Un estudio publicado en el «American Journal of Obstetrics and Gynecology» ha revelado que las mujeres que estén tratando de abandonar su adicción a los opiáceos siguiendo una terapia con metadona deberían evitar quedarse embarazadas o, si ya lo están, tendrían que pedir una vigilancia extraordinaria a su médico.
Ciertamente, la metadona ejerce un efecto positivo sobre la gestante adicta, ya que la mantiene alejada de los opiáceos ilegales, pero este producto, según se ha observado en una muestra de 40 mujeres afectadas por esta situación, parece perjudicar las funciones neurológicas del futuro bebé, además de alterar su latido cardiaco (haciéndolo más lento).

Según los autores, la deshabituación con metadona para las embarazadas debe hacerse bajo un estricto control médico.