Puede coleccionar personas colocándose insignias bajo el significante sexo. Pero esas insignias dejan marcas, cicatrices en el propio cuerpo y en el cuerpo del otro, hasta que uno, envuelto en angustia, intenta hacer una inmersión en el proceso de la separación, desvinculándose, aislándose como vacío, pero el vacío; no tiene límites.

DEFINICIÓN Y CICLO

Se han empleado diferentes acepciones como promiscuidad, hipersexualidad, un trastorno del deseo sexual no especificado, furor vaginal, adicción al sexo concepto venido de USA, ninfomanía, trastorno sexual no especificado DSM IV, autoerotismo compulsivo, Don Juanismo. Hiperestesia sexual, término del alemán Krafft-Ebing 2000, y la satiriasis, término del francés Tardieu en 1866, en Jean Adès y Michel Lejoyeux (2001). En un principio es una conducta mantenida por el refuerzo de creencias y valores tales como que el sexo es lo más importante en la vida. Una conducta donde el encuentro sexual no siempre tiene la función de generar placer, sino la de ser un alivio momentáneo. Una conducta cuyos signos(1) y síntomas generalmente son: enfermedades venéreas, tendencias impulsivo agresivas, insatisfacción crónica, escaso control interno, desadaptación social, etcétera.

En su empuje establecen la estrategia de procurar personas cada vez más desconocidas intentando su anonimato. Esta actividad va nucleando su vida y el devenir de esta conducta empieza a tornarse un poco más insatisfactoria, poco a poco se convierte en algo repetitivo, apresurado, obsesivo en pensamientos o fantasías. Aunque todavía no hay razones para sospechar ningún deterioro y, menos aún, para cambiar nada. Pero el ciclo se transforma en ansioso, aparece la tensión, la preocupación, la irritabilidad y los primeros esfuerzos por reducir o controlar el ritual terminan fracasando.

A todo eso, se suma la percepción de un placer más acotado, fragmentado(2), vacuo, cuyo reflejo son los encuentros rápidos y casuales. Hace tiempo que desapareció el afecto y las caricias son como recuerdos nostálgicos del pasado. Aparecen las mentiras, las separaciones de personas cercanas y a pesar de todo se continúa con la conducta que vuelve a finalizar en culpa, en remordimientos que se entremezclan más intensamente con su vida mental y relacional. Ya no existen las obligaciones ni la responsabilidad pero sí desesperación y anonadamiento.

Generalmente, como en otras dependencias, se observa un fallo en el control de la conducta y aunque esta conducta perjudique al individuo, ésta no cesa. Según algunos autores la base de la definición del concepto de «adicción al sexo», es la misma que en todas las dependencias; la falta de control y la dependencia, no establecen límites llegando, en este caso, a depender de algo que esta fuera de ellos.

Pero como decíamos, esta conducta no sólo implica generar placer, sino que puede cumplir otras funciones como puede ser la de evitar y escapar de estados disfuncionales aversivos como el dolor o la tensión. Autores como Mellody (1997) se inclinan mas por definirla como: una conducta que reduce el malestar y compensa estados anímicos disfuncionales. Echeburúa (2000), una conducta sexual irrefrenable que genera autogratificación y, especialmente, el alivio del malestar interno. Siguiendo esta hipótesis del reforzamiento negativo, estas personas descubren la posibilidad de apoyarse en ciertos mecanismos compensatorios. El sujeto ya no solo elige una conducta, ya que esto también implica optar por un estado emocional (pulsional). La persona realiza la elección de un objeto o una persona con lo cual por ej., podrá defenderse de sentimientos intensos de angustia, de culpa, de abandono, de dolor, rabia, vergüenza, atenuar su vacío, etcétera, cristalizados por una fuerte contención-represión, o cobardía.

Las razones por la cual las personas realizan este movimiento que podemos llamar compensatorio, sustitutivo o de carácter represivo, son tantas como personas, ya que como afirma Conchi Martín (2003), cada persona de alguna manera inventa su síntoma. . Se han podido defender de los peligros realizando una actividad estimuladora, han podido aprender a aliviar el miedo, la inseguridad, resguardándose desde su disfuncionalidad. Según algunos autores la elección del sexo puede ser escogida y según otros muchos es algo meramente circunstancial. Creemos que no es algo circunstancial ya que en la práctica clínica encontramos que tiene relación con su plan de vida, con su fantasma, con vinculación afectiva del síntoma con el objeto.

Encontramos a una persona sosteniendo con su envoltura un síntoma que será diferente para cada persona. Para uno podrá ser un reto como empuje sintomático, en una sucesión angustiosa y agotadora de personas por probarse a sí mismo, para su afirmación hasta la extenuación. Para otro podrá ser un exceso de goce, bajo un descontrol emocional y una no resolución del placer, un estado de fijación entre la dependencia y la separación en el otro. Otros procurarán a personas que no lo conozcan como en un simulacro y huirá antes de ser conocido a la par que irá nuevamente a otro lugar para colmar lo que él llama «necesidades», —Que no me conozca ya que no me quiero conocer—. Como afirma Rivas (1999) una especie de anestesia, perpetua, repetida.

En este sentido ya no es sólo una conducta o unos sentimientos implicados que alivien «algo», ya que sumamos su estructura y la construcción de significantes subjetivos de la persona. Es decir se hace imprescindible el análisis de la implicación de determinados mecanismos psíquicos estructurales y a la par el análisis del proceso uno por uno, por ej., qué función, implicación y responsabilidad cumple el síntoma en la estructura de la persona concreta.

DIAGNOSTICO DIFERENCIAL. Tendremos que diferenciarlo del Trastorno límite y los estados maniacos o hipomaniacos. Muchas veces los criterios son difusos, por ejemplo diferenciar la dependencia a líneas telefónicas eróticas, hot-lines, del voyeurismo que también tiene un carácter compulsivo. Decimos esto porque los dependientes de las líneas telefónicas eróticas, más tímidos, son clasificadas igualmente como «adictos al sexo» y en este punto no hemos avanzado mucho ya que Freud hace más de un siglo 1890, en Amparo Ramos Sandín (1995), señala que escuchar cintas con contenidos eróticos debería considerarse una variante del Voyeurismo pero en modalidad auditiva.

Otros autores como Langevin y Lang (1984) afirman que el voyeurismo también incluye la contemplación de pornografía, siempre y cuando sea la principal fuente de excitación. La diferencia parece radicar en que en el voyeurismo, la persona observada no sabe que esta siendo observada, mientras que en la dependencia al sexo las personas consienten. Esta cuestión queda sin estar clara. Incluso hay autores que afirman sin haber llegado a demostrarlo que el voyeurismo y las parafilias serían un escalón posterior a la adicción al sexo.

ABSTINENCIA. Por lo general se ha hablado de la abstinencia pero poco de la tolerancia. En cuanto a la abstinencia, Echeburúa (2003) habla de síntomas tales como: nerviosismo irritabilidad, dolores de cabeza, temblores insomnio etc. Los autores Sanz, O. Fuentes, J Gándara, J. (1999) hablan de síntomas parecidos: irritabilidad, ansiedad, nauseas, insomnio, temblores, cefaleas, inquietud. En cuanto a los síntomas de la abstinencia de los dependientes al sexo no encontramos una especificidad directa con la variante sexo y sí con las consecuencias de cualquier dependencia. Por lo general en la abstinencia, el paciente relata síntomas subjetivos como: vivencia de dolores de cabeza, nerviosismo, sentirse angustiado, temblores, irritabilidad, insomnio.

El síndrome de abstinencia se produce tanto por la terminación de la conducta como por lo que esto significa para la persona. En el periodo de abstinencia deben existir alternativas para la persona. Plantear la construcción de planes o gestión de capacidades antes del cese de las actividades disfuncionales será clave en la recuperación. Poder manejar la huida ante la frustración transmitiendo en un primer momento el permiso de sentir para poder resolverlo y poder planificar un futuro, poderse entender e ir poniendo palabras a eso que desconoce. Si esto no es resuelto por el sujeto probablemente habrá una irrupción, un bloqueo, o un impasse, probablemente hasta la siguiente recaída. Graña, J (1998) El cambio, especialmente el cambio en la conducta adictiva, no es un fenómeno que siga la ley del todo o nada. Un modelo comprensivo de cambio tiene que cubrir todo el curso del cambio.

ETIOLOGÍA. Existen diferentes hipótesis respecto a las causas como la teoría de los andrógenos como factor desencadenante, que no está muy clara. Teorías sobre el Lóbulo temporal. Los andrógenos. Y sobre todo las explicaciones sobre el sistema cerebral de recompensa. Se afirma muy en general que la dependencia al sexo, como en otras ocasiones, es en un primer momento un reforzamiento positivo como posteriormente negativo. También se esgrimen otras interesantes razones como la educación punitiva, represiva y una sexualidad culpabilizadora, sucia.

Pero nos encontramos ante la frecuente pregunta de si el dependiente se hace o nace. Autores como Earle y Crow, (1989) afirman claramente en sus investigaciones que el adicto no nace, se hace. Suponemos que se pueda encontrar un gen, pero dudamos de que encontremos un gen que dé importancia a los significantes, al igual que vemos complejo encontrar el gen del sentido del humor. Por otro lado desde USA nos llegan libros como; adictos al amor, las mujeres que aman demasiado, o sex addiction case studies and managemet, que emplean explicaciones o apoyan las tesis de los acontecimientos traumáticos —los abusos— como origen de esta dependencia. Aunque ponemos de manifiesto la existencia de una alta correlación entre estas dos variables consideramos que es fácil bosquejar, abusos o traumas infantiles y dudamos de esta generalización taxativa. Estas razones pueden ser reales, imaginadas, inconscientes o estar ausentes y no siempre es verificado en nuestra labor clínica.

EPIDEMIOLOGIA. Earle y, Earle (1995), más frecuente en varones. Parece ser que el inicio esta en la década de los años 20 años. En cuanto a los adictos al sexo por Internet —cibersexo—, nos apuntan de nuevo desde USA en un estudio de Stanford y Duquesne, Cuna (2000), que podrían existir en aquel país aproximadamente 20 millones de sujetos que frecuentan más de 10 horas a la semana cualesquiera de las miles de direcciones pornográficas que existen en la red. Según Sanz (2003) un 2% de la población, es un hombre casado, de clase media, de entre 35 y 45 años y padre de familia. Como diría Jacques Alain Miller, aman a las que no desean y desean a las que no aman. Según Sanz (2003), entre los pacientes […] hay un 50 % de homosexuales y algunas mujeres. En la literatura al respecto también se habla de que una persona clasificada con este trastorno tiene mayor comorbilidad de padecer otro trastorno adictivo que otras personas. Se ha relacionado con personas narcisistas, obsesivas, dependientes y con el abuso de medicamentos y alcohol.

DON JUAN O EL DEPENDIENTE. A lo largo de la historia de la literatura hemos tenido tantas figuras de Don Juan como síntomas y estilos tienen sus magníficos creadores. La premisa necesaria de Don Juan es seducir a todas las mujeres viables desentendiéndose posteriormente de ellas. Después de conquistadas surge el efecto del desinterés, el entusiasmo se diluye… Cada época con toda su personalidad crea su Don Juan, por regla general son clasificados en una mezcla de traumatizados y con rasgos de artistas. El más afamado burlón hispánico es el de Zorrilla. Su historia transcurre desde su briosa presentación hasta el final de su curación, curación que no puede ser otra que por amor. Por el amor se arrepiente en una especie de acto de contricción, aunque según el propio autor; no hay que olvidar que lo suyo, era un drama, muy en consonancia con el igualmente arrepentido Don Juan de Zamora. Tirso de Molina nos dibuja un Don Juan un tanto rococó, trivial, estrambótico, burlador y atrapado en la envoltura de su propio síntoma, de parecidas formas al pudiente e irresponsable de Molière. Y otros tantos como; el conde de Mirabeau, siglo S XVIII; el Don Juan de Marana ou la Chute d ún agne, de A, Dumas; otros como Walter de la época victoriana, My secret life; otros como el artista Don Juan Mozartíno, o el Don Juan materialista del siempre brillante Lord Byron.

Nos podemos preguntar cuáles son las diferencias entre un dependiente y el Don Juan.
Gurméndez (1994) dirá que; el Don Juan moderno ya no es refinado buscador de variedades para su alma […] ahora quiere vivir en un estado permanente de placer, para evitar el dolor. Respecto al dependiente nos encontramos con definiciones más psicologizadas, como la del DSM III-R que sostiene para estos casos la etiqueta de; F52.9 Trastorno sexual no especificado [302.9]. Definida como: Malestar debido a un patrón de relaciones sexuales repetidas caracterizadas por sucesiones de amantes que constituyen solamente objetos para ser usados. Cobran importancia los aspectos más perversos y matices como la agresividad, la violencia, el control, como señala Felipe Acunar (2000) «tenían más problemas para relacionarse con el otro sexo […] tienen tendencia a la violencia, violencia doméstica, etcétera. En este sentido y salvando las distancias, el concepto de adicción que impera en la actualidad, vemos que tiene un carácter más impulsivo-agresivo. La adición al sexo es, según Jean Adès y Michel Lejoyeux (2001), el producto de lo «políticamente correcto». Un trastorno que está más relacionado con las disfunciones emocionales, Mellody (1997) y Aviel (1993).

Mientras que el Don Juan de Zorrilla podríamos definirlo como un buscador de sensaciones (BS), que asume experiencias varias y no localizadas en un único objeto, le excitan los viajes, los retos, las fiestas. Porque no hay como/ Tenorio otro hombre sobre la tierra/ y es proverbia su fortuna/ y extremadas sus empresas. Incluso el tener síntomas, manías persecutorias y estilos estrambóticos diferentes al resto marcan su diferencia aunque sufra en algunas ocasiones por ello, ya sea en forma de deshonor o soledad. Un personaje que toma los riesgos, que también tienen que ver con la agresividad, pero con un carácter más, por decirlo de alguna forma; «aventurero». Un seductor con un carácter en muchas ocasiones; «inmaduro». Pero sin duda, más divertido, cruel, desafiante, oportunista y vividor, si bien los excesos y las irresponsabilidades le pasen factura. Pues por doquiera que voy/ va el escándalo conmigo.

Nos encontramos interpretaciones de Don Juan como la de Marañón, en Vallejo-Nájera (1992) entendía que Don Juan tenía una gran dificultad para establecer relaciones amorosas francas y profundas. Luisado y Poltard, también en Vallejo-Nájera (1992) darán un paso más y lo relacionarán con la personalidad histérica masculina, dirán que es un esfuerzo para aproximarse a sí mismo. Una versión parecida a la que esgrime Milán Kundera (1994) cuando habla de las obsesiones de su amigo en el libro de; los amores ridículos. Juan Peña (2003) en su magnifica introducción a Zorrila nos comenta la visión de Don Juan que tiene Kierkegaar «un desvelador de misterios»; un individuo en constante formación y crecimiento pero jamás concluido. Esta formulación «suponemos» que es retomada por Vallejo-Nájera (1992) quien dirá posteriormente que: Don Juan es un, clásico inmaduro, que busca la autoafirmación en la adolescencia, un objeto que se convierte en aumento de su autoestima, […] dificultad para integrarse realmente en sus relaciones afectivas.


(1) Entendemos por signos a los indicadores objetivos observados en la exploración y no siempre reconocidos por la persona. José María Álvarez (2003).

(2) Gurméndez (1994), cuando el placer sexual se reduce al consumismo múltiple, voluble, que no crea felicidad. Esta insatisfacción de la satisfacción generalizada engendra desgana, apatía sexual.

REFERENCIAS

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· Sanz, O. Fuentes, J Gándara, J. Año. (1999). Adiciones si drogas ¿hábitos o enfermedades?. Madrid: Edita, Comunidad de Madrid. Conserjería de Sanidad y Servicios Sociales. Agencia Antidroga.

· Vallejo-Nájera, J. (1992). Guía práctica de psicología. Madrid: Temas de hoy.

· Zorrila, J. (2003, 23 edición). Don Juan tenorio. Madrid: Cátedra.

Firmado: Fernando Pérez del Río

Psicólogo. DEA Terapeuta en Proyecto Hombre (Burgos). Miembro del Grupo de Estudios Psicoanalíticos C y L.

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