Las estadísticas de la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) de Albacete van más allá de las cifras. Sus números revelan que en diciembre del año pasado más de 3.300 albaceteños luchaban contra las drogas o que más de 700 llamaron a la puerta de Miguel López López de Legazpi por primera vez. Y es que aquí hay una lectura positiva para la crisis económica. Una drogodependencia lleva consigo un coste físico, muchas veces irreparable, familiar y social, pero también económico. Así, las dificultades para llegar a final de mes han provocado un repunte en el abuso del alcohol, pero también en las peticiones de ayuda para salir de las drogas.

Aquellos jóvenes que apenas superaban la mayoría de edad y ya ganaban cantidades ingentes de dinero remataron la jugada con el cannabis y el alcohol sumándole la cocaína e, incluso, probando la heroína fumada, pero ahora no pueden costearse el consumo y se niegan a delinquir. Llegan a la UCA sin acompañantes, por voluntad propia y con la firme convicción de que ha llegado el momento de dejarlo.

Y es que la heroína, cuyo consumo ha repuntado en los últimos tres años, obliga a la ingesta diaria de uno e incluso dos gramos, lo que se traduce en más de cien euros por jornada. Ahora la droga no solo no la aguanta el cuerpo, tampoco el bolsillo.

Nadie sabe a ciencia cierta cuántos adictos habrá en la provincia, pero la médico responsable de la UCA, la doctora María Luisa Celorrio, confirmaba ayer que cada año son más los albaceteños que demandan ayuda, aunque con el paso de los años cambian los consumos y perfiles. Ella, al frente de la UCA desde que empezara su andadura en 1994, sigue preocupada por la falsa percepción que tienen los jóvenes de drogas como el cannabis. Llegan a su consulta acompañados de unos padres preocupados que no saben por qué sus hijos sienten apatía, son incapaces de concentrarse y han entrado de cabeza en las estadísticas de fracaso escolar. «A algunos hasta les tengo que dar antidepresivos y están en la ESO; ven el consumo de porros con una normalidad y una tranquilidad pasmosa», advertía Celorrio.

Y es que nadie está a salvo de sufrir una adicción, aun cuando la población, sobre todo la joven, está más que informada de que se trata de una enfermedad crónica que obligará a quien la sufra a estar siempre alerta. Además, el problema no solo está en las drogas ilegales como la cocaína, de la que el pasado año se trataron 173 nuevos casos. El alcohol e, incluso la ludopatía, el móvil e internet también pueden desencadenar una enfermedad mental. En estos momentos, la UCA trata a 112 adictos al juego, tres dependientes del móvil y once de internet.

Cambios

El perfil marginal del drogodependiente prácticamente se ha perdido, junto con el miedo al abuso de todo tipo de sustancias. Sin embargo, no todo son lecturas negativas. Si la UCA no deja de ganar pacientes es porque el estigma se está difuminando. Cada vez son más los que pierden el miedo a pedir ayuda o no tienen inconveniente en admitir que sufren una enfermedad que se puede tratar y controlar.

Cada año, un centenar de enfermos recibe el alta médica, lo que significa que han superado doce meses de abstinencia y que están preparados para afrontar situaciones de riesgo sin recaídas. Con ayuda profesional y cambiando los estilos de vida, «el éxito está garantizado». Además, el que pide ayuda ya sabe que tiene la mitad del camino recorrido.

LAS CIFRAS

3.307
historias activas en 2012.

729
nuevas demandas de ayuda en un año, la mayoría por alcohol y cocaína.

38
nuevos casos de ludopatía.

5.783
pacientes ha tratado la UCA desde que iniciara su andadura en el año 1994, cuando recibía el nombre de EAD y dependía de Cruz Roja.