Este texto se enmarca dentro de una serie de
artículos que la revista Addiction ha encargado
a especialistas de todo el mundo para que presenten
una radiografía del consumo de alcohol
en sus respectivos países.

En el caso de España,
la invitación ha recaído en el doctor Antoni Gual,
psiquiatra y jefe de la Unidad de Alcoholismo de
la Generalitat de Cataluña, quien analiza el fenómeno
del alcohol dentro del marco más amplio
del consumo de drogas legales e ilegales.

Gual comienza refiriéndose a la larga
tradición de consumo de alcohol en España,
donde no sólo se bebe mucho (o muy a menudo,
al menos), sino que se observa además una
elevada tolerancia social frente a la bebida.
Ambas características sitúan al país dentro de
las llamadas wet drinking cultures. Sin embargo,
en las últimas décadas se ha producido un
descenso constante en la ingesta de alcohol
por persona y año. La causa habría que buscarla,
a juicio de Gual, en el cambio respecto
a las bebidas elegidas, pues, a partir de 2002,
la cerveza (38%) ha sustituido al vino (37%)
en las preferencias de los-as bebedores-as.

España se acerca así en esta cuestión a las
cifras europeas; por el contrario, sigue ocupando
los primeros lugares entre los países
con mayor frecuencia de consumo mensual.
Todo ello permite a Gual hablar de una
sociedad en transición desde el punto de vista
del consumo de alcohol. Se ha pasado de beber
diariamente, durante las comidas y evitando
emborracharse, a hacerlo sobre todo en fines
de semana, en contextos de ocio y con frecuentes
intoxicaciones. Las pautas de consumo
tradicional se mantienen entre la población de
más de edad y en el medio rural, mientras que
la juventud urbana ha adquirido los modelos de
consumo intermitente e intensivo –binge drinking–
que están uniformando Europa.

Las nuevas formas de ingesta de alcohol
presentan, con todo, dos rasgos diferenciales
en relación a otros países de Europa: la disponibilidad
de bebidas alcohólicas por parte de los
y las jóvenes, y el clima, que permite beber al
aire libre durante buena parte del año. Ambos
elementos explicarían, entre otras diferencias,
el fenómeno distintivo del botellón. Respecto al
precio de las bebidas alcohólicas, Gual resalta
que ha bajado sin que ello haya incrementado el
consumo. Otro aspecto interesante es la percepción
de los riesgos del consumo de alcohol, que,
contrariamente a lo que sucede con el tabaco,
está disminuyendo. Por último, y en relación con
otras drogas, el autor subraya la tendencia al
policonsumo: casi el 100% de las personas usuarias
de drogas en España tienden a combinar su
droga de preferencia con alcohol, afirma.

Gual no se atreve a realizar un pronóstico
sobre el consumo de alcohol en los próximos
años. De una parte, los nuevos modelos de
consumo y el fácil acceso a las bebidas alcohólicas
se refuerzan mutuamente. Por otra, la
conciencia social sobre los riesgos del alcohol es
notable, y tanto el tratamiento como los estudios
disponibles sobre consumo han mejorado
mucho. El pulso entre estos factores determinará,
sin duda, la evolución futura del fenómeno.

GUAL, A.

Alcohol in Spain: is it different? Addiction, n.º 101,
págs. 1.073-1.077, 2006.