Decimos que un adicto padece una bidependencia cuando presenta una dependencia relacional añadida a su adicción. La bidependencia o doble dependencia es el conjunto de actitudes, comportamientos y afectos denotativos de que, al margen de la específica adicción (o adicciones tipificadas como tal), existe una dependencia de personas o situaciones que condiciona relevantemente el quehacer del afectado y probablemente de la persona o personas involucradas.

El sujeto bidependiente adquiere un hábito pasivizante y se instala en una deliberada falta de autonomía, salvo en lo referido a mantener su adicción (buscar recursos, comprar droga, etc). En lo demás, prefiere no tomar decisiones, optando por asumir un menoscabo a veces invalidante.

La codependencia se distingue de la bidependencia (ver esquema 1) en que, la persona no adicta establece una relación de dependencia respecto al sujeto adicto (alcohólico, heroinómano, etc) en tanto que -a la inversa- la bidependencia es la relación que mantiene un adicto respecto a otra u otras personas. Para varios autores la codependencia lo define todo, es la dependencia relacional por antonomasia.

Es característico que, cuando se rompe una relación bidependiente, el adicto tenderá a reproducirla con la siguiente pareja, dado que su propuesta de relación será la misma. El bidependiente soporta mal el vacío de la no relación, de ahí que necesite a su lado a otra persona con quien fundirse fagocíticamente.

A diferencia de la codependencia y de otras dependencias relacionales, cuya carga afectiva suele ser un factor relevante, la bidependencia puede existir de forma casi tácita y con una componente afectiva irrelevante: el/la adicto/a puede parasitar una relación, viviendo a expensas de ella sin que existan apenas vínculos afectivos, ya que su leit motiv es la propia supervivencia; es decir, mantener su adicción al precio que sea. Sería el ejemplo de un heroinómano que vive a expensas de su pareja y, cuando no puede explotarla más, entabla otra relación dominada siempre por el parasitismo. Otro ejemplo de carácter inverso es el de una toxicómana que vive sometida por el proxeneta que la explota y maltrata pese a lo cual no quiere dejarle porque le “necesita”. Y si un día se separan, buscará otro sujeto de similares características con quien mantendrá una relación parecida.

La dependencia relacional viene dada por la naturaleza del vínculo que establecen dos personas en la que una de ellas deposita en la otra la toma de decisiones, estableciéndose una asimetría relacional donde el bidependiente adquiere un papel pasivo por decisión propia y, a veces, incluso, en contra de la determinación del otro. No debe confundirse con la interdependencia ni con la dependencia afectiva que son procesos más complejos aunque con una cierta componente relacional-dependiente. En ocasiones, lo que define la dependencia relacional no es el papel pasivo de un miembro, sino el carácter sufriente del otro, que se adapta a la situación contemporizando y buscando la recompensa en la causa (heróica) por la que trabaja, como podría ser el caso de la esposa codependiente de un alcohólico que, pese a tener que llevar una casa ella sola, cuidar los niños y aguantar a un marido que no la respeta, acaba adaptándose tanto a la situación y autorreforzándose de tal modo en su condición de salvadora de la familia, que si su esposo se cura no se readaptará fácilmente a su nuevo status, añorando en silencio su rol del pasado.

Parte de la discusión que existe respecto a las dependencias relacionales viene dada por el investimiento afectivo en ellas presente, puesto que las relaciones –por afectivas– en general son interdependientes. A este respecto cabría destacar que las dependencias relacionales (bidependencia, codependencia, etc) son patologías de la relación caracterizadas por:

1. Pérdida excesiva de la autonomía de uno de los miembros sin que éste intente adquirirla o recuperarla, antes bien, adaptándose perfectamente a esa situación, e inquietándose negligentemente cuando se le invita a que tome iniciativas propias y gane autonomía.

2. Delegar en el otro la toma de decisiones salvo en cosas que le interesan especialmente y poco o nada tienen que ver con la relación (por ejemplo un heroinómano bidependiente que permanece apático durante todo el día y que, como única iniciativa, sale a comprar droga a escondidas de la pareja).

3. El bidependiente tiende a repetir el mismo tipo de relación con sucesivas parejas; así, cuando cambia de pareja, la siguiente es igual o peor. Esta propuesta de relación bidependiente es frecuente en mujeres toxicómanas que buscan personalidades dominantes, incluso agresivas, con quienes se sienten protegidas aunque sufran malos tratos.

4. El resto de elementos de personalidad puede ser aparentemente normal, aunque, a poco que se profundice, se observa la impronta de la bidependencia (adinamia, pasivización, despersonalización, etc).

5. La comprensión del problema por parte del afectado no equivale a querer solucionarlo, ya que una característica importante es la indolencia. Al sujeto parece no importarle o darle igual ser bidependiente. Existe un fondo irracional o racionalizador para justificar su comportamiento (“sé que esta relación no me conviene, que anula mi personalidad, pero no la puedo dejar, prefiero seguir así…”) Como vemos, la inseguridad es el denominador común de todo bidependiente. Esa inseguridad se traduce en una especie de fobia a la autonomía personal y en una sistemática delegación de responsabilidades.

A efectos terapéuticos la bidependencia es un elemento que lastra la recuperación y precipita recaídas. Cualquier profesional o equipo que quiera tratar a un doble dependiente, deberá desarrollar un trabajo suplementario fundamental de búsqueda de la autonomía eficaz desde el primer día, lo que significará un esfuerzo por recobrar tanto la identidad disuelta o sumergida como la capacidad de adoptar decisiones consecuentemente.

Fdo.: Carlos Sirvent
Psiquiatra
Fundación Instituto Spiral.
Oviedo (España)