Los seis millones de fumadores españoles —de un total de 10— que tienen intención de dejar este hábito no deberían recurrir a sustitutos de la nicotina como los parches y los chicles de forma aislada si desean tener éxito en su empeño.

Esta es la principal conclusión de un estudio estadounidense que revela que, a pesar del creciente uso de estos productos, su eficacia, cuando se emplean de forma aislada, no va más allá de los tres meses. Pasado este periodo, no ofrecen ventajas y se ha comprobado que la tasa de recaída no difiere entre este grupo y el de los que intentan dejar este hábito por las «bravas», es decir, sin apoyarse en ningún tipo de terapia.

Adicción

El trabajo, publicado esta semana en el «Journal of the American Medical Association» (JAMA), constata un hecho conocido para los expertos en la lucha antitabaco: estas sustancias sólo alivian la adicción a la nicotina y, al igual que ocurre en otras drogodependencias, ésta es sólo una parte del problema.

«No nos sorprenden los resultados», argumenta Francisco Javier Álvarez, neumólogo responsable de la Unidad de Tabaquismo del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. «Tan o más importante es hacer un correcto seguimiento sanitario y prestar apoyo psicológico. Sólo así se controla la ansiedad y se lucha contra la costumbre y la adicción social», agrega.

El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de California, en EEUU, demuestra que no existen remedios milagrosos a la hora de hacer frente al tabaquismo. Los autores concluyen que los resultados favorables obtenidos en los ensayos clínicos realizados con estas ayudas farmacológicas no son extensibles a la población general y aducen que las diferencias en el grado de motivación (mayor entre los que participan en una investigación médica controlada) y en cómo se evalúa la tasa de éxitos (la duración de la abstinencia varía de un estudio a otro) pueden explicar estas discrepancias.

Los datos proceden del análisis de una importante encuesta telefónica poblacional sobre el consumo de tabaco que se lleva a cabo anualmente en California desde 1990. Los investigadores se centraron en la información de los sondeos realizados en 1992, 1996 y 1999, en los que se entrevistó a más de 15.000 personas.

Entre otras cuestiones, a los participantes se les interrogó sobre si fumaban, si habían hecho algún intento por dejar el tabaco en el último año durante, al menos, un día o más (tiempo mínimo para que la tentativa se considere significativa), si en éste habían empleado alguna ayuda farmacológica o de otro tipo y cuánto tiempo consiguieron estar sin fumar la última vez que lo intentaron.

A lo largo de los siete años que cubre el periodo analizado, el porcentaje de fumadores que trató de dejar el tabaco creció más de un 60%. Al mismo tiempo, casi se triplicó el uso de sustitutos de la nicotina. El consumo de estos productos se disparó a partir de 1996, año en el que empezaron a comercializarse en EEUU sin necesidad de receta médica y fecha a partir de la cual se iniciaron fuertes campañas publicitarias.

Pero los investigadores comprobaron que casi un 37% de los que los emplearon consumía menos de 15 cigarrillos diarios, una cifra por debajo de la cual los ensayos clínicos no han podido demostrar que estas ayudas farmacológicas tengan ventajas. «Muchos son lo que conocemos como fumador social. Su nivel de adicción a la nicotina es bajo y esta terapia puede aportarle poco», explica Álvarez.

Muchos utilizaron el sustituto menos tiempo del indicado: la media fue de 14 días, cuando la duración aconsejada para superar los problemas de la abstinencia es de tres meses. El mayor porcentaje de éxito se registró precisamente entre aquellos que usaron el producto más de 12 semanas.

Precio

El precio de parches y chicles es, en opinión de los autores, otro elemento disuasorio para dejar este hábito. Los que pagaron la terapia de su bolsillo la dejaron antes que aquellos cuyo seguro se la cubrió a medias o por completo. Los expertos españoles cuestionan, sin embargo, la aparente influencia negativa del coste del tratamiento de deshabituación tabáquica.

«Se ha observado que, a veces, la motivación aumenta cuando cuesta un poco. Hay centros [privados] que piden una fianza al fumador y le van devolviendo el dinero según vaya acudiendo a la consulta. Es una forma de fomentar que no abandonen», puntualiza Álvarez.

De hecho, los fumadores nacionales sufragan por sus propios medios estas sustancias aunque reciban asistencia en un centro público. No obstante, en algunos casos es más económico que mantener el hábito: un tratamiento completo con parches de tres meses de duración ronda los 180 euros. Un fumador de tabaco rubio de una cajetilla diaria se gastaría en este tiempo cerca de 300.

En cualquier caso, los especialistas coinciden en la necesidad de destinar más recursos a la lucha contra el tabaco y de favorecer un uso adecuado de estas herramientas combinándolas con terapias de apoyo psicológico. «Los sustitutivos nicotínicos no son armas para rechazar, porque bien empleados y con un correcto seguimiento son útiles. Pero su rentabilidad sin un asesoramiento médico previo y un seguimiento durante al menos las cuatro primeras semanas de abstinencia es baja», sentencia el neumólogo sevillano.

Hasta los propios adictos reconocen la necesidad de este tipo de apoyo. Una encuesta realizada por el área de tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología entre la población fumadora reveló, para sorpresa de este colectivo médico, que la mayoría cree que el profesional que más les puede ayudar a apagar definitivamente el cigarrillo es el psicólogo.

Exceso de triunfalismo


La psicoterapia combinada con un sustitutivo de la nicotina (preferentemente parches o chicles) o con un antidepresivo (como el popular bupropion) ha demostrado ser la mejor aliada para combatir el tabaquismo.

Aún así, la tasa de éxito no supera el 35% al año. Una cifra considerable si se tiene en cuenta que con la mera voluntad menos de un 5% de los fumadores arroja el cigarrillo, con un consejo médico lo logra un 10% y sólo con productos farmacológicos los mejores resultados no van más allá del 20%.

Aunque algunos fabricantes aseguren obtener mejores cifras. Esta misma semana, la ASA, el organismo que regula la publicidad en el Reino Unido, ha concluido que un reciente anuncio de una conocida terapia antitabaco comercializada por el gigante farmacéutico GlaxoSmithKline (GSK) es confuso y excesivamente triunfalista.

El mensaje comercial insertado en medios de comunicación asegura que el producto en cuestión triplica las oportunidades de éxito de los fumadores en su batalla contra el pitillo. «Te ayudamos a ser lo que tu quieres: un ex fumador», promete la compañía, que basa su afirmación de multiplicar por tres la tasa de abandonos en los resultados de un ensayo clínico realizado entre 1.800 fumadores británicos.

La ASA ha considerado que GSK ha exagerado los datos estadísticos reales de esta investigación, después de que revisara el tema a raíz de la reclamación presentada por uno de sus principales competidores en el mercado de la deshabituación tabáquica, Pharmacia, laboratorio que también fabrica parches, chicles y sprays de nicotina.