En algunas escuelas de los barrios más desfavorecidos de Barcelona los maestros han detectado niños que llegan a clase sin haber desayunado. Muchas guarderías han registrado bajas de inscripciones porque las familias no pueden pagar. Y lo mismo sucede con las actividades extraescolares. Está claro que la crisis tiene consecuencias que van más allá del mercado de trabajo y del consumo, y que los más indefensos son los niños. De ahí que la Generalitat se haya planteado la necesidad de un gran pacto para la infancia, similar al que en su día se logró sobre inmigración.

Las dificultades económicas pueden provocar graves tensiones familiares, alimentación escasa o inadecuada, absentismo escolar, problemas en el proceso de aprendizaje, pérdida de la vivienda habitual o sobreocupación de pisos. Todo ello supone un paso atrás en la mejora de las condiciones de vida de los menores. Los avances en materia de educación (escolarización obligatoria), de salud (reducción drástica de la mortalidad infantil), de protección (mejoras legales que evitan el mal trato infantil o los abusos) chocan ahora con la situación precaria de muchas familias, donde los adultos se hallan en paro o aportan ingresos insuficientes para el mantenimiento. «La infancia y la transición a la edad adulta se han convertido, en términos de exclusión social, en etapas de alto riesgo», se dice en el documento de bases del Pacte per a la Infància a Catalunya que mañana martes presentará el conseller de Benestar Social i Familia, Josep Lluís Cleries, en un acto institucional. También mañana el Govern aprobará una comisión interdepartamental para promover un grupo de trabajo con las distintas entidades y grupos parlamentarios, cuyo objetivo es alcanzar ese pacto en el plazo de un año.

El documento de bases, al que ha tenido acceso este diario, pone un énfasis especial en la necesidad de adoptar políticas de prevención e intervención en los niños en situación de riesgo. El texto enumera una a una las cuestiones más preocupantes como el aumento de la pobreza infantil, las dificultades de inserción laboral, la marginación de los inmigrantes, los problemas de género, el crecimiento de la infancia tutelada, el estancamiento de las adopciones y acogidas, los nuevos trastornos mentales y alimentarios. la adicción precoz a las drogas e incluso las adicciones electrónicas, como los videojuegos, y los problemas de socialización infantil. Los redactores no han pretendido abusar de indicadores ni se han planteado objetivos muy concretos, para que puedan surgir del debate que se inicia y lograr un mayor consenso.

Según el conseller Josep Lluís Cleries, «lo que pretendemos es un amplio debate tanto por las grandes federaciones, como lo que yo llamo entidades de trinchera, y me refiero a centros tipo el Casal dels Infants del Raval». Precisamente mañana se constituye la Pincat, 17 organizaciones del ámbito de la infancia que forman parte de la Taula del Tercer Sector y disponen de 750.000 plazas para atender a menores. Otra organización es la Tiac, creada en 2007 y de la que forman parte Rosa Sensat, Aldeas Infantiles, Save The Children o Esplac.

En paralelo a este debate, el conseller prepara un decreto para la creación del Consell de la Infància que pretende ser un espacio de participación de los adolescentes, con una estructura piramidal que empezará en los consejos locales. Cleries ha anunciado ya que a principios del 2012, con los nuevos presupuestos, se definirán unas zonas de actuación prioritaria para luchar contra las bolsas de pobreza.

Otros grandes objetivos se centran en aumentar el número de familias acogedoras y adoptivas, una mayor atención a los trastornos de conducta y cuestiones ya conocidas como la conciliación laboral y familiar y la racionalización de los horarios. Como novedad, Cleries señala el capítulo dedicado a la «parentalidad positiva». «Observamos un desánimo por parte de muchos padres y madres que creen que no pueden incidir bastante en el crecimiento y educación de sus hijos», se dice en el documento. Ante ello se propone recuperar el papel educador de la familia, sin recurrir al autoritarismo y con el apoyo en orientaciones y recursos desde la sociedad civil y los gobiernos.

Efecto crisis. Uno de cada cuatro vive en la pobreza
Incluso en los años del crecimiento y del desenfreno inmobiliario, en Catalunya se registraban unos niveles de pobreza altos. Pero con la crisis estos índices han aumentado peligrosamente, especialmente entre los más jóvenes. Del 17,6% de menores que se encontraban por debajo del umbral de la pobreza, de modo más o menos estable, se ha pasado al 23,4%. En Catalunya, el Institut d`Estadística de Catalunya (Idescat) considera en sus datos del 2009 que el umbral de la pobreza se sitúa para una persona en unos ingresos inferiores a 8.992 euros anuales y en el caso de una familia de dos adultos y dos niños, en 18.883. A nivel estatal, el Instituto Nacional de Estadística situaba este umbral en cifras más bajas, en los 7.980 y 16.758 euros, respectivamente. Tal como recuerda el documento de bases, esta tasa supera claramente a la media de la Unión Europea que es del 16%.

En el borrador del documento de bases del pacto para la Infancia se dice que ante esta situación es necesario «un trabajo preventivo que permita evitar y/o frenar las desigualdades sociales», aunque de momento no concreta unos objetivos. También se explica que es especialmente importante atender a la inserción laboral a partir de los 16 años.

Menores en la DGAIA. 2.659 niños tutelados en centros
Según la dirección general de Atención a la Infancia y la Adolescencia (Dgaia), en diez años (1999-2009) ha habido un incremento del 54,92% de las tutelas de menores por parte de la Generalitat, pasando de los 5.064 niños y adolescentes tutelados a 7.845. Y sólo en los últimos seis años se ha incrementado en cerca de un 50% el número de menores acogidos en centros. De los 1.822 del 2003 se ha pasado a 2.659 en el 2009 (lo que significa una tercera parte de los menores bajo tutela de la Generalitat), con lo cual se ha invertido la tendencia a la desinstitucionalización que se había iniciado en los años 80.

El documento del Govern reconoce que «la acogida en centros sigue incrementando su demanda y capacidad, a pesar de ser considerado conceptualmente y legalmente como el último recurso y ser el más caro e insostenible de la Red de Protección». Se considera necesario intensificar los programas de actuación familiar preventiva y aumentar la acogida en familia y las adopciones. Entre los objetivos se incluye el aumento de las acogidas en familia para niños de 0 a 3 años y la elaboración de un banco amplio de familias dispuestas a dar respuesta a diferentes necesidades (urgencia, temporales, niños con necesidades especiales…).

Enfermedades mentales. Surgen más trastornos de conducta
Es un fenómeno que ha pasado casi desapercibido, pero desde los años 90 empieza a detectarse un incremento de los trastornos de conducta y de los problemas de salud mental entre los adolescentes. Es el momento que se asume que además de los casos atendidos por el Departament de Justicia, existen casos vinculados a menores de 16 años que no están sujetos a medidas legales reparadoras y otros problemas que han de ser atendidos en los centros educativos. El tratamiento de estos trastornos es complejo, requiere una coordinación entre centros de salud mental, pediatras y médicos de familia, escuela y equipos psicológicos y familias.

El documento propone intensificar los programas de prevención para evitar que los adolescentes lleguen al sistema judicial, desarrollar programas que diferencien entre trastornos psiquiátricos y de conducta y una mayor coordinación entre los programas de protección y los de Justicia.

Estos trastornos se vinculan generalmente a situaciones de agresividad o nerviosismo injustificado de los menores, pero existen también las patologías alimentarias (anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastornos por excesos alimentarios) que afectan mayoritariamente a chicas, aunque ya llegan a los chicos.

Estupefacientes y alcohol. Uso cada vez más precoz de las drogas
La infancia y la adolescencia son fases del desarrollo especialmente vulnerables debido a los cambios que se experimentan. El desarrollo madurativo puede comportar la experimentación y adopción de riesgos, así como el cuestionamiento de las reglas y de las fuentes de autoridad. Se constata que el consumo de drogas y de alcohol entre los adolescentes se convierte en una de las preocupaciones más presentes y recurrentes del mundo adulto. Los distintos observatorios muestran una incidencia elevada del uso de sustancias entre los jóvenes, con una mayor precocidad en la edad de inicio y asociado a conductas de riesgo.

Pero también aparece otro elemento nuevo: el perfil del consumidor ha cambiado. Ya no se trata de personas desestructuradas, sino de perfiles socialmente integrados que hacen compatible sus adicciones, muchas veces sólo de fin de semana, con una vida social y laboral normalizada.

Por todo ello, el documento aboga por una prevención de las conductas de riesgo, que debe iniciarse de forma temprana, con un discurso en positivo. Y sobre todo se deben reforzar las actitudes sociales contrarias al consumo de drogas, proporcionando una información objetiva sobre sus efectos y consecuencias, y facilitar las conductas saludables.