el sexo, la raza, el estatus socioeconómico, la orientación sexual…

El documento recoge tres estrategias de las que ya se conoce su eficacia: subida de precio; normativas que bloqueen el acceso al tabaco por parte de los menores de edad y campañas publicitarias en los medios de comunicación. Y añade la necesidad de buscar nuevas iniciativas que pudiesen, por ejemplo, el consumo en el entorno escolar.

Aumentar la demanda de las terapias de ayuda para dejar de fumar

Un 70% de los 44,5 millones de fumadores adultos de EEUU quiere dejar su adicción al cigarrillo. Tan sólo un 5% lo consigue durante un año. Según el panel de expertos de los NIH, la cantidad de ex fumadores podría aumentarse claramente si éstos recurriesen a las ayudas destinadas a tal fin.

Distintas acciones pueden promover el uso de estos apoyos: campañas mediáticas que informan sobre los productos antitabaco; aumento del precio de las cajetillas y reducción del coste de las terapias para dejar el hábito; líneas telefónicas de ayuda para dejar de fumar y programas adaptados a la cultura, el sexo y el lenguaje de los fumadores.

«Para aumentar la demanda de tratamientos, los fumadores deberán estar motivados a quererlos, esperarlos y preguntar por ellos», matizan los especialistas. Y añaden: «Necesitamos comprender mejor por qué no están más extendidas estrategias efectivas como los lugares libres de humo, los impuestos sobre el precio, las campañas mediáticas o la financiación de las intervenciones destinadas al cese».

Efectos dudosos del tabaco libre de humos

Las iniciativas que pretende prevenir y controlar el tabaquismo no se pueden limitar a las formas fumables. Como respuesta a las normativas que favorecen los lugares libres de humo, la industria tabaquera está centrando muchos de sus esfuerzos en los productos sin humo («Smokeless Tobacco»).

Además del tradicional tabaco en pasta o masticable, las compañías plantean introducir en el mercado opciones algo más modernizadas. Tal es el caso de «Taboka», unas bolsitas de tabaco masticable que el grupo Altria (fabricante de Marlboro) pretende comercializar en julio de 2006.

Frente a proyectos de este tipo, los NIH destacan «que cualquier consumo de tabaco debe ser desaconsejado». Los especialistas comentan que estos productos libres de humo a menudo ‘hacen pasarela’ hacia un futuro consumo de cigarrillos. Proponen, además, que se realicen más estudios para evaluar los efectos de estas formas alternativas, ya que no está demostrado que sean menos dañinas.

Fumadores con enfermedades

Las enfermedades físicas y/o psiquiátricas guardan una mala relación con el consumo de tabaco. Los cigarrillos interfieren en los efectos de la medicación, ayudan a que el trastorno avance y pueden reducir la supervivencia.

Los trastornos físicos crónicos, como la diabetes, el asma, la enfermedad cardiovascular, VIH/sida… se debilitan por los efectos de esta sustancia. De hecho, el documento señala que «los seropositivos que lo dejan son más propensos a obtener una buena respuesta al tratamiento antirretroviral y cuentan con menos probabilidades de morir».

Son muchos los pacientes psiquiátricos que fuman; cerca de un 90% de las personas con esquizofrenia, por ejemplo. A pesar de ello, la evidencia muestra que estos enfermos sí logran abandonar el tabaco aunque no suelen mantenerse abstinentes a largo plazo. Las personas con depresión crónica presentan más dificultades para dejarlo y suelen sufrir un mayor síndrome de abstinencia.

En esta población, como explican los NIH, son muchas las interrogantes planteadas y será necesario ir resolviéndolas para poder crear estrategias que prevengan y controlen el tabaquismo adecuadamente.

¿Sobre qué más investigar?

A pesar del camino recorrido, los especialistas consideran que todavía queda mucho por andar. Posteriores estudios deberán aclarar, entre otras cosas, qué intervenciones y normativas tendrían que establecerse para luchar eficazmente contra este tipo de adicción; que infraestructuras serán necesarias o qué papel jugarán los productos sin humo.

«El consumo de tabaco es un problema crítico y crónico que requiere atención continua y exhaustiva por parte de los proveedores, las organizaciones sanitarias y aquéllas que apoyan la investigación», concluye el texto.