La estrategia global contra las drogas fue ayer puesta en cuestión en una reunión ministerial de los miembros de Naciones Unidas, con fuertes presiones para revisar el enfoque prohibicionista, que en los últimos 10 años no ha conseguido reducir ni el narcotráfico ni el consumo. Los críticos, más de 300 ONG presentes en el foro, opinan que las políticas antidroga deberían poner el énfasis en la «reducción de daños», un concepto que incluye medidas que van desde el reparto de jeringuillas esterilizadas a los drogodependientes hasta incluso propuestas por la legalización, para que el mercado deje de estar copado por los narcotraficantes.

La ONU se propuso en 1998 el ambicioso objetivo de lograr «un mundo libre de drogas», con «la eliminación o una reducción significativa del cultivo ilícito de coca, cannabis y opio en 2008». Hoy se admite que han sido 10 años perdidos. «Hace falta más realismo. Tenemos que aprender a convivir con las drogas», propone en conversación telefónica desde Viena, lugar de la reunión, el brasileño Rubem Cesar Fernandes, miembro de la Comisión Latinoamericana sobre la Droga y la Democracia. «Hay un gran tabú y cuestiones como la despenalización del consumo nunca son debatidas».

Los miembros de la Comisión de Estupefacientes emitirán hoy una declaración con la estrategia hasta 2019, que no tendrá valor vinculante, pero que rebajará el tono triunfalista y que, según los críticos, será «heteróclita y carente de rumbo por la división existente».

Las políticas aplicadas hasta ahora han favorecido a los grandes carteles de la droga, que en este periodo se han hecho más ricos y poderosos, reconoció Antonio María Costa, director de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen. Costa pidió a los Gobiernos mayor coordinación y recriminó el derrotismo de los que apuestan por la legalización. «Debemos encontrar un punto intermedio entre criminalizar y legalizar, planteando la estrategia menos como una guerra y más como la cura de una enfermedad social».

Los expertos lamentan la parálisis de los políticos. «Lleva años cambiar una coma de los tratados internacionales sobre drogas», se queja Amanda Feidling, de la Fundación Beckley británica, que ha acudido a Viena para presentar el estudio La regulación del cannabis: salir del punto muerto, realizado por algunos de los más reputados especialistas en drogas: «No pedimos la legalización del cannabis, pero sí un enfoque más racional. Hay evidencias de que el cannabis es menos dañino que el tabaco o el alcohol, sin embargo, en muchos países se sigue penalizando con la cárcel la posesión para consumo propio».

Evo Morales, presidente de Bolivia, pidió ante la asamblea que se retirara la hoja de coca -materia prima para la fabricación de cocaína- de la lista de estupefacientes prohibidos por los convenios internacionales. Con una hoja en la mano que luego masticó, dijo: «Esto es una hoja de coca, no es cocaína, es parte de una cultura». «Tengo todavía esperanza de que el presidente Obama pueda cambiar estas políticas de satanización de la hoja de coca», añadió. Diez millones de personas mastican hoja de coca en los países andinos.