Aunque el consumo de cigarrillos ha dejado de ser una práctica aceptada en la mayor parte de los países desarrollados, son muchos los esfuerzos sin realizar para enfrentarse a la epidemia de tabaquismo. Un comentario en «Journal of the American Medical Association» (JAMA) muestra algunos de los frentes abiertos en la batalla antitabaco.

Lawrence O. Gostin, de la Universidad de Georgetown (EEUU) recuerda que, en 2006, 5,4 millones de muertes se relacionaron con esta adicción. Una tasa que, de seguir las tendencias actuales, podría llegar a doblarse en 2020.

Este experto también destaca los costes económicos que supone esta adicción en el mundo: «Las enfermedades relacionadas con el tabaco conllevan el mayor gasto sanitario en varios países, particularmente en China, que consume más del 30% de los cigarrillos de todo el mundo».

El compromiso por parte de las distintas autoridades para frenar este hábito dañino es uno de los ejes fundamentales. Es el caso de iniciativas como el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el control del tabaquismo, que ya ha sido ratificado por 150 países, o la propuesta de que la agencia estadounidense del medicamento (FDA) regule este producto.

El público joven

La publicidad es uno de los pilares a derrocar si se quiere disminuir drásticamente el consumo. Los anuncios o promociones dirigidos a jóvenes son un claro ejemplo de dónde se debe actuar. «Para que las tabaqueras continúen siendo rentables deben reclutar a nuevos fumadores con los que reemplazar a los que han dejado el hábito o han fallecido. Debido a que la mayoría de los consumidores habituales comenzaron antes de los 18 años, el mercado joven es el más valorado», apunta Gostin.

Imágenes atrayentes, apelaciones a la delgadez o la atracción sexual, cigarrillos gratis o de sabores… Para llegar a los menores de edad, las tabaqueras ponen en marcha toda una compleja maquinaria de ideas. Pero no sólo «corren riesgo» los más jóvenes, los adultos también se exponen a esta clase de estrategia. Por eso, los expertos subrayan la importancia de prohibir todo tipo de promoción, anuncio o patrocinio de estas compañías.

«Se han implantado con éxito algunas prohibiciones en Europa (Finlandia, Francia y Noruega) y en Asia (India, Singapur y Tailandia). Sin embargo, el Convenio Marco permite que las regulaciones de la publicidad de tabaco se adapten a los establecido por las constituciones nacionales», aclara el autor del comentario.

Por todo ello, el aumento de la edad mínima para comprar cigarrillos y prohibir la venta a menores también supone otra de las claves. «En todo el mundo, un 17,3% de los estudiantes entre 13 y 15 años afirman consumir tabaco», reza el documento aparecido en «JAMA».

¿Qué hay en cada pitillo?

Otro de los papeles esenciales lo representa la información. Se trata de que la población sea consciente de los riesgos que conlleva esta adicción, incluyendo, por ejemplo, avisos en las cajetillas. También consiste en dar a conocer qué hay dentro de cada pitillo, qué componentes añaden las tabaqueras para que su producto sea tan adictivo y peligroso.

En este sentido, el experto de la universidad de Georgetown añade que «los gobiernos pueden ir más lejos si regulan el contenido de los productos del tabaco, como los niveles de nicotina y […] toxinas«.

Además de promover el cese del consumo, los gobiernos deben procurar que los ciudadanos no fumadores no se expongan a los riesgos del humo, todavía omnipresente en muchos lugares públicos. La evidencia está clara: no existe nivel seguro de exposición.

«Actualmente, las legislaciones un 100% libres de humo protegen a más de 200 millones de personas en todo el mundo, incluyendo normas nacionales en Afganistán, Irán, Kenia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Uruguay», declara el autor del mencionado texto. Entre sus múltiples beneficios, «mejor calidad del aire y reducción de la morbilidad, la mortalidad prematura y el consumo de tabaco».

Este especialista estadounidense también se refiere al aumento del precio y los impuestos del tabaco, que se traduce en una disminución de las ventas, sobre todo por parte de los más jóvenes y las personas con menos recursos. Sin embargo, esta medida puede tener consecuencias negativas como el comercio ilícito que, en 2006, supuso un 11% (600.000 millones) de los 5,6 billones de cigarrillos vendidos.

Países más pobres

La globalización también está jugando sus bazas en el avance de esta pandemia. Los países más pobres son el nuevo foco de atención de las tabaqueras.

«Un 84% de los fumadores ahora vive en países en vías de desarrollo o con una economía en transición (más de la mitad de ellos en Asia)», destaca el firmante del comentario. A estas naciones llegan ahora los mensajes publicitarios, adaptados a las costumbres de cada país y que, entre otras, promocionan ideas de glamour, independencia o modernidad.

«Los imperativos de la ciencia, la ética y los derechos humanos obligan a la sociedad a reducir el daño del tabaquismo, particularmente entre los más desfavorecidos. El marketing y la venta de tabaco, con toda su fuerza destructiva, no se merecen protecciones «sociolegales», como la libertad de comercio y de expresión», concluye el artículo.