La figura del fumador pasivo como individuo con mayor riesgo de desarrollar cáncer de pulmón o enfermedades respiratorias y coronarias está plenamente aceptada por la comunidad médica y la sociedad en general y cada vez son más las barreras impuestas al consumo público de tabaco. Sin embargo, un nuevo estudio que ha seguido a más de 35.000 individuos, no fumadores pero expuestos al tabaco, durante 40 años ha venido a echar por tierra algunas de estas creencias. Parece que estar casado con un fumador no es tan malo como se pensaba.

En la actualidad se acepta un incremento del 25% al 30% en el riesgo de enfermedades cardiovasculares para los fumadores pasivos y del 20% para el cáncer de pulmón. De hecho, la inhalación pasiva del humo del tabaco está formalmente incluida dentro de los factores que originan cáncer y está demostrada también su fuerte asociación con enfermedades respiratorias como la bronquitis crónica y el asma.

Sin embargo, siempre ha existido cierta controversia respecto a los datos ya que todos provienen de meta-análisis, o revisiones de estudios previos, donde es difícil uniformar criterios. Además, la cuantificación del consumo pasivo de tabaco clásicamente se evalúa estudiando a sujetos que nunca han fumado y cuyo cónyuge es fumador activo.

Los autores se propusieron estimar con fiabilidad si existe algún aumento de la mortalidad por cáncer de pulmón, enfermedades cardiovasculares o bronquitis crónica en los cónyuges de fumadores pasivos. Para eso han seguido entre los años 1959 y 1999 a 35.561 de estos sujetos. Sorprendentemente, no han encontrado diferencias significativas en la mortalidad por estas causas respecto a los sujetos cuyos cónyuges tampoco fumaban.

No se encontró ninguna asociación ni siquiera tras corregir para más de siete factores confusores, para cualquier nivel de exposición o una vez excluidos a los participantes con enfermedad conocida previa. Esta es la serie uniforme más larga publicada hasta la fecha. Lo que sí se ha confirmado es una fuerte asociación dosis dependiente entre el consumo de tabaco y el desarrollo de enfermedad coronaria, cáncer de pulmón y bronquitis crónica.

El editorial que acompaña al artículo, ambos publicados en «British Medical Journal» reconoce los problemas derivados de extraer datos epidemiológicos de este tipo a partir de meta-análisis y la posibilidad de que se haya sobreestimado el efecto nocivo del consumo pasivo de tabaco. Y es que es francamente impreciso cuantificar la inhalación pasiva de humo (se utiliza clásicamente a los cónyuges no fumadores de sujetos que fuman), y evidenciar un pequeño aumento del riesgo mediante métodos epidemiológicos convencionales.

Podemos apreciar la imprecisión de estos métodos si tenemos en cuenta factores como el nivel económico y social de los fumadores y sus cónyuges no fumadores. Por ejemplo, en la serie ahora publicada, los fumadores de 1959 y por tanto sus cónyuges, presentaban un nivel más elevado que los no fumadores. Sin embargo el segundo grupo analizado, a partir de 1982, los sujetos fumadores poseen un nivel socioeconómico más bajo, un factor que puede influir decisivamente en el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares.