A finales de junio, Brasil se convirtió en el primer país de Latinoamérica en despenalizar la tenencia de cannabis para consumo personal. En esta potencia económica regional existe un mercado medicinal de los derivados de la planta superior a los 100 millones de euros. Además, hay alrededor de 200 asociaciones que abastecen con productos terapéuticos a sus pacientes asociados. Sin embargo, este panorama convive con un extremo abuso policial que persigue a las poblaciones pobres y afrodescendientes con la excusa de la guerra contra las drogas. ¿Qué está sucediendo en Brasil?
Para entender qué está sucediendo en Brasil, Cáñamo se encontró con una de las personas que más sabe sobre el acceso legal y el alcance del mercado. Ella es María Eugenia Riscala, fundadora de Kaya Mind, una compañía consultora especialista en el cannabis. “Esto empieza en 2015”, dice Riscala para explicar los complejos recursos lícitos que se han conseguido para crear una industria alrededor de la planta. “Nosotros tenemos algo que se llama ‘excepción’, que es menor a una legislación. Esto quiere decir que si yo voy a un médico y este me dice que necesito tal producto de cannabis, se le puede notificar a la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) para que me permita comprarlo”, explica. Luego, Riscala agrega que “hasta 2019 esta era la única forma de acceder al cannabis y para fines medicinales. Pero en ese año, Anvisa hizo una propuesta de legislación para que los productos puedan ser vendidos en las farmacias y con esto las grandes empresas farmacéuticas entran al mercado. Esto pasó porque ellos tienen los representantes y el dinero. Con ellos el cannabis llega más lejos y también hay que entender que Brasil es uno de los países con más farmacias por personas. Aquí las farmacias son grandes centros comerciales donde se venden productos de belleza, cosméticos, golosinas y lo que se les ocurra”.
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