Hace dos semanas abordamos el tema de la descriminalización del consumo de drogas como una manera de acabar con la letal red delictiva que rodea ese negocio (que es lo peor de todo) y dedicar todo el esfuerzo y el dinero a campañas educativas y al tratamiento médico de los adictos.

Esta alternativa costaría fracciones apenas del inmenso gasto policial y militar que se emplea, infructuosamente, contra el tráfico de drogas. Sugerimos que este asunto debería ser materia de una conferencia mundial, tal como las que se convocan para temas como el cambio climático. Ningún país puede hacerlo solo y aisladamente.

En el corto plazo, el del tráfico de drogas y la red criminal que lo hace posible, es más importante y urgente que el del cambio climático y requeriría de un acuerdo mundial para legalizar el consumo y abordar el tema desde la perspectiva antes señalada, como opción alterna.

Estamos conscientes de que este no es un tema fácil y sí muy polémico, pero insistiremos en él habida cuenta de que el propio presidente de la República, aunque sin mencionarnos directamente, trató de refutar nuestro planteamiento, aludiendo a un «editorial» que había planteado lo que calificó de «disparate» y de «locura».

La verdad es que calificativos aparte, nos complace que Chávez haya considerado la importancia del tema hasta el punto de polemizar sobre él.

Esto revela que al menos ha pensado sobre el asunto, aunque, por lo visto, lo descarta. Ojalá que sea «por ahora». Porque si para algún país es de importancia capital comenzar a discutir seriamente esta posibilidad es para el nuestro. Somos el puente natural para la droga que sale de Sudamérica, sobre todo de Colombia, hacia el resto del mundo, en especial para Estados Unidos y Europa, pero a esto se añade el hecho altamente preocupante de que nos estamos transformando en país de alto consumo y están tomando cuerpo las organizaciones criminales que manejan la distribución. La alta tasa de criminalidad en los barrios populares está muy directamente ligada a la lucha entre clanes criminales por el control del «mercado». Adicionalmente, el Presidente no puede ignorar que el narco ha penetrado sectores del Estado y de las Fuerzas Armadas y policiales, el peligro de lo cual sería imposible de exagerar.

Por lo mismo, la convocatoria de una conferencia mundial sobre el tema del narcotráfico y su eventual descriminalización debería estar en la agenda de la ONU. Algún gobierno debería plantearlo.

No ignoramos la maraña de intereses creados y de poderes económicos y políticos vinculados a la droga, así como de los lazos de estos con las mafias y carteles criminales que manejan la producción y distribución. Esta maraña es el principal obstáculo para un nuevo enfoque sobre el tema. Ganan mucho con el tráfico y ganan mucho con el negocio paralelo de la venta de armas y del poder político financiado por la droga. Pero si la humanidad no quiere verse confrontada a corto plazo con el crecimiento exponencial de esta calamidad criminal, el debate sobre la legalización del consumo tendría que recibir un tratamiento de urgencia. En lugar de rechazarlo a priori valdría la pena que Chávez pensara en esto sin prejuicios y sin moralina.