1.- Introducción.

En un enfoque de salud pública en la prevención en salud, se distinguen clásicamente 3 elementos donde se pueden ejercer las acciones, independiente o conjuntamente. Estos son: el agente, el huésped y el medio ambiente. Esto puede ejemplarizarse en el caso de una enfermedad infecciosa en que el agente es el microbio causante de la misma, el huésped es el sujeto que enferma y el medio ambiente son las condiciones favorables para que el agente se multiplique y entre en contacto con el ser humano.

El esquema antes señalado también suele ser conocido como el enfoque de salud pública y permite organizar conceptualmente las acciones en forma fácil. Se puede actuar sobre el agente destruyéndolo o impidiendo su multiplicación; sobre el medio ambiente evitando que entre en contacto con el ser humano – un ejemplo de esto es la destrucción de la variedad de zancudo portador del agente de la malaria y que lo pone en contacto, mediante sus fecas, con la piel del hombre dañada por su picadura -; sobre el ser humano mediante, por ejemplo, la vacunación específica.

Este esquema se ha mostrado muy útil en la prevención de las enfermedades infecciosas, y otras, pero requiere de muchos ajustes cuando se trata de las enfermedades mentales, en especial de las dependencias de substancias psicoactivas. Pese a ello, se lo ha utilizado con sus imperfecciones.

Se ha considerado como el agente a la droga, como huésped al hombre y como medio ambiente – en forma casi exclusivamente nominal – a lo social, en sus dimensiones sociológicas y antropológico culturales.

Se han esquematizado las acciones preventivas actuando sobre la oferta y la demanda de drogas. Las acciones sobre la oferta corresponderían, en gran parte, a la acción sobre el agente pero también sobre el medio que la pone a la disposición y estimula el consumo por parte de los usuarios. Sobre la demanda es también la acción sobre el huésped y sobre el medio.

Pero estos esquemas o enfoques adolecen de insuficiencias. No consideran, por ejemplo, que el verdadero agente de las dependencias es el hombre y que la droga ocupa un segundo plano pero esencial. En efecto, la droga, cualquiera que ésta sea, no es dañina o beneficiosa per se sino que, para que sea lo uno o lo otro, depende del uso que de ella haga el ser humano.

Ejemplificaremos lo anterior de este modo: la morfina y el resto de los opiáceos son excelentes medicamentos para calmar el dolor pero, si abusados, pueden producir dependencia en la mayoría de los seres humanos. Las benzodiacepinas son excelentes para el tratamiento de la angustia, del insomnio y de las epilepsias pero abusadas o consumidas por un largo tiempo también producen dependencias. La marihuana tiene grandes virtudes en producir relajación, placer y bienestar, a la vez que se le han descubierto otras propiedades terapéuticas en algunas enfermedades, pero tiene un escaso potencial de producir dependencia en algunos usuarios. Las bebidas alcohólicas tienen efectos saludables pero también, si se abusa de ellas, nocivos para la salud y la sociedad. Otro tanto ocurre con la cocaína y la nicotina y muchas otras substancias de abuso.

Se puede concluir que las drogas en sí no son condenables: todo depende del uso que los humanos hagamos de ellas.

Las acciones sobre el ser humano – agente y huésped a la vez – son complejas pero hay que retener algunos hechos esenciales:

a) Para volverse dependiente no basta con el consumo de la droga con potencial de provocar dependencia. Se requiere que también la persona que la consume sea vulnerable – esto es, tenga predisposición para volverse dependiente – , vulnerabilidad que puede ser física o, casi habitualmente, psicológica – más bien diría psiquiátrica, de afección de su salud mental -, social (medio ambiente familiar y social inadecuados) o espiritual: mundo de valores. Se puede resumir esto señalando que la dependencia es en lo esencial un problema de salud mental.

b) Como el hombre es por naturaleza un ser indigente, esto es, necesitado del otro, está sujeto en buena medida a la realidad de su entorno ecológico, fundamentalmente psicosocial.

Las acciones sobre el medio ambiente deben considerar no sólo el es común con el reino vegetal y animal sino, muy en especial, el que es propio del hombre, que es la cultura, en el sentido antropológico cultural, esto es, con lo que él ha producido por generaciones y sigue produciendo. En un ecología humana hay que considerar su habitat (vivienda, aldea, ciudad, etc.) y lo psicosocial: lenguaje, modo de relacionarse, lo familiar y social, las costumbres, los valores, etc. A este respecto es de importancia señalar que, en gran medida, la epidemia de dependencias a la que asistimos es consecuencia de la sociedad mercantilista y su cortejo de desvalores.
Premunidos de estas reflexiones introductorias, podemos entrar de lleno en nuestro tema del prohibicionismo.

2.- El prohibicionismo.

Es un enfoque que se pretende preventivo y que consiste fundamentalmente en impedir el uso de las drogas mediante, principalmente, dos suertes de medidas: a) impedir el acceso a la droga mediante la prohibición y penalización, su producción, distribución y venta – es fundamentalmente un enfoque policial, jurídico y carcelario; b) penas para la persona que se la encuentra en posesión de ella o consumiéndola. Se ejemplifican en la actual tolerancia cero y guerra contra las drogas y, en el pasado, la ley seca.

Es un enfoque en el que la decisión de la autoridad, habitualmente apoyada en leyes ad-hoc, limita o impide la libertad de las personas en nombre de un bien o mal entendido bien común (según el punto de vista, los valores que se tengan y lo adecuado de la información de que se disponga). En sus casos extremos, no distingue entre la conducta privada de las personas y la que se desarrolla en el espacio público. Hay siempre una clara limitación de la libertad de las personas, una desconfianza en su libre albedrío, una creencia en que las decisiones tomadas por la autoridad son mejores que las que toman las personas. Se hacen pocos esfuerzos para educar y proporcionar una información adecuada, veraz, objetiva. Se desconfía de las personas libres y debidamente informadas para decidir responsablemente acerca de sus conductas. Se termina cayendo en proporcionar sólo información, verdadera o falsa, que vaya en apoyo de lo decidido por la autoridad. No se revisan las políticas y sus supuestos, tampoco se evalúa su costo – no sólo el económico – y su efectividad. Si no funciona, es que falta endurecer la mano, hacer más de los mismo.

Es un enfoque que se autoalimenta, que se rigidifica permanentemente y que se vuelve muy difícil de modificar oportunamente Sólo logra ser revisado lo que el fracaso ha sido absoluto y los costos sociales insostenibles. Tal ha sido el caso de la ley seca en los Estados Unidos.
En sus grados extremos, escapa a toda racionalidad.

3.- La eficacia del prohibicionismo.

¿Ha demostrado el enfoque prohibicionista ser eficaz en la prevención de las dependencias?

Todo parece indicar que no.
Este enfoque no ha logrado controlar la incidencia (aparición de nuevos casos) de las dependencias ni reducir la prevalencia (% total de casos en la población durante un periodo dado de tiempo). De esto hay evidencia estadística en todos los países en que evalúan, científicamente y en forma independiente de las autoridades políticas, estas políticas. En el mejor de los casos, cuando las tasas no siguen creciendo o incluso bajan no significativamente, estos efectos parecen más bien debidos a acciones educativas y sobre la demanda y a cambios en la sociedad que a la guerra contra las drogas o a la tolerancia cero.
Los propulsores del prohibicionismo suelen sostener que esta falta de resultados se debe a que no se hace lo suficiente y piden más de lo mismo, nuevas leyes y penalidades aún mayores.

Por otra parte, se ha ido produciendo una politización del tema, de tipo generalmente horizontal, que apasiona y enceguece impidiendo ver las cosas con objetividad, basada en la evidencia científica. Un ejemplo de esto es lo que ocurre actualmente.