¿Seguridad o Libertad?

Pondré el acento en los grises, matices sobre convivencia y salud, entendiendo salud como un concepto lo más amplio posible que nos permitamos imaginar.

Los contextos de ocio nocturno son espacios de socialización, expresión de identidad y de libertad, así como una opción de ocupación del tiempo libre, con un componente grupal y comunitario.

La fiesta, suceso cultural apasionante que se manifiesta en forma de música, baile, erotismo, sexualidad, consumo compartido de alcohol u otras drogas y diversión en grupo. Las fiestas o “parys” son públicas, privadas y/o pueden surgir espontáneamente a través del boca a boca y las redes sociales.

Los contextos formalmente regulados (bares, clubs, festivales) responden a las lógicas del mercado, generan beneficios económicos, empleo, turismo, y viven de hacer bailar a la gente y poner copas.

Las normativas en materia de alcohol, chocan con los intereses de la industria de la priva, pero buscan garantizar la seguridad, convivencia y buen ambiente que se ofrece al fiestero, clienta o personas usuarias (calidad). Los alcohol dealers (sellers), como profesionales o personal eventual que sirve alcohol, son susceptibles de incorporar medidas de dispensación responsable de dicha droga, muy a pesar de que a más venda de alcohol más dineros a corto plazo. Desde la prevención defendemos que la dispensación razonable ayuda al beneficio también, a medio y largo plazo.

La seguridad y las medidas de “puertas adentro” son responsabilidad de los espacios, y no quiero señalar al ocio comercial profesional de no cumplir su cometido o señalarlo como enemigo, puesto que a parte del estigma que arrastran, llevan dos años de m. El sector privado del ocio nocturno, que ya venía golpeado por el cambio de hábitos juveniles (botellona, colocón low cost, aplicaciones o “app” para ligar, etc.…) han sufrido la torta, a mano abierta, de la Covid- 19. La pandemia y las restricciones sanitarias han colocado el concepto de seguridad en el ocio en primera página. Conceptos como la calidad, la educación informal, la libertad individual o el uso consciente de drogas han quedado en un segundo plano.

Las Parys son como la energía, no se destruyen, se transforman

La tendencia del sarao nocturno, en los últimos años, es a ocupar cada vez más los espacios públicos, bien en las terrazas habilitadas para consumir o bien, ejerciendo la libertad de movimiento y asociación, por calles, plazas y demás parajes urbanos o rurales. Las reglas son distintas si hablamos de espacios de consumo comerciales, regulados y profesionalizados.

El encuentro informal para celebrar, hablar, danzar tienen reglas y dinámicas propias. Mis canas nacen usando el término botellón, pero mi corazón me sugiere que es una palabra despectiva, creada para definir algo juvenil des de nuestro mundo adulto. No solo son reglas distintas, sino que también pueden ser competencia a los sectores profesionales que pagan sus impuestos y cumplen normativas. La dispensación responsable tiene, una dimensión abstracta, si hablamos de pary callejera. Incluso chocan con las normativas de uso de alcohol y otras drogas compartido en espacios públicos. No responden necesariamente a las lógicas de la compra venda de alcohol u otras.

Son espacios que plantean el reto de monitorizar fenómenos emergentes, la perdida de protagonismo del alcohol y el uso de otras sustancias (por ejemplo, el óxido nitroso y el cloretilo) como reflejo de una cultura low cost.

Algo negativo es que todo lo que se celebre al aire libre, sin horarios netamente definidos, lubricado con alcohol, en donde hay vecindarios, va a crear discrepancias, molestias y daños a terceros.  Hay actos vandálicos, robos y ataques al mobiliario urbano que también se dan cita en la juerga.

Sobre seguridad opinaré poco, son los cuerpos y fuerzas públicas, quienes actúan para el cumplimiento de la normativa, y es la seguridad pública su negociado. Según mi experiencia, son los trabajadores que más conocen y actúan durante el horario nocturno en lo relativo a los conflictos.

Y como deben establecer prioridades, no llegan a todo.

La prevención (de problemas, no del consumo) menudo marrón…

Desde la óptica adulta, hay tres conflictos asociados al ocio nocturno, que son compartidos tanto por espacios reglados como en no reglados:

  • el acceso de menores al alcohol en forma de atracón;
  • la convivencia o el tradicional “queremos bailar” vs al “queremos dormir”;
  • que el ocio no sea igualitario y que en los espacios de ligoteo se toleren comportamientos machistas.

Estos aspectos son temas que, si bien tienen regulaciones legales, forman parte de la pedagogía comunitaria, pues son temas de salud desde un punto de vista holístico.

Leo con atención que algunos municipios apuestan por la figura del agente cívico, que en el caso de actuar con nocturnidad nos evoca a la profesión del “sereno”. Obviamente esta figura cívica está pensada para gestionar el conflicto, entiendo como tal, aquel que no tenga implicaciones penales o administrativas y siempre de manera preventiva y no punitiva. El sereno, históricamente, daba un apoyo a bomberos, policías, iluminación y propiedad privada y lugares comunes. Como su nombre indica, sobrio, en tanto que está currando.

Bien, el concepto de sereno es interesante, un agente cívico que actúa de noche. El/La agente cívico/a realiza tareas de información, sensibilización y promoción de actitudes cívicas con objeto de fomentar acciones de buena convivencia y respeto entre la ciudadanía. El consumo de alcohol y otras drogas per se no es un acto incívico ni un acto que dañe la salud pública, pero hay una ligación entre determinados patrones de uso de alcohol, su venda-distribución minorista, la salud pública y sobretodo la convivencia.

¿Qué perfil profesional puede trabajar para la educación en prevención de conductas de riesgo y a la vez para mejorar la convivencia o la aceptación de las normativas de manera preventiva?

Por deformación profesional hablaría de las educadoras sociales, del concepto de educador/a de calle clásico, aunque adaptado a las particularidades de la noche, y de unas necesidades que no nos engañemos, se detectan cuando otras de primera necesidad están cubiertas. Por lo que he estado leyendo, cuando de aspectos de civismo se trata las intervenciones se trasladan más hacia la seguridad, negociado que no es un tema de la educación social, aunque si hablamos de incorporar la perspectiva de género, prevenir el machismo o informar sobre usos de drogas y sexualidad, el perfil debe ser más social. Con esto no me posiciono, pero sí veo que el sereno o la serena, a parte de trabajar en horario nocturno, debe tener una formación en intervención educativa y un conocimiento de los códigos de la nocturnidad. Por ejemplo, trabajar en equipo y actuar des de el conocimiento y el respeto. Otro aspecto clave es la vestimenta, cuanto más se parezca al modelo de seguridad más posibilidades hay de que se perciban como ajenos al espacio y sean rechazados. Los recursos y metodologías de intervención también se deberían estudiar, dejo para un futuro análisis desarrollar este punto.

Retos y oportunidades de futuro

Prevención del sexismo y sostenibilidad in da pary

Estos dos temas tienen una similitud interesante, el gran cambio de mentalidad en el ocio nocturno ha sido sin duda, empezar a hablar del machismo en la noche con una perspectiva de libertades y derechos y no tanto de seguridad. Para mi ha supuesto un cambio de enfoque a ciertos mensajes preventivos y la consolidación de colectivos feministas o profesionales del género como un actor educativo más de la noche.

Hay que reconocer las aportaciones que se han hecho des de la reducción de riesgos en drogas a las intervenciones educativas en la propia fiesta, metodologías como la comunicación directa con party goers [1], el drugchecking [2] o la interacción lúdica con finalidad informativa son bien acogidas por el público diana. Aunque no son generalizadas y se vienen celebrando por parte de personas voluntarias en muchos casos. Estas intervenciones no están enfocadas al civismo, pero si a la modificación de pautas y usos problemáticos. Que a la par, tienen que ver con la convivencia. No es objeto de este artículo desarrollar mucho este punto, pero las metodologías de trabajo de iguales, para abordar, de manera respetuosa, aspectos propios de la pary, como el uso de drogas o la sexualidad sana, contribuyen y encajan bien con las dinámicas de la noche.

¿Porqué han tenido aceptación este tipo de iniciativas?

Porqué el público nocturno al que van dirigidas, empezaba a decir basta, por ejemplo, a justificar, tolerar o mostrar indiferencia hacia comportamientos sexistas en la fiesta. La sociedad, en general, y los organizadores de fiestas en particular se muestran abiertos a contribuir a la minimización del acoso o el baboseo no consentido en la pary. Queda molt per fer i tal tal (mucho por hacer) pero es un ejemplo de como las políticas públicas en materia de prevención funcionan mejor si una mayoría de las personas a las que se dirigen las necesitan o las perciben como útiles. Y aquí lo ligo con la sostenibilidad. La sostenibilidad, que engloba aspectos como la generación de residuos, la utilización de plásticos, uso de vehículos contaminantes para desplazarse o, por ejemplo, no dejar los lugares donde se hacen fiestas hechos una porquería. Este concepto, es interesante explotarlo desde un punto de vista del civismo en la noche, porqué hay una gran cantidad de público destinatario que empieza a estar altamente sensibilizado con este tema. Cuando el lugar en el que te corres las juergas no lo sientes tuyo es más fácil degradarlo, y si se trata de un espacio público, que no respetas, tiene sentido seguir sensibilizando a la población aprovechando la percepción del problema que ya tienen.

¿El botellón como espacio de aprendizaje?

Algo muy positivo es que los encuentros festivos implican socialización. El ritual de paso que supone el ocio nocturno, si bien no exento de riesgos, es también una alternativa creativa al uso compulsivo de pantallas.  El aislamiento social, como conducta de riesgo no asociada al uso recreativo tiene implicaciones graves para la salud emocional.

Encontrarse cara a cara, compartir, en definitiva, relacionarnos i conocer nuestros límites asumiendo la responsabilidad de nuestros actos son aprendizajes para la vida.

Lo que sí es más positivo aún es el reciente informe sobre botellón del Síndico de Barcelona, que se moja, sugiriendo habilitar espacios donde celebrar la pary botellona. Es necesario abrir un debate entorno a los “botellómetros”, dando voz a todos los actores implicados.

El trabajo en red y la financiación

El ocio nocturno trasciende el tema de la salud pública y, por tanto, cada vez más profesionales, debemos aprender a trabajar de manera colaborativa entre actores de la noche. Entre profesionales de lo público (sanitarios, educadoras, técnicos de cultura, policía, protección civil, juventólogos, preventólogos, sexólogos, urbanólogos, ambientólogos, promoción económica etc.…)  y entidades sociales (peers o iguales, entidades populares, colectivos feministas). Y también entre profesionales de la noche de lugares de pública concurrencia.

La colaboración público privada es una de las dificultades, pero también de los retos, puesto que implica gastar dinero en ello y si creemos en la prevención hay que apostar por ella y por su corresponsabilización.

[1] Fiestero/a, persona usuaria de la fiesta, sandungueroa, canallita.
[2] Testeo de sustancias para descartar adulteraciones y informar sobre pautas de uso menos problemáticas.

Fuentes y documentos de consulta