Varón, soltero, sin hijos, con una edad media de 31 años, consumidor de varias drogas, fundamentalmente de cocaína, nivel socioeconómico medio, parado aunque cada vez son más los que tienen empleo, con problemas con la justicia aunque en menor medida que hace una década. Este es el perfil del drogodependiente de la Comunidad de Madrid en estos primeros años del siglo XXI. Un prototipo que se parece poco a la figura del adicto que muchos recuerdan y que corresponde al perfil del drogadicto de la década de los ochenta.

Así se desprende de un estudio de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid, al que ha tenido acceso ABC, en el que se revela que el perfil del drogodependiente de la región ha evolucionado muy rápidamente en tan sólo seis años, de tal manera que si en 1996 el prototipo del drogadicto todavía tenía rasgos comunes con el de los años ochenta, en 2003 esta figura ha registrado un vuelco sustancial.

La década «maldita»

En los años 80, una década «maldita» en la que el consumo de heroína se cebó en España y en concreto en Madrid de manera dramática, creó un perfil de drogadicto cuyas características eran las de una persona muy marginal, pequeño delincuente, de un estrato sociocultural y económico bajo y al que se añadían las lacras de la pobreza, enfermedad, incultura y delincuencia.

Este prototipo se mantuvo con pequeña variaciones hasta 1996, año en el que el perfil de los pacientes que accedían a la red asistencial de la Comunidad de Madrid eran las de un varón soltero, con hijos, de una edad media de 29 años, nivel socioeconómico medio-bajo, con problemas judiciales y en su gran mayoría (el 88 por ciento) sin empleo. Era además un consumidor de heroína como droga principal como lo demuestra que así ocurría en el 43 por ciento de los casos.

En 2003 muchas de estas características han cambiado. Así, el nuevo paciente drogodependiente en tratamiento, de acuerdo con los datos de la citada Agencia, mantiene un grado de «normalidad» mayor al de hace unos años, es decir está más integrado en la sociedad, en términos generales.

Nos encontramos ante una persona de clase media, que en líneas generales no tiene una problemática de delincuencia, aunque mantenga todavía causas pendientes. Aunque mayormente no trabaja, el número de personas con un empleo es tres veces mayor que el registrado en 1996. Dicho de otra manera, el porcentaje de parados se ha reducido hasta el 62 por ciento. En su mayoría siguen siendo varones (el 80 por ciento), el estado civil es el de soltero y lo que no ha cambiado en términos generales es la manera en la que se ha introducido en el mundo de la droga, es decir, a través de los amigos.

Cambio sustancial

Donde sí se ha producido un cambio sustancial ha sido en el consumo de drogas. La cocaína ha desplazado a la heroína como la principal droga consumida. No obstante, la preponderancia de la heroína ha dado pie a un policonsumo c (cocaína, alcohol, cannabis, anfetaminas, etc.

) encabezado por el «polvo blanco» que ya ha desbancado a la heroína como principal droga consumida. El estudio analiza las causas y razones de este cambio en el prototipo del drogodependiente. Varias son las razones, muchas de ellas producidas en paralelo.

En primer lugar el estudio de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid cita el cambio de percepción que se produjo respecto a la heroína. Después de años de producir un elevado número de muertes, la población llegó a identificar a la heroína como una sustancia altamente letal y que estigmatizaba «y que no permitía el más mínimo «escarceo» sin caer en sus redes». Unido a ese aumento de la percepción del riesgo de esta peligrosa sustancia, una parte importante de los consumidores de ese tipo de droga fueron falleciendo bien por sobredosis, adulteración, SIDA u otras enfermedades contagiosas como la hepatitis. Se redujo de esta manera terriblemente dramática la cifra de drogodependientes enganchados a la heroína.

Junto a ello, se produjo un importante cambio sociológico sobre la finalidad del consumo de drogas. De esta manera, frente al uso «evasivo» de años anteriores, el nuevo consumidor buscaba una finalidad que se podía denominar «recreativa».

El descenso de la demanda de heroína, producida por todas las causas anteriores, provocó que los traficantes modificaran su «oferta» en el mercado e introdujeran masivamente la «coca».

Los programas de atención

De una forma también paralela a estos cambios en la oferta y la demanda de las drogas se produce un nuevo hecho ajeno al mundo interno de los estupefacientes: la apertura por parte de la Administración de nuevos caminos para ayudar a los drogodependientes a salir de su adicción. De esta manera se pusieron en marcha los primeros programas que la Agencia Antidroga de la Comunidad denomina de «reducción del daño» que de manera inicial se basaban, entre otras, en el intercambio de jeringuillas, por ejemplo.

«A través de estos programas muchos toxicómanos que no se sentían atraídos por los programas de tratamiento normalizados, -afirma el estudio- comenzaron a entrar en la red asistencial a través de los programas de reducción del daño, desde los que eran derivados a programas de tratamiento con mayor facilidad».

En estos programas de tratamiento se incorporó también durante los años noventa una novedad: la metadona, que en su día «revolucionó» las posibilidades de tratamiento. «Los programas de mantenimiento con ese sustitutivo opiáceo, bajo estricto control médico -asegura el estudio- han contribuido en gran medida a normalizar la vida del drogodependiente, que, en numerosos casos, pasa a convertirse en un paciente crónico con una gran estabilidad y vida familiar normalizada».

«El punto culminante, en este sentido, lo representa -añade- la dispensación de metadona a través de farmacias, modalidad que cuenta en estos momentos con más de mil pacientes en la región».

A ello cabe añadir la apertura hace cuatro años y medio en el poblado marginal de las Barranquillas de la primera «narcosala» de España, atendida por personal sanitario. Allí los usuarios de drogas por vía intravenosa pueden inyectarse la sustancia en cabinas en las que se les facilita el material estéril para reducir los riesgos asociados al consumo y evitar contagios.

Nuevos cambios

Todos estos cambios en el perfil del drogodependiente han tenido su repercusión a la hora de abordar la creación de recursos. Como ejemplo, la Agencia Antidroga abrió el Centro de Atención Integral al Cocainómano, hasta ahora único centro monográfico en Europa dedicado al tratamiento de la dependencia a esta sustancia. Además, los Centros de Atención Integral al Drogodependiente (CAID), han reorientado su trabajo, de tal manera que han puesto mayor énfasis en el tratamiento sicológico y siquiátrico, el único existente hasta ahora para la dependencia de la cocaína y el policonsumo.