Los adolescentes españoles apoyan con rotundidad la ley del tabaco que prohíbe fumar en cualquier establecimiento cerrado. Lo apoyan sencillamente porque creen que el humo de los cigarrillos perjudica la salud de los no fumadores, ya que tienen claro los efectos nocivos de este hábito, origen de múltiples enfermedades. De esta manera se convierten en la primera generación que, por un lado, asimila los dogmas que desde hace años llevan explicando los expertos y que, por otro, valoran una norma calificada de prohibicionista como buena sencillamente porque defiende la salud pública.

Frente a ellos los adultos, que aunque apoyan el texto legal lo hacen con menos rotundidad, entre otras cuestiones, porque siguen sin asimilar que el tabaco es tan perjudicial como las evidencias apuntan, amparados posiblemente en el recuerdo de aquellos años en los que pocos hablaban del daño que ocasionaba el tabaquismo, señala Rodrigo Córdoba, portavoz del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo.

Este cambio tan radical de tendencia ha quedado reflejado en la encuesta Juventud y Tabaquismo, elaborada por la Fundación Pfizer en base a una encuesta realizada a 800 jóvenes de entre 12 y 20 años y 800 adultos (padres o madres de los anteriores), que además muestra que, pese a todo este conocimiento, los jóvenes siguen desafiando el conocimiento y se dejan llevar por mitos como que el tabaco te hace parecer mayor, o que todos mis amigos lo hacen para fumar, eso sí, en la calle. Contradicciones de la juventud.

Las cifras que revelan este cambio de mentalidad: el 84,2% de los jóvenes valora positivamente la ley del tabaco frente al 77% de los adultos. Entre los jóvenes que comenzaron a fumar y lo dejaron, el 40% asegura que lo dejó porque «fumar es malo para la salud», motivo que sólo reconocen el 27% de los padres. Entre los no fumadores, más del 42% asegura que no coge un cigarrillo porque es perjudicial, concepto que apenas señala un 27% de los padres. De todos modos casi el 60% de los no fumadores asegura que no tiene este hábito porque no le llama la atención, porque el tabaco, reconocen los chavales, no es algo popular.

Más allá de las cifras, la realidad es, según los expertos, que nos encontramos ante la primera generación que entra en un ascensor, una panadería o en un hotel libre de humo. No han visto al médico de cabecera recetando el fármacos ante las volutas del cigarrillo ni al taxista con el puro en la boca en pleno atasco… Para los chavales, en esos lugares no se ha fumado nunca, entendiendo ese nunca dentro de la diferente concepción temporal que tienen los niños y jóvenes respecto a los adultos.

Y no les falta razón, señala el doctor Córdoba, ya que la primera ley que regula el consumo de tabaco en esos espacios se remonta al 2005 (en vigor cuando ese chaval tenía 12 años), aunque el debate que antecedió a la promulgación de normas se inició entre los años 2001-2002 (es decir, cuando aún tenía entre 7 y 8 años) para intensificarse en el 2004. Para esta generación, el humo del tabaco en espacios cerrados es algo del pasado.

Sin embargo, esto no se traduce en un descenso rotundo del porcentaje de fumadores, tal y como revela la citada encuesta, que lo sitúa en el 27%, mientras que la edad de inicio ronda los 14 años (13,7). «No es extraño «señalan desde la Sociedad Española de Medicina de Familia», porque a esas edades existe el deseo de experimentación. Una cosa es saber que algo es dañino y otra querer probar». De hecho, según el Ministerio de Sanidad, la mitad de los jóvenes que experimentan terminan dejándolo poco después porque no les satisface. Y del resto «el 27%, frente a más del 31% del año 2001», una buena parte tiene intención de dejarlo porque perjudica la salud y porque es un vicio caro, según la encuesta presentada ayer. Los adolescentes encuestados reconocen que si el tabaco fuera más barato, más jóvenes se acercarían a él.

El doctor Rodrigo Córdoba no tiene dudas de que la tendencia iniciada a primeros del siglo XX con los debates previos a la promulgación de la ley del 2005 «posteriormente reformada en el 2010» han supuesto un cambio sin vuelta atrás en la sociedad española. Una prueba evidente es la nueva conciencia de la juventud ante el tabaco, que ha supuesto, además, el descenso del consumo de cannabis en los últimos dos años a medida que ha ido descendiendo el hábito de fumar, tal y como recoge el último informe del Observatorio Europeo de Drogas hecho público la semana pasada.

Lo que sí queda claro en el estudio de Pfizer es que los jóvenes apuestan por normas que impidan el consumo en espacios cerrados y no tanto porque les moleste el humo (algo más de la mitad) como porque este es dañino para su salud. Tienen interiorizado, señalan los expertos, que los no fumadores tienen derechos y quieren que estos se hagan valer. En este punto, los jóvenes fumadores reconocen que las normas contra el tabaco les han cambiado la conducta y ahora «miran quién está al lado».

Un estudio realizado por investigadores de la Agència de Salut Pública de Barcelona y del Institut Català d`Oncologia, y publicado en la Gaceta Sanitaria, pone de manifiesto que las leyes contra el consumo de tabaco en lugares cerrados, sobre todo en bares y locales de ocio, han reducido la exposición al humo ambiental no sólo de los trabajadores, sino especialmente de los jóvenes, cuya exposición superaba, según este estudio, el 80%.