¿Fuma la madre? ¿Y los otras personas que viven en la casa o las visitas? Éstos últimos, ¿suelen consumir cigarrillos dentro o en la calle? Éstas tres preguntas pueden ser de gran ayuda para identificar si los bebés se encuentran expuestos a los peligros del humo ambiental del tabaco. Así lo asegura una investigación que aparece en «Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine».

En los últimos tiempos, la Asociación Americana de Pediatría ha destacado la importancia de que los pediatras determinen si los bebés que tratan son fumadores pasivos. Un anterior trabajo, publicado en «Pediatrics», recalca además el papel de estos especialistas a la hora de conseguir que los progenitores abandonen el hábito.

El análisis de la presencia de cotinina en el pelo de los pequeños es uno de los métodos que más eficazmente determina la exposición a los cigarrillos. Se trata, sin embargo, de una técnica «que a menudo sólo se encuentra disponible en los emplazamientos académicos y que es cara», según recoge el nuevo ensayo.

Los autores de la Escuela Universitaria de Medicina y Salud Pública de Ohio (EEUU) decidieron comparar dicho método, considerado el más eficaz en esta materia, con una serie de cuestionarios que indagaban sobre el hábito tabáquico de los cuidadores principales de los bebés -las madres principalmente- y de las personas que los rodean.

Se estudiaron los casos de 291 niños sanos de entre dos semanas y tres años de vida. Como recoge el artículo, los pequeños que se exponen con esta edad al humo de los cigarrillos presentan un mayor riesgo de padecer neumonía, bronquiolitis, asma u otitis, así como de ser hospitalizado.

La mayoría fuma en casa

Además de tomar una muestra del pelo de los bebés, provinientes de un hospital infantil dirigido a personas con pocos recursos, los investigadores entrevistaron a las madres. De ellas, el 41% se declaró fumador -con una media de 10,9 pitillos por día- y de este porcentaje un 80% reconoció fumar dentro de su casa.

«Al comparar la información del cuestionario con el análisis de la cantidad de cotinina en el pelo de casi 300 niños menores de tres años, fue posible desarrollar un modelo de tres preguntas para determinar el riesgo de cada niño fruto de la exposición al humo ambiental», afirma el ensayo.

Aunque esta técnica no ha sido probado en la práctica clínica -como los propios autores reconocen- parece que ofrece una fórmula eficaz y sencilla para que los pediatras reconozcan si los bebés son fumadores pasivos.

El estudio propone que primero se debe conocer si la madre es fumadora y, en caso negativo, preguntar si el resto de los habitantes de la casa o las visitas suelen consumir tabaco y si lo hacen dentro de la casa.

«Nuestros hallazgos son aplicables a los niños de hogares con ingresos bajos y que tienen un riesgo alto de morbilidad, asociada a la exposición al humo ambiental, provocado por su corta edad», aclara el ensayo.