El primer ministro británico, Gordon Brown, ha rechazado en el día de hoy la imposición de un precio mínimo para el alcohol propuesta por la máxima autoridad médica de Reino Unido para intentar reducir el consumo en un país que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), presenta la décima tasa más alta del mundo.

Concretamente, Brown ha rechazado aplicar una cuantía adicional para los bebedores “moderados”, según él la mayoría, después de que el Médico Jefe de Inglaterra, Liam Donaldson, propusiese ampliar media libra más por cada unidad de alcohol, lo que en algunos casos podría llevar a doblar los precios.

El primer ministro ha asumido que toda “acción severa” en salud pública “es siempre controvertida”, recordando que el informe de Donaldson, que rebate su tesis de que los grandes consumidores son una minoría, “acaba de salir y necesita ser debatido y sometido a consideración”, puesto que la respuesta oficial del Gobierno no deberá hacerse efectiva de inmediato.

Así, pese a aceptar que “rebajar y hacer frente al comportamiento antisocial que se asocia con la bebida es correcto”, Brown ha matizado que tampoco “se quiere que la mayoría sensata y responsable de bebedores moderados tengan que pagar más o sufrir por los excesos de una pequeña minoría. Y ése es el contexto en el que debemos estudiar los problemas que el jefe médico ha planteado”.

Ahorro anual de 1.115 millones de euros

En este sentido, los planes recogidos en el documento de Donaldson llevarían a elevar el precio mínimo de una botella de vino tinto a las 4,5 libras (unos 5,2 euros), el de la botella de whisky a 16 euros y el del paquete de seis latas de cerveza de medio litro a, cuando menos, unos siete euros.

En opinión del experto, este movimiento permitiría reducir en el plazo de una década en 3.400 el número de muertes relacionadas con la bebida, en unas 100.000 las asistencias hospitalarias y, en general, el absentismo laboral hasta generar un ahorro de unos 1.000 millones de libras anuales (unos 1.115 millones de euros).

De media, un adulto británico consume el equivalente a unas 120 botellas de vino al año, puesto que, frente al descenso en la mayoría de los países europeos, la práctica en Inglaterra se ha elevado hasta un 40% desde la década de los años 70.