Dos usuarios del programa de desintoxicación de cocaína de Proyecto Hombre en Jerez accedieron a contar sus experiencias con el consumo bajo la condición de anonimato. El es un hombre de algo más de 40 años de aspecto sano, reside en Cádiz y está casado. Ella es una joven de unos 30 años que vivió sus años de consumo en Madrid.

La primera vez

Ella: Fue en la presentación de un disco en Madrid. Siempre había salido con consumidores y dije a unas amigas que quería probarla. Fue una decepción. Pensé que qué tontería, una cosa que no hacía nada.

El: Fue en un pub a modo de juego. Una gente que conocía de vista me invitó a probarla. No sentí nada, aunque quizá el ambiente de la música te daba un poco de euforia. Pasó tiempo entre esa vez y la siguiente porque me dio miedo, vértigo.

El enganche

Ella: Las siguientes veces que la probé descubrí que me hacía sentir bien. No sentía remordimientos. La cocaína te da una lucidez y un estar bien, evita cualquier mal rollo. Empecé a salir tres veces en semana y después todos los días, siempre consumiendo. Trabajaba como podía. Aunque sólo consumía por la noche y no iba puesta al trabajo, me costaba concentrarme. Había un bar en el que podías consumir abiertamente y, de hecho, el dueño del bar, que tenía unos 70 años, pasaba. En los círculos en los que me movía estaba bien visto. Disfrutaba de aquella vida y todavía hoy la echo de menos, pero soy consciente de que estaba cayendo en un pozo. Pero qué quieres, vivía sola y hacía lo que quería.

El: Coqueteaba con la coca, pero controlaba. Fue a raíz de un problema que me fui de cabeza. Me mentía a mí mismo diciendo que seguía siendo un juego, pero ya estaba claro que era un juego peligroso. Los viernes nos juntábamos tres amigos y aquello se convirtió en una institución. Si salíamos sin cocaína no era lo mismo, no nos sentíamos a gusto. El fin del viernes por la noche era lanzarnos a consumir cocaína, que era el objetivo último de esas salidas. Ya después añadimos el miércoles a la salida, y el lunes porque el domingo no había quien lo aguantara. Entre semana se fue haciendo normal el consumo. La coca era el centro de todo. Nada de pareja, apagar los móviles, que nada nos molestara.Tienes que compartir, tienes que consumir y tienes que presumir. A veces consumía en un bar, a veces en un coche para no dar mucho el cante. A mí me gustaba mucho el previo, el momento en que has llamado y estás esperando. Se te pone el corazón a cien porque te va a llegar lo que llevas todo el día esperando. El antes de era maravilloso, era, para qué me entiendas, como una preparación erótica.

El camello.

Ella: No he pillado nunca directamente, no sabía comprar. Simplemente nos ocupábamos de que no faltara, saber que se tiene para pasar la noche tranquilos, aunque si te falta, pillabas y ya está. Tenía amigas con su distribuidor de confianza que venía a donde estábamos.

El: Empecé a comprar a través de un amigo que se encargaba de que nos la trajeran. Después me presentaron a esa persona, que era mi único proveedor hasta que ves que la hora que quieres no coincide con la de tu camello y te buscas otros contactos. Eso va saliendo solo, la gente se da cuenta, te ve, un gesto basta y con mucho arte se acerca. No eres un bicho raro, como con otras drogas. La cocaína no está mal vista, no hay corte en entrar. El «camello» no tiene nada de especial. Va bien vestido, es simpático, no se asocia con una imagen degenerada. Más bien, buen aspecto. Incluso se queda un rato y se mete algo contigo.

El problema

Ella: Me asusté cuando tenía necesidad de consumir durante el día. No dependía de mí misma, sino de mi necesidad de meterme algo. Mi vida no era mía. La pandilla con la que me metía iba como del rollo hippie, aunque yo les llamaba pihippies porque eran gente de mucho dinero que no se dedicaba a hacer nada, sino a cantar o a una galería de arte. Consumían en fiestas privadas de muy poca gente, un círculo muy cerrado y, aunque había otras drogas, la protagonista era la cocaína. Pasaba las noches por ahí con un tren de vida por encima de mis posibilidades .

El: Me costó darme cuenta de que la cocaína era un problema. En el momento en que tuve que empezar a dar explicaciones, que tapar cosas… y después el problema económico. Cada vez que tenía angustia por algo recurría a la cocaína. Lo piensas un segundo y ves que es cíclico. Cualquier problema con el trabajo, con la pareja… la solución era una raya. Todo lo que te interesa está en función de ella. Mentía a todos, a mi padre, a mis hermanos… Yo sé que aquí pasa algo, me dijo mi mujer, o me lo cuentas o te pongo la maleta en la calle. Y se lo conté porque la situación era insostenible y lo primero que se hunde es la pareja.

La resaca

Ella: Lo malo llegaba al día siguiente. Una resaca de cocaína es una resaca de alcohol a lo bestia. Nunca pasé un día entero metida en casa hasta que empecé a consumir. No quería ver a nadie, sólo meterme en una concha y darme mucha pena de mí misma.

El: A veces un sábado me levantaba mal, muy mal y, si me quedaba algo, me bajaba al garaje y me metía los restos para aguantar el tirón.

El desenganche

Ella: Cuando llegué aquí para desengancharme no tenía sensación de tener un problema, yo no era adicta a nada, que sí, que las resacas eran muy malas y ya está. En el momento no te dabas cuenta. Y es sencillo, esto no es como el tabaco. No es una adicción física, es una semana en la que vale, puedes tener pesadillas y eso, pero te dura poco. He tenido ansiedad de decirme me moriría por una raya, pero punto. Aquí estás vigilado y te evita pensar en ello. O te escabulles o no hay posibilidad y en el segundo nivel ya encuentras que no quieres.

El: Podía decir no lo hago más, pero luego llegaba el otro viernes. ¿Dejarlo? Te duraba diez segundos. Pero el problema no es la droga, el problema eres tú. Lo que le pasa al cocainómano es que tiene la vida alterada, tiene trastocados los horarios del sueño. El programa te coloca un horario, te pone responsabilidades, una rutina organizada para reajustar tu mecanismo durante los primeros meses, para entrar en un segundo nivel en el que ya tu mismo reflexionas sobre lo que te ha traído aquí.