Después de días de confinamiento… ahora con un poco de perspectiva, a ratos bastante lúcida, hablemos de pantallas, que estos días son un poco más que pantallas.

El confinamiento obligado por las medidas derivadas de la pandemia, nos ha encajado en una situación que no esperábamos vivir. Los profesionales, distanciados de nuestro terreno de intervención, pero conectados con el trabajo, seguimos haciendo prevención (sobre todo en los usos de pantallas) y nos preguntábamos cuáles serían las respuestas a las nuevas necesidades sociales.

Pero… ¿De qué necesidades estamos hablando?

Ante la urgencia, la prisa, la emergencia, la incertidumbre… han surgido, como setas en otoño, pautas para familias, guías de salud emocional, consejos específicos para tratar con adolescentes…Si ni siquiera hemos tenido tiempo de analizar el impacto social, familiar, académico, económico, personal… ¿Cómo es que ya estamos dando consejos?

Escribimos desde la voluntad de no generar algo contraproducente para el bienestar, tanto de los adolescentes, como de los adultos (no estoy haciendo lo que toca, no lo estoy haciendo bien, no se cumplen los horarios, no hay suficientes límites – ¿Cuáles son estos límites? No tengo ganas…). Todo nos ha sobrevenido de una forma drástica. El bombardeo constante de los medios, las cifras, los contagios, las defunciones, la incertidumbre por el futuro, la salud, la familia … parece difícil que vaya a salir algo fruto de la serenidad, cuando de momento todo es nuevo para todas y nadie tiene ni idea de confinamientos, ni de fórmulas para confinamientos. Seamos humildes.

¿Y si ponemos sentido común? Dicen que es el menos común de los sentidos, pero es aquel que nos permite no perder el norte ante adversidades y emergencias, que no nos guíe la prisa o el miedo, no nos olvidemos que aquí, los sufrimientos son bidireccionales, para nuestros hijos e hijas y para nosotros.

¿Nueva fórmula para tratar con los y las adolescentes? ¿Nueva forma de gestionar las emociones tan intensas que vivimos? ¿Recetas mágicas para no sentirse angustiado / a estos días? Pues no.

¿Volvemos donde estábamos? Pues allí mismo.

Estamos ante una situación de convivencia impuesta. Será desde el vínculo y las relaciones afectivas que podremos conseguir que la convivencia se pueda relajar, sea soportable, agradable y amable para todos. Entonces, el resto, acaba fluyendo. Necesitamos que fluya por un bienestar común, y ese es nuestro objetivo. Quizás lo importante es que todas estemos bien.

Y entre todas las cosas con las que «tenemos que lidiar» con las y los adolescentes, nosotros hemos escogido algunas:

Los conflictos

Están y estarán. Que sean para cosas verdaderamente importantes. Que no se conviertan como excusa para justificar el uso de pantallas y la evasión. ¡Dosifiquemos las energías!

Me enfado – me retiro en la habitación – juego o miro (móvil, Netflix, peli…) – como estoy enfadado / a – alargo y paso el día.

Si no encuentran motivos para salir de la habitación, será bastante probable que pasen más horas de la cuenta. ¿Los adultos hacemos algo en esto? ¿A qué estamos contribuyendo? ¿A entrar o salir de la habitación?

Las habitaciones cerradas

Su espacio, su confinamiento personal. Quizá los adultos utilizamos un espacio mucho mayor de las casas, ellos / as no habitan tanto por las cocinas, los comedores… a mínimo que se sientan cómodos o no tengan otro lugar donde estar. Si les respetamos su espacio vital será más fácil que en algún momento sientan la necesidad de salir. Aprovechemos estas salidas para invitarles a «comentar», «abrazar», «echarnos encima», «pedir la opinión»… A ratos recibiremos feedback, a ratos recibiremos «no me rayes», pero iremos recibiendo. No nos olvidemos que los adultos, podemos salir a comprar de vez en cuando.

Las pantallas

Un gran momento. De hecho, vivimos en el confinamiento de las pantallas. El protagonismo lo tienen ellas: la distracción y el ocio, las conversaciones, las noticias, las relaciones, el instituto, el trabajo, la soledad, la compañía, las ganas, el descubrimiento, la curiosidad, la información, la desinformación, los fakes, la procrastinación…

¡Qué suerte pasar este confinamiento con las pantallas! ¿O pensáis que los que estamos haciendo teletrabajo lo podríamos hacer sin ellas? ¿Los adolescentes, podrían estar conectados (si lo hacen) con los profes? ¿Con los amigos? Como la respuesta es clara, será más fácil un acercamiento si entendemos qué relación tenemos tod@s con las pantallas. Aparte, si transitamos por sus dinámicas y ellos por las nuestras, también veremos en que invierten y en que invertimos el tiempo, y será más fácil animarlos a conectarse por otras cosas que no sea sólo lo referente a sus distracciones e invitarlos a hacer actividades offline.

Antes de preguntarnos si debemos reducir el tiempo que pasan con el móvil, seamos cuidadosas, pues el móvil, ahora más que nunca, supone su contacto social, sus necesidades comunicativas y de expresión emocional. No olvidemos que este tiempo de confinamiento, los y las adultas también estamos saliendo beneficiados de las pantallas y los/las adolescentes se reflejan en nosotros.

Los sentimientos compartidos

No esperemos a que nos pregunten cómo estamos, cómo nos sentimos. ¿Se nos pasa por la cabeza explicarles en algún momento como estamos? Tampoco es «habitual» que nos lo expliquen ellos/as, ya que compartir sentimientos queda restringido a los iguales: «estoy rayado, agobiado…».

¿Si ya no sucedía antes del confinamiento, que ha cambiado ahora? El tiempo. Tenemos todo el tiempo, prácticamente las 24 horas para ir encontrando espacios y hablar de ello. Quizás las primeras veces, la respuesta será un monosílabo, y quizás la segunda también, y la tercera…. quizás nos podemos agarrar a un «estoy aburrido» … y tirar del hilo. Y quizás algún día, saldrá una frase de sentimientos compartidos. Bienvenida la paciencia y las ganas. Como dice Jaume Funes: Necesitan ser queridos/ as pero no manifestarán nunca que lo necesitan.

Los deberes, las recuperaciones, los profes

Tema estrella, ¡va! Que tengan un horario de trabajo, que estudien cada día en este horario, que hagan las tareas del insti, las hagan bien y aprueben. Así de fácil, ¿verdad?

La incertidumbre también la tienen aquí, tanto familiares cómo jóvenes: Unos piensan,  ¿Cómo acabará este curso escolar? ¿Cómo pasarán de curso? ¿Y los que tienen recus, cómo las harán? ¿Y los de la selectividad? Y los otros, ¿Y si no hago los deberes? ¿Y si no tengo ganas? ¿Y si estoy motivada y los hago todos súper bien? ¿Y si estoy desanimada porque este confinamiento desanima a cualquiera? ¿Y si ya lo estaba antes del confinamiento y ahora lo estoy más?

Y resulta que ahora tienen que hacerlo lejos del espacio escolar, los que estaban motivados y los desmotivados.

Y todo con pantallas. ¿Están haciendo deberes o qué demonios hacen? Harán de todo, ya lo sabemos.

Sólo harán las tareas si tienen ganas de hacerlas. Al alumnado que no está motivado, le costará aún más. Ojalá la comunidad educativa que piensa y se preocupa en cómo motivar, sepa transmitirlo  a la que no lo hace, y tenga en cuenta que cada uno necesita cosas diferentes, ahora más que nunca.

Puede ayudar: animarlos a hacerlo a su ritmo, rebajando presión y exigencia, que consulten, que pidan ayuda (aunque lo sepan todo y todo esté controlado), decirles que entendemos que no tengan ganas, que nosotros también estamos así, a ratos. Y que esta situación excepcional, en algún momento, acabará.

Y si nos preguntáramos… si pierden un curso, ¿qué pasa? Defendamos sus derechos, olvidémonos del paradigma normativo, los ceros, las notas, animemos a que aprovechen un tiempo que no es perdido. Como dice Dolors Freixes: Somos una escuela de vida, y la vida ha cambiado. Estamos viviendo un momento histórico que nos pone a prueba y al límite personal, y al colectivo.

Quizás podemos «aprovechar nuestras pantallas adultas» para explicar al profesorado que, como madres y padres… familia, no nos está resultando fácil y hacemos, muchas veces, lo que podemos para estar allí, acompañar, animar… no somos maestros. Agradecemos que se estén esforzando para que los / las adolescente sigan un «curso que es diferente». Quizás también les haga pensar sobre qué pueden pedir a sus alumnos, qué trabajos recomiendan, obligan, exigen… y todo será más llevable, fluirá mejor… ¿10 ecuaciones? ¿Ejercicios aburridos de ortografía? ¿Ejercicios complejos? ¿O creatividad, ejercicios que tengan en cuenta los sentimientos, tareas motivadoras? Seguro que para los profes tampoco es fácil, también es nuevo para ell@s. Todas y todos tenemos que ser flexibles y comprensivos. Ahora más que nunca.

No exijamos ni pidamos a nuestros adolescentes lo que no somos capaces de aplicar nosotros, y si estamos rígidos e intransigentes, quizás también toca soltarse un poco y disfrutar de algo, ojalá escojamos disfrutar de nuestros hij@s, a pesar de todo.

Nunca habíamos estado tan cerca de los adolescentes, tanto tiempo y con tanta intensidad. La idea es salir reforzados, buscando lo que nos acerca, algo que haga que los puntos en común se encuentren y puedan ser momentos de descubierta, de mirar y entender con atención el detalle, con ganas, con la intención de encontrarnos y pensar: ¡Qué bien, estar confinados juntos!

¡¡¡Ay!!! Teníamos que hablar de pantallas…