Decir que «la guerra contra las drogas ha sido un fracaso mundial», se ha puesto de moda. Lo dicen tres ex presidentes latinoamericanos, lo repiten intelectuales de renombre y lo dice también la mayoría de los estadounidenses. Sin embargo, esto no significa que todo el mundo está de acuerdo con la afirmación. Hay personas muy bien informadas que tienen otra visión del asunto y que pueden citar instancias en las que la «guerra» ha tenido éxito.

Tildarla de fracaso universal es una generalización exuberante e inverificable que requiere de una aclaración de términos y exige una rigurosa revisión de la información pública sobre los efectos de las drogas, el manejo del ilícito negocio y las acciones de las autoridades para combatir su trasiego.

Cuando en México se habla de «La guerra contra las drogas», la descripción podría ser apropiada porque en las calles de algunas ciudades en México a diario se libran combates entre los distintos Carteles o entre las fuerzas armadas y los Carteles.

En EEUU la guerra en caliente casi no se nota. No porque no la haya sino porque en Los Ángeles, Atlanta o Laredo, no aparecen cuerpos descabezados colgados de los pies en los puentes de las calles como sucede en México. Y en las montañas de California no hay fumigaciones para erradicar los cultivos de drogas como en los países andinos.

El mes pasado, por ejemplo, se hizo una captura espectacular de presuntos capos del crimen organizado, con órdenes de aprehensión, generalmente, o por lo menos en ese caso, sin derramamiento de sangre, y los detenidos no tuvieron que confesar sus crímenes por televisión como sucede en México.

PROBLEMA DE SALUD En EEUU la estrategia actual contra las drogas parte de la premisa de que el consumo de drogas es un problema de salud. Según el Zar de las Drogas, la estrategia enfatiza la prevención y el tratamiento pero no excluye la aplicación de la ley. Pero en la práctica, la mayor parte del presupuesto se destina a combatir a distribuidores y vendedores y sólo una mínima parte se dedica a programas de prevención y tratamiento.

Mientras tanto, la actitud de los estadounidenses ante el consumo de drogas se ha vuelto más tolerante y según una encuesta realizada por Zogby International en 2008, y recogida en un reciente informe del Diálogo Interamericano, «tres de cada cuatro norteamericanos creen que «la guerra contra las drogas ha fracasado».

La semana pasada, en Bogotá, durante un Foro para celebrar el centenario de la fundación del periódico El Tiempo, el ex presidente de Colombia César Gaviria y el ex canciller mexicano Jorge Castañeda, presentaron sus argumentos para proponer un cambio al paradigma actual. Dijeron que la estrategia prohibicionista ha probado que no disminuye el consumo; que causa estragos en América Latina; que propicia un gasto desmedido y que en vez de encontrar fórmulas para prevenir el consumo y ofrecerles tratamiento a quienes las usan responden encarcelándoles.

Pero no todo el mundo coincide con esta visión. Para el General Oscar Naranjo, director general de la Policía Nacional de Colombia, a quien entrevisté en su despacho en Bogotá, «la valoración de paradigmas usando cifras de producción y consumo como referentes deja de lado importantes valoraciones cualitativas».

Por ejemplo, dice Naranjo, «el Plan Colombia hizo viable la gobernabilidad democrática y evitó que el país se convirtiera en un estado fallido». «Hoy», dice el General, «los alcaldes de municipios que habían sido desplazados por la violencia del narcotráfico han podido volver a sus puestos».

Gaviria admite las virtudes del Plan Colombia en materia de seguridad y reconoce que el estado debe enfrentar a los Carteles que amenazan a las instituciones. En lo que no está de acuerdo es que se siga exigiendo más sacrificios a los países de América Latina y por ello pide que se exploren nuevas vías para reducir el daño. Para Castañeda, lo que América Latina debe hacer es convocar a una conferencia internacional en la que no sólo se busquen nuevos enfoques sino que se plantee estudiar todas las alternativas posibles, incluyendo la legalización de todas las drogas.

Yo fui el tercer participante en la discusión en el Foro de El Tiempo y me tocó relatar las fallas colosales de las propuestas de legalización que se han hecho en California. Coincido con Gaviria y Castañeda que repensar el tema del combate al narcotráfico sería deseable.

Pero también estoy convencido de que las drogas hacen daño y por ello cualquier esquema de legalización tendría que excluir a las drogas «duras», controlar rigurosamente a las «blandas» e incluir prohibiciones, por ejemplo, la venta a menores de edad, por lo que bajo cualquier estrategia nueva el mercado negro seguiría funcionando.

Y como me parece poco factible que en EEUU se logre llegar a un consenso sobre la legalización de cualquier droga, incluyendo la marihuana, que hoy se vende «legalmente» en varios estados con fines «medicinales», desafiando a la ley federal que prohíbe su venta con cualquier fin, concluyo que sin la participación del país en el que más drogas se consumen, el debate no irá a ninguna parte.