No son pocos los reconocimientos que Enriqueta Ochoa Mangado ha recibido a lo largo de su vida, tanto dentro como fuera de la Comunidad foral. Su pueblo natal, Fitero, la nombró Fiterana del Año en 2007, y, en el aspecto más laboral, la Comunidad de Madrid le concedió en 2006 la Cruz de Plata de la Sanidad Madrileña.

Su experiencia de veinte años a cargo de las conductas adictivas en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid le han convertido en toda una autoridad en estas cuestiones y su voz se escucha en aquellas instituciones relacionadas con drogodependencias. Además, dirige tareas de investigación e imparte clases a los alumnos de los últimos cursos de Medicina y a los residentes MIR en Psiquiatría.

En los últimos veinte años el mundo ha cambiado mucho. ¿También ha cambiado la droga?

– Las drogodependencias evolucionan constantemente, conforme evoluciona la sociedad. Cambian las costumbres y cambian los patrones de consumo. Detengámonos en el alcoholismo, por ejemplo. Ahí teníamos antes una población fundamentalmente masculina de bebedores sociales pero la incorporación de la mujer al mundo sociolaboral la ha conducido igualmente a ese tipo de consumo. Otro dato evolutivo es el reciente fenómeno del alcoholismo juvenil, que tiene unas características de consumo propias muy distintas a las del consumo adulto. Se trata de un alcoholismo de fin de semana relacionado con situaciones de ocio a base de bebidas de alta gradación a la búsqueda de una intoxicación rápida y que, además, enlaza con el consumo de otro tipo de sustancias como el tabaco, el cannabis y psicoestimulantes como la cocaína o las drogas de diseño…

¿También se consume heroína en este ambiente juvenil?

– No. El consumo de heroína está, ahora mismo, más o menos estabilizado, aunque puede que en un futuro tengamos un repunte del consumo de esta sustancia. Actualmente, tenemos una población ya envejecida que lleva muchos años de consumo de esa peligrosa droga y que tiene muchos problemas para dejarlo. Lo que ahora está creciendo mucho entre los jóvenes es el consumo de estimulantes como drogas de diseño, anfetaminas y también de cocaína. Estos consumos están asociados a situaciones de ocio; se trata de un consumo lúdico, sobre el que existe muy poca conciencia de los peligros que conlleva. Somos, desgraciadamente, el país de Europa que más consume cocaína y somos, además, uno de los países en los que la población joven consume más cannabis.

¿Sabemos a qué se debe?

– Realmente no, aunque hay diversos factores que pueden influir. España es el camino hacia Europa en el tráfico de cocaína y cannabis. La propia sociedad ha hecho posible que haya mucha oferta… pero es grave que la percepción de riesgo del consumo de estas substancias sea tan baja.

Se habla mucho de que una legalización de todas estas sustancias podría mermar el tráfico de drogas. ¿Cómo lo ve usted?

– Nosotros trabajamos con drogas legales, como el alcohol y el tabaco, y también con ilegales. El hecho de que sean o no legales modifica bastante las formas de consumo, el acceso a ese consumo, y la visión que la sociedad tiene del mismo. Es cierto que hay una gran polémica en torno a su legalización. La droga en las calles tiene apenas una historia de décadas; en cambio, el alcohol y al tabaco llevan mucho tiempo entre nosotros. Equiparar unas con otras no es posible. Es cierto que hay un gran consumo de cocaína, por ejemplo, pero, en el caso de que se legalizase, aumentaría la oferta y con ella, seguramente aumentaría el consumo. Esto supondría también un incremento en el número de adictos. Un ejemplo clásico nos lo dan las ludopatías. Cuando en España estaba prohibido el juego había pocos ludópatas pero, desde que se ha legalizado, han aumentado muchísimo.

La tecnología ha hecho posibles avances impensables hace pocas décadas en el mundo biológico llegando incluso a corazones artificiales. ¿Los paraísos artificiales seguirán siendo peligrosos?

– Es cierto que la tecnología ha cambiado mucho nuestra vida cotidiana y nuestra vida sanitaria. El problema es que en la búsqueda de paraísos artificiales hay personas que son mucho más vulnerables que otras, como ocurre con la población joven entre la que tanto ha aumentado el consumo de drogas.

¿Existe una casuística de vulnerabilidad?

– La droga nos coloca siempre frente a un mundo de realidades individuales. Hay personas con mayor riesgo de convertirse en dependientes que otras, bien por factor de personalidad, por factores biológicos… Es cierto que cuanto más peligrosa es la sustancia, cuanto más fácil es su acceso, más son los problemas que presenta. En la dependencia hace falta, por un lado, facilidad de acceso a drogas disponibles y, por otro, las condiciones de vulnerabilidad de las personas. Estas condiciones no son generalizables aunque sí que hay edades más propicias que otras, zonas de mayor riesgo, condiciones sociales… Es un mundo muy complejo.

¿Qué lugar ocupa Navarra en esa complejidad?

– La ribera navarra es una zona rica, y su juventud maneja dinero. No sabría decir si está muy por encima o no de la media pero, desde luego, no está por debajo en el consumo de cocaína y de sustancias estimulantes y creo que eso tiene que ver con la existencia de una oferta importante por un lado y con el nivel de renta por otro.

¿Qué le ocurre a una persona que se droga tanto para soportar la infelicidad como para acrecentar la felicidad?

– Al ser humano le gusta alterar su capacidad de percepción…Y eso conlleva sus riesgos, aunque nadie piensa en el riesgo cuando toma su primera droga. Por eso, creo que hay que insistir en las campañas de prevención, concienciar sobre los riesgos que implica el consumo de drogas, especialmente en los muy jóvenes. Y también en los adultos que, además, tienen la responsabilidad de ser un ejemplo para las generaciones venideras.

¿La escuela ayuda?

– La escuela, la familia, la televisión, la sociedad… todos podrían ayudar conjuntamente. Pero la primera tarea es la concienciación del problema. Hay personas que no lo reconocen hasta que tienen problemas muy serios.