Es un misterio que ni legisladores ni juristas saben resolver a día de hoy. ¿Está permitido disfrutar de un cigarrillo electrónico en un bar? La reciente entrada en vigor de la ley antitabaco ha multiplicado las ventas de este producto hasta el punto de dejar desabastecidas las farmacias y verse complicada su adquisición a través de Internet. El artilugio en cuestión, llamado también cigarrillo digital, e-cig y de varias otras formas más, se ha convertido en un auténtico éxito de ventas que ha desconcertado a las propias autoridades sanitarias. Nadie, en ninguna Administración española, sabe a ciencia cierta si se puede consumir en establecimientos hosteleros… Existen muchas dudas, un completo vacío legal y muy pocas, contadas, certezas. Una de ellas, por ejemplo, que el cigarrillo electrónico no se fuma, sino que se «vapea». Y de momento, que se sepa, no hay ley que impida «vapear» en ningún sitio. Pero, ¿ya es sano esto del «vapeo»?

El cigarrillo electrónico no es nuevo. Lo inventaron los chinos en 2004 a la vista de las prohibiciones contra el tabaco cada vez más crecientes que se estaban dando en todo el mundo. A pesar de su nombre tiene poco de cigarro, salvo su apariencia: la forma cilíndrica, el vapor que hace las veces de humo y poco más.

Vapor de agua

La nueva ley antitabaco lo ha convertido en todo un éxito de ventas. En los últimos dos meses, la demanda se ha multiplicado por diez y en las farmacias no puede decirse que sea imposible, pero sí muy difícil conseguirlo. El grupo farmacéutico Cofares asegura que hasta el pasado mes de noviembre comercializaban unos 200 «kits» al mes. Ahora distribuyen 2.000. El «pitillo del siglo XXI» consiste, en realidad, en un sistema electrónico de vaporización que permite simular el hábito de fumar. No genera humo sino vapor de agua, lo que ha permitido acuñar el término «vapear», aún no reconocido por la Real Academia Española de la Lengua, para referirse al consumo de este producto. No es un fármaco, pero está autorizado por la Agencia Española del Medicamento, lo que permite su distribución a través de la red de farmacias.

El prospecto de una de las tres marcas que se comercializan -«Cigar-Clean», «Arko-Cig» y «E-cigar»- sostiene que con él «se puede fumar sin ingerir toxinas cancerígenas ni otros ingredientes nocivos para el organismo». Su éxito, más que a razones de salud, responde en realidad a otros motivos, también recogidos en el folleto. «Usted tendrá la posibilidad de fumar en la mayoría de los espacios públicos donde está prohibido hacerlo con un cigarrillo tradicional; pero de una manera más saludable, ya que el humo del cigarrillo electrónico es sólo vapor».

¿Y es esto verdad? Sí, hasta cierto punto. Desde el ámbito jurídico, en principio, no parece que hay nada que impida a un «vapeador» sacar su pitillera con sus cartuchos y disfrutar en cualquier local de unas buenas «vapeadas». Las cargas de los cigarrillos permiten unas 350 caladas, que vienen a ser el equivalente al disfrute de unos 30 cigarrillos convencionales (los amantes de la cosa electrónica los llaman cigarrillos analógicos). Tienen sabor a tabaco, menta, vainilla, fresa, café y manzana. Antes los había también con nicotina, pero ahora los de este tipo sólo pueden adquirirse a través de Internet. Su distribución en farmacias está prohibida.

Los juristas que han elaborado las leyes antitabaco no lo tienen tan claro. Unos apuntn que, si se tiene en cuenta la legislación vigente, «parece obvio» que las cargas de nicotina no pueden «vapearse» en los bares porque «sería tanto como fumar, que está prohibido». No son los únicos que dudan. La Consejería de Salud de Andalucía ha anunciado que encargará al Laboratorio del Tabaco de la Junta un análisis detallado de los componentes de estos peculiares dispositivos para saber a qué atenerse.

Dejar el hábito

Los clubes de fumadores de cigarrillos electrónicos, que ya proliferan por Internet, tienen claro que «»vapear» es legal». «Las leyes antitabaco -se lee en vapeando.com- no incluyen a los cigarrillos electrónicos puesto que no tienen tabaco, ni existe combustión, ni se suelta humo (es vapor)». Aún así, recomiendan advertir al hostelero de lo que se está haciendo para evitar malentendidos. «Puede que el resto de los clientes piensen que hay alguien fumando, aunque no sea así. Puede también que un no fumador se enfade, o que un fumador se encienda un cigarrillo pensando que él también puede».