«Se trata de diseñar cigarrillos que tengan más sustancias tóxicas que las que aparecen impresas en las etiquetas y que esta estrategia siga siendo secreta para los consumidores y los legisladores». Este era uno de los principales objetivos de las industrias tabaqueras, y durante muchos años trabajaron para conseguirlo.

Un trabajo publicado en «The Lancet» documenta la estrategia de las tabaqueras para aumentar el consumo y la adicción al tabaco, en vez de para avisar de los problemas de salud que sufren los fumadores.

Gran parte de lo publicado en esta revista se basan en los estudios realizados por la industria tabaquera para evitar a la «International Standar Organization» (ISO), responsables de las máquinas que valoran la toxicidad del tabaco.

Estas máquinas «fuman» de una forma estandarizada, inhalando 35 mililitros una vez por minuto, durante dos segundos, y calculan la cantidad de nicotina y alquitrán que se inhala. Basándose en estos datos se comunicaba a las industrias tabaqueras los límites máximos que se podían incluir en los cigarrillos.

Sin embargo, la mayoría de los individuos no fuman como lo hace la máquina y los investigadores de la industria tabaquera comprobaron que modificando los componentes de los cigarros se podía cambiar el modo de fumar de las personas, de forma que se consumiera más nicotina y alquitrán incluso con cigarros que tuvieran menos cantidad de estas sustancias.

Cómo sortear las normas

La industria averiguó la clave de la cuestión: «Lo importante no es lo que se fuma, sino cómo se fuma». Si se hace de un modo estandarizado, como hace la máquina que usa la ISO para comprobar la cantidad de nicotina y alquitrán que consumimos, se fuma sólo el 30% del cigarrillo. La realidad es que los fumadores habituales consumen el doble de humo de tabaco que lo que calcula la máquina usada por la ISO.

«Desde el punto de vista del investigador y del desarrollo del producto se trata de diseñar cigarrillos que tengan mucho sabor y que absorban mucho alquitrán», decían los investigadores de la industria tabaquera en los años 70.

Otro dato que los investigadores descubrieron es que cuando se fuma más deprisa, la absorción de nicotina y alquitrán aumenta en las siguientes inhalaciones, porque se reduce la filtración al estar menos diluido el aire que atraviesa el papel del cigarrillo y que viene de la boca, llena todavía del humo de la calada anterior. Por lo tanto, los cigarrillos bajos en nicotina acaban haciendo que el paciente absorba más cantidad de nicotina al cambiar el modo de fumar.

Las caladas profundas aumentan la cantidad de nicotina libre que se inhala, y eso aumenta la disponibilidad de esta sustancia tóxica en la sangre, y por tanto su capacidad de hacer daño.

Otro concepto usado por los investigadores de la industria tabaquera es la elasticidad del tabaco, que se refiere a que la posibilidad de aumentar la absorción de nicotina y alquitrán. Esto se consigue modificando los filtros y la permeabilidad del papel.

Por ejemplo si el papel es menos poroso y el filtro está ventilado se puede conseguir que llegue más humo sólo con dar más caladas por minuto. De esta forma, se consigue que el filtro sea menos eficaz, y que se absorba más humo.