La novela antibelicista de Eric María Remarque finaliza con el relato de la muerte de su protagonista Paul Bäumer: «Cayó en octubre de 1918, un día tan tranquilo, tan quieto en todos los sectores, que el comunicado oficial se limitó a la frase: «Sin novedad en el frente». La trama muestra las tropelías de la I Guerra Mundial, y no solo en el sentido bélico, sino, y muy especialmente, en el sentido moral. Al analizar el ESTUDES 2014-15, me viene a la cabeza un pensamiento del tipo «sin novedad en el frente». Y, esto se debe porque: el tabaco continua su tendencia a la baja hasta alcanzar mínimos históricos en el consumo diario. Beber alcohol continua el descenso iniciado en 2012, en cuatro años ha caído 13 puntos el número de adolescentes que se han emborrachado en el último mes. Los hipnosedantes después de alcanzar el máximo histórico en 2012 empiezan una previsible tendencia a la baja. El consumo de cannabis y cocaína, experimentan un breve repunte (en otro momento deberíamos analizar las connotaciones del concepto «repunte»), aunque casi podríamos decir que se mantienen estable.

Vistas las tendencias de los últimos años parece que el fenómeno del consumo de drogas haya entrado en un punto estable o ¿punto ciego?. Ni se percibe como una gran amenaza que requiera de prioridades en la agenda política ni desaparece por completo. Si el objetivo es solucionar el «problema de la droga», en el sentido de conseguir consumo 0, estamos lejos de tal situación, y no se vislumbran atisbos de alcanzarlo, pero si el objetivo es que provoquen los mínimos daños posibles, parece que progresivamente se está consiguiendo. El proceso de asentamiento cultural de las substancias fiscalizadas ha comportado que cada vez se tenga mayor percepción de los riesgos, y se pueda calibrar mejor la aceptabilidad de los consumos, esto unido a la irrupción de nuevas formas de ritual de paso en nuestra Sociedad de Consumo, explica que las prevalencias tiendan a la baja. Un proceso similar ha experimentado el consumo de alcohol, y sobre todo, de tabaco, más allá que también se reconocen mayores riesgos en su uso, la aplicación del llamado modelo de Borland, es decir, restringir la publicad, la promoción y el uso en determinados espacios públicos, es el responsable del descenso.

Si volvemos al ESTUDES observamos como la percepción de disponibilidad se mantiene estable. En el presente escenario el consumo de drogas fiscalizadas ni se extinguirá ni la oferta aumentará. Por tanto, es el momento de innovar en cómo abordamos el fenómeno. Sin duda que los menores en ninguna nueva regulación tendrán acceso a substancia alguna, como tampoco pueden consumir alcohol o tabaco. Algunas voces señalan que un cambio de regulación posibilitaría una mayor oferta. Según nuestro parecer, la oferta sería la misma, porque por desgracia, a pesar de los tremendos esfuerzos en el control de la oferta, las drogas se consiguen con facilidad, por tanto, en un nuevo escenario donde se ejerza un control férreo sobre la publicidad, el consumo en espacios públicos y en evitar el consumo en menores, nada nos apunta que las prevalencias de consumo aumenten. Todo lo contrario. Muy seguramente continuarían al descenso y las drogas quedarían como un fenómeno en su dimensión socio-cultural, representando una amenaza de baja intensidad para la Salud Pública. El contexto de «sin novedad en el frente» es beligerante, por eso, debemos alcanzar el armisticio y posteriormente la paz, para que el fenómeno de las drogas genere los mínimos problemas posibles. Solo así cesará las caídas de tantos Paul Bäumer anónimos.