En la icónica saga futurista Robocop vemos la fusión entre un cerebro humano y un cuerpo robótico -lo mismo que plantearía el manga Ghost in the Shell. Y en su secuela, Robocop 2, lo que sucede cuando conviertes en robot a un drogadicto: que su cerebro sigue necesitando dosis de drogas a pesar de no tener ya el cuerpo físico. ¿Por qué traemos esto a colación? Porque es lo primero que salta a la cabeza cuando leemos lo que han hecho unos expertos en Biotecnología: administrar drogas a un cerebro electrónico para comprobar qué sucede.

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