Lourdes Camargo* maneja con cuidado las jeringas. Las esparce sobre una mesa metálica, las selecciona y las prepara. En poco tiempo llegará alguien a inyectarse heroína.
La acción ocurre en una sala en Bogotá cuya localización exacta es reservada.
Los líderes de este proyecto quieren proteger así a los consumidores de drogas que acuden a diario a administrarse opioides.
Esta la primera sala de consumo supervisado de heroína y otras drogas inyectables en Colombia y Sudamérica.
Se llama Cambie y pretende, precisamente, cambiar.
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