El presidente Hamid Karzai ha declarado una «yihad» o guerra santa contra las drogas en su intento de que el país no se convierta en un narcoestado mafioso, lo que según Washington podría suponer «una enorme amenaza para la estabilidad mundial».

Hay señales de mejora respecto al año pasado, cuando se produjo un aumento del 64 por ciento en las tierras donde se cultiva la amapola del opio – la base para la heroína y la morfina – en un país que es el mayor productor de heroína del mundo.

El domingo la ONU publicó una encuesta que muestra que los niveles de cultivo de la amapola han caído en la mayoría de las zonas desde los niveles récord de 2004.

«Es la primera vez en tres años que hay un paso en la dirección correcta, pero todavía queda un camino muy largo», indicó ante los periodistas el secretario de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores Bill Rammell.

El Gobierno de Karzai ha creado un Ministerio para Contrarrestar los Narcóticos, y también está intentando cubrir los agujeros crediticios de los granjeros y animarles a que cambien a otros cultivos como el trigo.

Rammell dijo que están animados por esos cambios y dio la bienvenida a la formación de policías anti narcóticos así como de equipos de detección de drogas.

Tres años después de que las tropas lideradas por Estados Unidos derrocaran al gobierno de los talibanes, el responsable británico aseguró que su país sigue comprometido con Afganistán a largo plazo, y añadió que espera que este año se produzcan importantes detenciones relacionadas con el tráfico de drogas.

Estados Unidos ha destinado 700 millones de dólares para la lucha contra este tráfico, mientras que el Reino Unido ha destinado otros 100.

Un informe independiente encargado por el Gobierno británico dijo que la creencia de que las autoridades afganas se muestran comprometidas en su intento de acabar con las drogas ha reducido la plantación de opio.

Pero el informe preparado por el consultor David Mansfield asegura que no hay que mostrarse complaciente, puesto que «falta por ver si las reducciones de este año (…) pueden ser mantenidas».

«Los precedentes históricos y la realidad actual de la subsistencia rural en Afganistán no sugieren que el progreso será tan lineal como les gustaría a los que hacen las políticas», indica.