Según los resultados de la encuesta EDADES en su edición de 2024, el cannabis es la droga ilegal con mayor prevalencia de consumo en España en la población de 15 a 64 años. Un 43,7% de la población reconoce haber consumido cannabis alguna vez en la vida, y un 10,5% dice haberlo consumido en los últimos 30 días. Esto supondría que alrededor de 14.000.000 de personas entre 15 y 65 años habrían consumido esta sustancia alguna vez en la vida y que más de 3.000.000 de personas también lo habrían hecho en los últimos 30 días.

En este contexto, los clubes sociales de cannabis (CSC) han emergido como una respuesta social a la realidad actual entorno al consumo de esta sustancia, aglomerando una gran parte de la población consumidora de cannabis, sobretodo en entornos urbanos. Aunque no conocemos con total certeza qué cantidad de CSC hay en el estado español, según un informe realizado en 2022 por la confederación estatal de estas organizaciones, ConFAC, se estima que hay unas 1.500 asociaciones de usuarios de cannabis, con una media de entre 300 y 400 personas socias cada una y en las que trabajan alrededor de 7.500 personas. Se trata de entidades sin ánimo de lucro que se autoproveen de cannabis que posteriormente es distribuido entre las personas socias del club, siempre mayores de 18 años y consumidoras de esta sustancia. Estos espacios permiten el abastecimiento y consumo en un entorno privado, seguro y no estigmatizante, presentando una alternativa al mercado ilícito y permitiendo un intercambio de experiencias y apoyo entre iguales.

El personal que trabaja en los CSC establece un vínculo con las personas socias: conoce sus consumos, sus dudas, su manera de ser … Esta cercanía facilita que socios y socias se sientan cómodos para hablar sobre su consumo y estén abiertos a escuchar y dejarse asesorar. Esto convierte al personal trabajador en un valioso aliado para los profesionales de la salud, debido a su potencial rol de agente preventivo. El modelo de agentes de salud y educación entre iguales permite fomentar prácticas de consumo con menor riesgo y educar en un uso más informado y responsable del cannabis. Por eso, es esencial capacitar al personal trabajador de CSC, acercando herramientas y conocimientos que los convierta en referentes claves en la reducción de riesgos del consumo de cannabis en su club. Las formaciones pueden incluir aspectos tan amplios como:

  • Fomentar formas de consumo con menor riesgo: alternativas al consumo sin combustión o sin tabaco; uso de filtros; efectos de la mezcla del consumo de cannabis con otras sustancias; riesgos de nuevas presentaciones que se están encontrando actualmente en el mercado como pueden ser los cannabinoides sintéticos o los semisintéticos.
  • Impulsar el análisis de las distintas variedades de cannabis de cada club para conocer la diversidad de los compuestos piscoaticvos de cada una de ellas y poder desarrollar estrategias de reconocimiento y asesoramiento. Cada persona puede buscar efectos diferentes en el consumo: relajarse, divertirse, concentrarse, evadirse… Si el club conoce la composición del cannabis que dispensa y a la persona que lo consume, puede asesorar de una manera personalizada sobre la opción más adecuada. Por otro lado, tener identificadas las muestras con altas concentraciones de THC, posibilita estrategias preventivas con aquellas poblaciones más vulnerables como es la población más joven o la población con trastornos de salud mental, desaconsejando su uso.
  • Ofrecer pautas de actuación ante posibles efectos adversos no deseados como pueden ser hipotensión, crisis de pánico o de ansiedad o sintomatología psicótica.
  • Proponer unos primeros consejos para acompañar a aquellos socios y socias que desean reducir o abandonar su consumo de cannabis, impulsando a la vez, la derivación a profesionales especializados.
  • Capacitar para la detección precoz de consumos problemáticos y promover la derivación a servicios especializados. El club es un espacio privilegiado donde detectar posibles síntomas indicadores de consumos problemáticos como pueden ser: aumento de consumo; consumo en solitario con un estado anímico bajo; presencia de sintomatología psicótica o ansiedad; estados depresivos; … Contar con profesionales que en este contexto puedan acompañar y proponer una derivación, supone un activo de especial valor que nos ofrecen las asociaciones. Destacar aquí que, para favorecer este escenario, es necesario promover un conocimiento entre las asociaciones cannábicas y los servicios especializados, generando espacios de traspaso de información y de coordinación.

 

En conclusión, des de una mirada de salud pública los CSC suponen una oportunidad única para desarrollar y diseñar estrategias preventivas de reducción de riesgos, así como para facilitar el monitoreo de prácticas de consumo y conocer mejor la realidad y las tendencias del mercado. Así, lejos de ver los CSC como una amenaza, como profesionales de la salud deberíamos darle la vuelta a esa mirada e identificar las oportunidades que nos pueden ofrecer estos espacios, aliándonos con sus profesionales y avanzar hacia nuevas estrategias preventivas más valientes, creativas y eficaces.