Siempre se había afirmado que Venezuela era un país puente en materia de tráfico de drogas por su privilegiada conexión geográfica y conexiones tanto a Estados Unidos como a Europa. Pero esa condición limitada pareciera que está cambiando. El reciente informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la Organización de Naciones Unidas, correspondiente al año 2008, señala que «en la República Bolivariana de Venezuela se desmantelaron 13 laboratorios de fabricación ilícita de cocaína en 2007 en los estados Zulia y Táchira, cercanos a la frontera con Colombia».

Algunas noticias de decomisos internacionales también parecen evidenciar que algo evolucionó en Venezuela en relación con el tráfico de drogas. En enero del año pasado, en una operación conjunta de las policías de Portugal y España se decomisó una importante cantidad de cocaína que venía camuflada en 635 cajas de pulpo congelado procedentes de Venezuela.

El peso total de la carga era de 25 toneladas y en aproximadamente la tercera parte se consiguió la cocaína mezclada con una solución acuosa.

En mayo de 2008 la policía de Valencia, España, detectó 6 kilos de cocaína que venían ocultos dentro de monitores de televisión procedentes de Venezuela.

En julio, la Marina española detuvo la embarcación Río Manzanares, de bandera venezolana, en la que incautó 2.500 kilos de cocaína. Los narcotransportistas pretendían acercar el buque a las costas de Galicia y desde allí unas lanchas rápidas se encargarían de llevar la droga a tierra firme.

Además de la tripulación del Río Manzanares fueron detenidos 4 empresarios y armadores gallegos.

En noviembre pasado, esta vez en tierras venezolanas, la Guardia Nacional decomisó en el puerto de La Guaira 289 kilos de cocaína oculta dentro de un contenedor de cocos que iba a ser embarcado a España.

Lo curioso en esa oportunidad es que el alijo iba dentro de los cocos. Del total de 16.000 cocos, repartidos en cajas de madera, empaquetados y listos para el envío, cerca de 1.000 estaban rellenos de droga.

La incautación más reciente resultó también la más ingeniosa. Esta vez fue la Policía Nacional española que en Barcelona interceptó una caja que contenía una vajilla completa de 42 piezas de tazas, platos y vasijas de un color azul brillante con una gran flor amarilla decorativa. Se pudo detectar que la porcelana de la vajilla estaba compuesta en un alto porcentaje de cocaína. Se calcula que cuando se separen los componentes quedarán alrededor de 20 kilos de droga de alta pureza. La caja con la vajilla fue enviada desde Maracaibo, vía Londres, con destino final Barcelona donde se iba a filtrar y luego distribuir en Cataluña. Un ciudadano español, el destinatario del insólito envío, fue detenido.

Como puede deducirse de estos casos en Venezuela operan bandas que poseen la tecnología, imaginación y capacidad para diluir y colocar cocaína de las más variadas formas, mezclada con pulpos congelados, dentro de cocos o como material de elaboración de vajillas… Y no sabemos de otros sistemas con los cuales lograron «coronar» la operación sin ser detectados.

Esto implica unos niveles de sofisticación delictiva, de inversión y tecnología que no están al alcance de las mulas ni de pequeños traficantes.

Pareciera que Venezuela está entrando en una nueva dimensión del tráfico de cocaína.