Está dando mucho que hablar uno de los datos del informe EDADES 2017 (que estudia el consumo de drogas en la población española de 15 a 64 años): el incremento en el consumo diario de tabaco,  superior actualmente al de 2006, año en el que entró en vigor la conocida como ley antitabacoque se vio fortalecida en 2011.

¿Qué dicen los datos?

Atendiendo a las distintas frecuencias estudiadas:

  • Consumo alguna vez en la vida: se mantiene estable desde la primera encuesta EDADES realizada en 1997, hace dos décadas, con diversas subidas y descensos: 69,7 %. No olvidemos, en todo caso, que llegó a ser del 75 % en 2009.
  • Consumo en los últimos 12 meses: la tendencia de 20 años de encuestas es claramente positiva en este indicador, que ha pasado del 46,8 % en 1997 al 40,9 % actual, con un ligero incremento con respecto a 2015 (año en que fue del 40,2 %) que habrá que ver si se mantiene.
  • Consumo en los últimos 30 días: también con respecto a este indicador la tendencia general es positiva. En 20 años hemos pasado del 42,9 % de 1997 al 38,8 % actual, aunque se  incrementa desde 2011, año en que fue del 37,6 %.
  • Consumo diario: aquí está la madre del cordero. Con un 34 % de consumo diario, nos encontramos en una situación ligeramente mejor a la de hace 20 años (34,9 %), pero el incremento en este indicador es bastante sostenido desde 2009, año en el que obtuvo los mejores resultados (29,6 %).

En definitiva, estamos en general mejor que hace 20 años, si bien esa mejoría podría estar empezando a declinar.

Para tener un cuadro más global merece la pena ver cómo se distribuyen estos datos por edades. La encuesta separa la muestra en dos grupos etáreos: 15-34 y 35-64 años. Pues bien, si nos fijamos en el primer grupo (que tenía entre 3 y 22 años en el momento de aprobarse la primera ley en 2006), encontramos lo siguiente:

  • Consumo alguna vez en la vida: desciende de manera sostenida a lo largo de los últimos 20 años, desde el 72,7 % de 1997 al 62,3 % actual.
  • Consumo en los últimos 12 meses: desciende igualmente a lo largo de estos últimos 20 años, desde el 54,5 % de 1997 al 41,5 % actual. Sin embargo, aumenta en la franja de edad 15-17 años.
  • Consumo en los últimos 30 días: desciende también a lo largo de estos últimos 20 años, desde el 49,6 % de 1997 al 38,5 % actual.
  • Consumo diario: atendiendo en este caso a la población 15-24 años, se ha producido un incremento del 23,9 % en 2015 al 25,9 % actual (prácticamente equivalente al consumo de 2013: 25,8 %).

En definitiva, que entre la gente más joven parece mantenerse una tendencia más positiva, con algunos claroscuros (particularmente en el consumo diario). Que la edad media de inicio se haya incrementado, pasando de los 16,4 a los 16,8 años, es una noticia positiva a destacar que ha pasado bastante desapercibida. Igual este debería haber sido el titular de prensa, pero, como siempre, donde esté un hombre mordiendo a un perro…

¿Qué hacer?

Una pregunta que conviene hacerse ante esta situación es esta: ¿se cumple la ley? Yo diría que si, en términos generales. En especial, en horario diurno. No se fuma en las empresas, no se fuma en los bares, no se fuma en los medios de transporte, no se fuma en los centros de salud… Otra pregunta: ¿ha habido trampas? Hombre, estamos hablando de España; sabido es que «hecha la ley…». Esos restaurantes que, cuando se queda solo la parroquia conocida, reparten ceniceros por las mesas; esas terrazas más cerradas de lo legalmente admitido para poder fumar; esos zaguanes de bares que son prácticamente espacios cerrados; ese personal sanitario que fuma en la puerta de un hospital (al igual que algos pacientes o visitantes)… Pero no creo que estos incumplimientos sean suficientes para explicar la parte negativa de las tendencias  mostradas.

Así que voy a proponer otra hipótesis. Creo que se ha bajado la guardia en materia de prevención, como si se pensara que las restricciones legales per se fueran suficientes. Cada 31 de mayo se celebra puntualmente el Día Mundial sin Tabaco y ahí se echa el resto. Pero a lo largo del año, mi impresión es que la intervención preventiva se reduce notablemente. Como si se considerara un asunto ya zanjado. Y ya vemos que no es así. Se ha tratado de hacer menos deseable la conducta de fumar apostando por la conocida como prevención ambiental (restricciones, precios, publicidad…) Pero descuidar otras dimensiones preventivas, más relacionadas con la llamada prevención universal (educación, sensibilización…), es un error que puede llevarnos a dar «un pasito p’alante, María, 1, 2, 3, un pasito p’atrás».

Hay quien considera necesario apostar por restricciones más rigurosas. Yo diría que más bien parece conveniente fortalecer la prevención del tabaquismo, la educación para la salud, como de hecho propone la ley desde 2006.

¿Ocurrirá?