Llevamos unos años en los que se ha avivado el debate sobre los cigarrillos electrónicos o vapeadores, especialmente desde que los hemos vuelto a ver amplias campañas de publicidad en vallas exteriores, mupis, fachadas de edificios, redes sociales, internet y en prensa a través de grandes publirreportajes. Estas campañas quieren presentarlos como métodos de reducción de riesgos y para dejar de fumar. Además, proclaman que están velando por un mundo sin humo, pareciendo preocupados por la salud de la población.

Pero veamos… ¿Qué hay de realidad en todo esto? ¿Son los cigarrillos electrónicos o vapeadores realmente un método útil para la reducción de riesgos?

Vamos a ir por partes. En primer lugar, presentemos a nuestro “personaje”. Los cigarrillos electrónicos son un tipo de dispositivo electrónico susceptible de liberar nicotina (DSLN). Se trata de un mecanismo electrónico, que funciona a pilas o batería, que calienta un líquido compuesto por propilenglicol y glicerina y una amplia variedad de aditivos, entre los que suele estar la nicotina y diversos saborizantes. Los cigarrillos electrónicos han ido cambiando en el tiempo de formato y funcionamiento, desde la primera patente de Hon link en 2003.  En España, entre los años 2013 – 2014 vivimos una explosión de venta de estos productos, que ya tenían distintas formas no tan parecidas al cigarrillo convencional como al inicio, sino que presentaban un formato más atractivo, con colores, más parecidos a un polígrafo. Estos son los conocidos como cigarrillos electrónicos de 2ª generación. Proliferaron las tiendas especializadas y las ofertas de líquidos de distintos sabores, con los que querían atraer a la población ¿juvenil?. Posteriormente estos dispositivos han mutado hacía los vaporizadores, 3ª generación, con más potencia para emitir más cantidad de aerosoles (humo), incluso de colores, presentando un formato como de petaca. Posteriormente la mutación dio lugar a la 4ª generación, en la que se vuelven sistemas más potentes, que son capaces de administrar grandes cantidades de nicotina, y con formatos más discretos, intentando pasar desapercibidos, aunque con diseños muy llamativos, algunos de “pendrive”, de colores y gran cantidad de aromas y sabores. Nuevamente, intentando a traer a la población ¿adolescente y juvenil? con potentes campañas de marketing social.

¿Y qué tiene de malo ese aerosol de los cigarrillos electrónicos y vapeadores? Estando en la situación actual de pandemia por COVID19, remarcar la importancia de que podría ser un vehículo de transmisión del coronavirus, precisamente por ser un aerosol que se expulsa con fuerza y por tanto, al igual que cuando cantamos y chillamos, es capaz de llegar a más de dos metros. Además, para su uso prescindimos de la mascarilla y contacto mano-boca. Destacar que no es simple “vapor de agua” como nos han querido hacer pensar durante años. Es una mezcla de gases, por eso es un aerosol, en los que hay productos tóxicos similares a los identificados en el tabaco, además de nicotina (si la contienen) y de los desechos del propilenglicol y la glicerina (irritantes de vías respiratorias). Dependiendo de la generación del cigarrillo electrónico del que estemos hablando, de los aditivos y saborizante que lleve tendrá unos componentes u otros, y esa circunstancia hace que sea muy difícil especificar claramente cuales son los productos que están en el “vapor del cigarrillo electrónico o vapeador”. Algunos de los compuestos químicos identificados en estos aerosoles son: compuestos orgánicos volátiles (benzeno, tolueno), metales pesados (cromo, cadmio, zinc, níquel, plata, estaño), partículas PM 2.5, nitrosaminas, Hidrocarburos policíclicos… Algunos de ellos son conocidos por el potencial riesgo de producir cáncer y otros por daños orgánicos a nivel cardiaco y respiratorio. Además, no olvidemos que los saborizantes, están aprobados para uso digestivo y tópico principalmente, pero no está claro sus efectos a nivel respiratorio. Así, algunos aditivos como la canela o la cereza, entre otros, han resultado ser muy tóxicos a nivel respiratorio y producir disfunción vascular (problemas en el aparato circulatorio).

¿Y que efectos en la salud produce el consumo de cigarrillos electrónicos y vapeadores? Al igual que nos pasó con el tabaco, se precisan muchos años de estudio para poder identificar los daños causa su consumo, y más teniendo en cuenta la variabilidad de estos productos y sus componentes. Los datos disponibles hasta ahora nos hablan, además de adicción a la nicotina que también tiene efectos cardiovasculares perjudiciales, inflamación pulmonar crónica, trastornos neurológicos, cardiovaculares (lesiones en la pared de vasos sanguíneos que aumenta el riesgo de trombosis o aterosclerosis), respiratorios (diversos tipos de neumonía, bronquiolitis o neumonitis), alérgicos y cancerígenos. Destacar el riesgo de intoxicación por consumo de nicotina, especialmente en menores y los daños producidos por explosiones que en ocasiones han ocurrido. También recordar el brote de EVALI (Daño pulmonar asociado al vapeo) producido en EEUU en 2019, en el que casi 3000 personas tuvieron ingresos hospitalarios, especialmente en UCI, por uso de estos dispositivos. Estas personas eran jóvenes, llevaban en ocasiones poco tiempo usando estos dispositivos. Aunque parece ser que el principal causante era un aditivo, vitamina E usada para diluir cannabis, había personas que no la habían usado y sólo consumían nicotina. Esto nos quiere decir en esencia, que incluso productos inocuos por otras vías pueden causar grandes daños a la salud si son fumados o vapeados y que estos dispositivos pueden ser una vía de consumo de otras sustancias adictivas y psicoactivas como el cánnabis.

Hablemos ahora del concepto “reducción de riesgos”. Es un concepto que se utiliza mucho en salud pública. Lo que se pretende con él es reducir un daño, anticipándose a él. Se suelen introducir medidas sanitarias, legislativas, educativas, para evitar que la población tenga ese problema de salud o conducta de riesgo. En este caso, ¿qué riesgo queremos reducir?, el consumo de tabaco, por ser un de las principales causas de muerte en la sociedad por más de 30 enfermedades y 20 tipos de cánceres. Un producto que acaba con la vida de la mitad de sus consumidores, con una media de 10 a 14 años antes de su esperanza de vida. Y ¿cuál es la causa de que siendo tan mortal este producto se consuma tanto? La principal causa, es la adicción que produce la nicotina (principal sustancia psicoactiva del tabaco, y que no se puede sacar de otro sitio que no sea la planta del tabaco). De hecho, cada vez el tabaco es más adictivo, dado que últimamente los datos de ESTUDES nos reflejan que aproximadamente tras seis meses de consumo esporádico (edad media de inicio al tabaco: 14 años), la población empieza con un consumo habitual y diario (edad media de inicio al consumo habitual: 14,6 años). Por tanto, cuando hablamos de “reducción de riesgos” en tabaquismo, lo que pretendemos los profesionales de la salud y grupos del movimiento del control del tabaco, es evitar el inicio al consumo de tabaco, en todas sus formas, y también el inicio a la adicción de la nicotina. En segundo lugar, si la población ya es fumadora, lo que se pretende es reducir más riesgos y daños y por tanto se trabaja en el abandono del tabaco.

¿Cómo está la situación en nuestro país?  Los datos de la encuesta ESTUDES nos están alertando de un enorme incremento del consumo de cigarrillos electrónicos en la población adolescente y juvenil. Así, casi la mitad de estudiantes de 14 a 18 años han probado los cigarrillos electrónicos (48,4%), según los datos de 2018, siendo superior el consumo en los chicos (52,4%) que en las chicas (44,5%). Este dato se ha casi triplicado desde 2014, donde un 18,8% de los chicos y un 15,2% lo habían probado. No todos los estudiantes lo usan con nicotina, pero un amplio porcentaje sí, o usa de ambas formas.  Tres de cada diez estudiantes (30%) no habían consumido previamente tabaco. ¿Nueva forma de entrar a la adicción a la nicotina? En el caso de adultos, el consumo se sitúa entorno a un 10,5% (EDADES) en 2020, observándose un leve incremento desde el estudio previo (2017: 8,8%; 2015: 6,8%).  ¿Esto que nos da a entender? Que estos dispositivos, de una forma u otra, están llegando más a la población juvenil y adolescentes, con el gran riesgo que ello conlleva de cara a su adicción a la nicotina, y posterior inicio al consumo de otros productos de tabaco.

Y después de ver que los cigarrillos electrónicos, pueden iniciar el consumo a la nicotina (y su adicción) y presentan riesgos para la salud de sus consumidores/as, ¿merece la pena plantearlos como un método para dejar de fumar? Hay que tener en cuenta que los fármacos han de realizar estudios de toxicidad antes de sacarlos al mercado, porque ante todo “no hacer daño”. También precisan estudios que analizan su utilidad. Y una vez que está claro ambas cosas, son autorizados para su venta y prescripción. ¿Por qué en nuestro país se venden cigarrillos electrónicos o vapeadores, sin autorización de la agencia del medicamento? ¿por qué lo venden en cualquier tienda, por cierto, cada vez más llamativas, exclusivas y atractivas, y por profesionales sin formación sanitaria ni autorizados para prescribir medicamentos? ¿Qué estudios ha presentado la industria de los cigarrillos electrónicos y vapeadores para asegurar su inocuidad y no toxicidad? ¿Qué estudios tenemos disponibles que muestren su eficacia para dejar de fumar? Como ven muchas dudas, para realmente establecer que en todo caso podrían “reducir daños” si consiguieran que sus usuarios dejaran de fumar totalmente, y no atrajeran a la población joven no consumidora de tabaco a su uso. Una reciente revisión de la Cochrane refleja que hay pocos estudios, que son necesarios más investigaciones, también sobre sus efectos secundarios, y que en todo caso presentan tasas de abandono a los 6 meses mejores que los cigarrillos electrónicos sin nicotina o que un tipo de tratamiento para dejar de fumar basado en la terapia sustitutiva, con evidencia moderada. Otros estudios reflejan que mantienen el consumo dual de tabaco y cigarrillos electrónicos aumentando más los riesgos y que las investigaciones vinculadas a la industria relacionada con tabaco y/o cigarrillos electrónicos suelen presentar mejores resultados de utilidad. De hecho, el  Documento de Consenso del CNPT sobre Dispositivos Susceptibles de Liberar Nicotina, considera de su uso son más un riesgo desde el punto de vista de la salud pública y la prevención del tabaquismo y por ello solicitan una equiparación legal total al tabaco.

Mi conclusión, con una visión crítica, libre de interferencias de la industria de tabaco y productos relacionados, y pensando en conseguir un mundo libre de humos y aerosoles tóxicos derivados del tabaco, no son un método de reducción de riesgos del tabaquismo, ni siguiera de reducción de daños, a la luz de los datos disponibles.

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