Redacción-

Cada vez son más las ciudades de Estados Unidos que cuentan con máquinas expendedoras de naloxona de forma gratuita y anónima. Desde que el presidente Baiden declaró una emergencia de salud pública las muertes por sobredosis, se ha facilitado la obtención de naloxona sin receta, y la expansión de las máquinas expendedoras no ha parado.

La naloxona es el antídoto que puede revertir una sobredosis por opioides como la heroína o el fentanilo. Su efecto es muy rápido, tan rápido que en unos pocos minutos una persona se pone de pie. Casi no hay desventajas en la naloxona, es segura de administrar repetidamente a alguien con sobredosis, no es adictiva y no puede ser mal utilizada para drogarse. El gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, considera que la naloxona es tan segura que a principios de este mes anunció que su estado permitirá que cualquier persona de tan solo 14 años obtenga suministros gratuitos de una farmacia sin receta y sin tener que identificarse.

Nueva York, donde están sufriendo una muerte por sobredosis cada 4 horas, ha anunciado que instalara máquinas dispensadoras de naloxona en aerosol, el formato más fácil de usar. Municipios y organizaciones de todo el país los están colocando en estaciones de bomberos, bibliotecas e incluso iglesias. La Wayne State University en Michigan ya instaló 15 máquinas expendedoras de naloxona en plazas públicas, cárceles locales y su propio campus en Detroit, y ya han repartido más de 19.000 kits.

Un paramédico o la policía tarda casi 10 minutos de promedio para llegar a alguien con una sobredosis. En las zonas rurales, pueden tardar mucho más. Las máquinas expendedoras pretenden revertir esta realidad facilitando naloxona de la forma más fácil y amplia posible, por eso las máquinas expendedoras de naloxona han proliferado en todo el país, desde los condados rurales hasta los campus universitarios y las cárceles.

Uno de los objetivos de estas máquinas también es facilitar la implicación de la comunidad, ya que muchas de las personas que retiran naloxona no son consumidoras de opiáceos, pero si están en relación con personas que lo son.

En los inicios esta iniciativa recibió duras críticas, sobre todo relacionadas con el ambiente de consumo que se generaría alrededor de estas máquinas. Es una profecía que no ha acabado cumpliéndose y las críticas han ido disolviéndose con el paso del tiempo al observar los buenos resultados y que los peores augurios no se han cumplido.

 

Leer el artículo original en theguardian.com