l cartel de «prohibido fumar en este establecimiento» está haciendo algo más por la salud pública de los ciudadanos que proteger a los no fumadores del humo del ambiente. Los datos de un estudio constatan que las normativas que impiden consumir tabaco en locales públicos, como la legislación española, reducen de forma significativa la iniciación de los adolescentes en este hábito. Si bien el trabajo muestra que cuanto más dura es la ley, mejor es el resultado en la prevención.

Pese a que son varios los trabajos que han tratado de establecer los factores de riesgo que predisponen a los más jóvenes a encenderse su primer cigarrillo, pocos estudios, en cambio, han indagado en los mecanismos que favorecen que el «tonteo» con el tabaco pase a convertirse en una drogodependencia.

Michael Siegel y su equipo, de la Universidad de Boston (EEUU), tras evaluar a 3.834 jóvenes (entre 12 y 17 años) confirman en su estudio, publicado en el último número del «Archives of Pediatric and Adolescent Medicine«, que los adolescentes que residen en ciudades en las que está en vigor la prohibición de fumar en locales públicos no sólo se inician menos en el tabaco sino que, sobre todo, «la experimentación no se convierte en hábito», concluyen.

La constatación de este hecho proviene de las entrevistas realizadas a este grupo de jóvenes a los que siguieron durante cuatro años. Así, los autores volvieron a encuestar a 2.791 de los participantes a los dos años del primer encuentro y a 2. 217, pasados cuatro años.

«Los adolescentes que habitaban en ciudades con fuertes restricciones que impiden fumar en locales públicos tenían un riesgo un 40% menor de perpetuar el inicio del consumo de cigarrillos que los que residían en lugares regidos por leyes menos estrictas (las que permiten tener zonas reservadas para fumadores supuestamente aisladas y ventiladas) o por las normativas más laxas, donde el local decide si es de fumadores o no «, determinan en sus conclusiones.

Según los autores de la investigación, los datos confirman los resultados de otros trabajos que apuntan a que los «factores individuales son tan importantes como los externos o ambientales a la hora de pasar de probar el tabaco a convertirlo en costumbre», destacan.

Para Rodrigo Córdoba, anterior presidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, los datos de la investigación corroboran una vez más lo que desde hace tiempo vienen defendiendo los que batallan contra el tabaquismo. «Sabemos que lo que más influye en las conductas de los adolescentes frente al tabaco son los impuestos, la regulación de la publicidad (promoción y patrocinio) y los espacios sin humos, por este orden. Los ambientes libres de humo contribuyen a una progresiva desnormalización del acto de fumar como algo aceptable para los ciudadanos, incluidos menores y jóvenes, ayuda a no iniciarse en el hábito y contribuye a dejar el hábito».

Precisamente, por este hecho «la investigación tiene importantes implicaciones en las políticas de salud pública. Prohibir fumar en los lugares públicos tiene un efecto verdadero. Hemos observado una reducción del 40% en los cuatro años de seguimiento en las ciudades con normativas más estrictas en comparación con el resto, lo que implica que este tipo de intervención es la más eficaz para reducir el tabaquismo entre los adolescentes», insisten los autores.

También hacen hincapié en que la eficacia de esta medida se limita a la población que se sitúa en el inicio de la adolescencia, «ya que se ha observado que la normativa que vela por los espacios públicos sin humo no es tan efectiva a la hora de disuadir contra el tabaco en aquéllos que ya han cumplido los 18 años».