«Informar sobre alcohol: una guía para periodistas» propone recomendaciones prácticas para mejorar la cobertura mediática sobre esta sustancia, evitando eufemismos, estigmas y discursos normalizadores.
El consumo de alcohol es uno de los principales factores de riesgo para la salud pública, y su presencia en los medios influye directamente en cómo la sociedad lo percibe. Por ello, este documento ofrece herramientas concretas para informar con responsabilidad, precisión y conciencia ética sobre este tema.
«No existe un nivel seguro de consumo de alcohol. Sin embargo, a nivel mundial sigue habiendo un bajo nivel de conocimiento sobre el impacto negativo del consumo de alcohol en la salud y la seguridad de las personas. Esta guía tiene como objetivo ser un apoyo para la comprensión y la comunicación acerca de los efectos del consumo de alcohol, sobre las personas, familias y comunidades. Si los medios de comunicación que abordan cuestiones relacionadas con el alcohol evitan emitir juicios morales y culpabilizadores sobre las personas que consumen, podrían ayudar a las personas a entender mejor el impacto inaceptablemente alto que tiene en la salud y en la sociedad. Además, pueden ayudar a entender las raíces del problema y cómo puede prevenirse en gran medida».
La guía subraya la necesidad de replantear el lenguaje y el enfoque con el que se aborda el alcohol en los contenidos periodísticos, y anima a los medios a asumir un papel activo en la sensibilización sobre sus efectos reales.
Además, también responde a muchas de las dudas y creencias erróneas más extendidas como: «el vino es bueno para el corazón», «una copa al día no hace daño» o «beber es parte de nuestra cultura». Frente a estas ideas normalizadas, el informe recuerda que el alcohol es una sustancia psicoactiva, con efectos nocivos incluso a niveles bajos de consumo, y que su aceptación cultural no debe traducirse en silenciamiento mediático sobre sus daños.
Entre los principales aportes del informe, destacan una serie de recomendaciones clave que buscan mejorar la calidad y el impacto de la información. También se exponen ejemplos prácticos a la hora de preparar la información.
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Lenguaje claro y preciso: Se aconseja evitar expresiones como «beber moderadamente» o «consumo social» que pueden minimizar los riesgos, y optar por términos objetivos como «consumo de alcohol».
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Uso de fuentes expertas: Se recomienda acudir a organismos como la OMS, la OPS o especialistas en salud pública para sustentar la información con evidencia científica rigurosa.
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Análisis crítico de la industria: La guía alerta sobre estrategias publicitarias del sector que suavizan la imagen del alcohol, y propone no replicar campañas que lo asocien al éxito, la felicidad o el atractivo social.
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Tratamiento riguroso de datos: Se ofrecen pautas para presentar estadísticas o estudios sin caer en la desinformación o la exageración, y explicarlos de forma comprensible para la audiencia general.
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Historias humanas sin sensacionalismo: Se anima a visibilizar los efectos del alcohol a través de testimonios o casos reales, respetando siempre la dignidad de las personas y evitando reforzar estigmas.
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Enfoque ético y social: El informe sugiere tener especial cuidado al abordar el alcohol en contextos sensibles como la juventud, el embarazo o los entornos de vulnerabilidad, donde puede tener consecuencias más graves.
Al final de la guía se incluye un glosario con términos que deben evitarse y propuestas de reemplazo centradas en las personas. Un ejemplo:
Adicto/a: (¡Alerta de estigma!) Término utilizado para describir a una persona que presenta un deterioro en el control sobre el consumo de sustancias (u otros comportamientos de búsqueda de recompensas, como el juego) a pesar de experimentar graves daños derivados de dicha actividad. Se recomienda utilizar el lenguaje centrado en la persona, en lugar de describir a alguien como un «adicto/a al alcohol». Es preferible referirse como «persona que padece un trastorno por consumo de alcohol» para reducir el estigma asociado a estas afecciones.