La importancia de evitar que los menores fumen no responde sólo a que sus pulmones aún se están formando. Un novedoso estudio pone de manifiesto que la variabilidad del ADN que predispone al «vicio», presente en alrededor de cuatro de cada diez estadounidenses de origen europeo, multiplica las probabilidades de que el adolescente fumador desarrolle dependencia a la nicotina, es decir, que siga siéndolo durante toda su vida.

Así lo evidencia un estudio de la Universidad de Utah, que analizó a unos 3.000 fumadores de larga duración, de los que se obtuvieron datos como la cantidad fumada y la edad de iniciación. También recopilaron muestras de ADN de todos ellos y descubrieron que los que tenían una variación -conocida como polimorfismo de nucleótido único- en un gen relacionado con los receptores cerebrales de la nicotina presentaban más vulnerabilidad al tabaquismo.

Aquellos que presentan dos copias del gen -presentes en entre un 38 y un 41% de los estadounidenses blancos- tenían hasta cinco veces más probabilidades de convertirse en fumadores crónicos si fumaban antes de los 17.

«Sabíamos que quienes empiezan a fumar muy jóvenes tenían más papeletas para ser fumadores adictivos para toda la vida», asegura Robert Weiss, profesor de Genética de la Universidad de Utah y director del informe. «El hallazgo sugiere que la influencia de los genes expresados en la adolescencia contribuye a aumentar el riesgo de desarrollar una adicción severa desencadenada por la exposición precoz».