«Hay que tomar en serio la prevención y la lucha contra las drogas», dice Hernán Matute Brouzés, «ante el aumento de su consumo, la disminución de la edad de inicio, el crecimiento y la consolidación del policonsumo en Venezuela». Por ello como director de la Cátedra Libre Antidrogas (Cliad) de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador lidera la campaña del mes de la Prevención durante la cual se habrán colocado medio millón de lazos azules entre los diferentes organismos e instituciones a quienes invita a repensar los planes operativos para contrarrestar «la adicción» a las sustancias, por ser una enfermedad progresiva, engañosa, crónica y mortal, y para proporcionar asistencia y tratamientos a los caídos en las redes del narcotráfico.

«Si chequeamos las estadísticas en los últimos 25 años, observamos cómo ha venido descendiendo preocupante y peligrosamente la edad de inicio en las adicciones. Hace un cuarto de siglo, el inicio se realizaba en una banda que iba desde los 15 a los 18 años. Hoy, la banda la tenemos entre los 9 y 11 años de edad», dijo el director del Cliad el pasado 26 de junio durante el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas.

Por fortuna, dice el educador, no está en ese grupo etario la mayor concentración de consumidores, que más bien se ubica entre los 18 y 25 años, y la segunda banda va desde los 11 a los 18 años de edad, con el agravante pernicioso de que en estos rangos está presente el policonsumo y combinación de sustancia legales e ilegales al mismo tiempo.

Adicionalmente, en las escuelas y liceos no hay grandes controles para evitar el consumo y sólo hay tímidas campañas en contra. «La violencia escolar tiene como carburante a las drogas y al excesivo consumo de alcohol, y nadie quiere reconocerlo. Dentro de los liceos no hay acompañamiento, ni intervención profesional especializada de calidad, en los escenarios donde se han reportado problemas de drogas, y cuando aparece, ya han corrido dos o tres años de la denuncia, siendo su atención tardía y descontextualizada», indica el director del Cliad.

Las alcaldías tampoco asumen el problema de forma sistemática y más bien «ofrecen un débil, esporádico e incompleto apoyo tanto a la prevención como al tratamiento» del consumo en los jóvenes. Mientras los padres y representantes se ubican al margen y han «naturalizado la situación, habituándose a convivir, tolerar, y permitir que ocurra». Según el Cliad, podrían ser las secuelas de una desesperanza aprendida que los hace decir «que ya no se puede hacer nada», «que eso siempre ha sido así» y «que no se puede cambiar».