Los fumadores estadounidenses se encuentran cada vez más acorralados por las normas que están impulsando algunos estados del país y que prohíben el uso del tabaco en espacios abiertos, como la calle, los parques o las playas.

En Estados Unidos, más de 2.000 ciudades, entre ellas Nueva York, prohíben a los fumadores consumir sus cigarrillos en lugares públicos cerrados, como bares, restaurantes y oficinas, lo que obliga a muchos a salir a la calle a saciar las ansias de nicotina.

Pero algunos estados han decidido dar una nueva vuelta de tuerca a la regulación del tabaco, como Washington, al noroeste del país, que ha sometido a votación una norma que prohíbe fumar en la calle a menos de ocho metros de la puerta o las ventanas de un edificio.

«Es irracional y también es mezquino», protesta, desde las páginas del «Seattle Times», el columnista Bruce Ramsey, quien defiende el derecho de los fumadores a contar con sus propios espacios y a poder fumar al aire libre.

«Una sociedad libre requiere una cierta tolerancia«, afirma el periodista, quien considera que esta norma «extingue la diversidad, borra la capacidad de decisión y elimina la libertad».

Además, se queja de que la norma permita, como excepción, la posibilidad de fumar en bares y restaurantes de las reservas de los indios, «como si los argumentos de salud pública no fuera con ellos».

Si esta norma prospera, se acabó el fumar a las puertas de los bares, restaurantes, teatros u oficinas del estado de Washington, bajo la amenaza de sanción de cien dólares.

Prohibiciones en otros estados

Pero este estado no es el único. A lo largo de este mes se espera que varios municipios de Alabama, Ohio e Indiana adopten medidas para prohibir el consumo del tabaco en la calle, cerca de los edificios, a distancias que van desde los tres a los ocho metros.

En West Lafayette, en Indiana, la prohibición se extiende a las paradas de autobús y a los cajeros automáticos.

En California no se puede fumar ya en muchas playas, especialmente en el condado Orange, donde la prohibición afecta a todo el área costera.

Además, en una de las grandes ciudades del estado, San Francisco, no se puede consumir tabaco en los parques públicos desde el pasado 1 de julio.

En Iowa, la lógica prohibición de fumar en los hospitales se extiende también a la zona del estacionamiento, incluso si el fumador se encuentra dentro de su coche.

Respuestas a las normativas

Este tipo de medidas han sido contestadas por asociaciones de fumadores, por las propias empresas tabaqueras, que temen una pérdida de beneficios y de empleos, y también por organizaciones de bares y restaurantes, que alegan un descenso en la actividad.

Pero la Fundación para los Derechos de los Americanos no Fumadores es contundente al afirmar que estos perjuicios económicos no se han producido.

«La prohibición de fumar en Nueva York ha sido un asombroso éxito para la salud y para los negocios», afirma esta fundación en su sitio web, y como argumento aporta una encuesta de la guía de restaurantes Zagat, según la cual el 60% afirma que iría menos a restaurantes si no estuvieran libres de humos.

Pero las organizaciones que agrupan a los fumadores se llevan las manos a la cabeza por la proliferación de normas contra el tabaco que están impulsando los ayuntamientos.

«Una epidemia de leyes antitabaco se está extiendo por todo el país bajo la pretensión de proteger a la gente de ser fumadores pasivos», afirma Robert W. Tracinski, de la organización SmokingLobby.com.

«Pero estas leyes son, en sí mismas, un cáncer que se extiende desde hace décadas y que ahora está haciendo metástasis en la clase política, hasta llegar a las pequeñas corporaciones locales», añade.

Por su parte, el escritor Jacob Sullum, fumador de pipa y autor de varios libros sobre la «cruzada antitabaco», denuncia que al final, a los fumadores no les quedará otro espacio que su propia casa, y defiende el derecho de la gente a realizar actividades de riesgo, si así lo desean.