El consumo de drogas y las conductas adictivas siguen siendo un desafío en España. Para enfrentarlo, se acaba de lanzar un sistema de indicadores clave que permite medir de forma clara y precisa la situación de las adicciones en el país. Desarrollado por el Consejo Español de Drogas y Adicciones (CEDOA) junto con la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, este proyecto busca ordenar el caos de datos disponibles y convertirlos en información útil.
Este sistema, que ya presentó su primer boletín con datos actualizados, tiene como objetivo no solo facilitar la planificación de políticas públicas, sino también fomentar un debate más informado sobre un tema que suele estar cargado de prejuicios y opiniones poco fundamentadas.
El sistema incluye 27 indicadores organizados en cuatro áreas que cubren tanto los patrones de consumo como sus consecuencias. Por ejemplo, mide cuánto beben y qué consumen las personas adolescentes, cuántos adultos han usado hipnosedantes sin receta u otras sustancias de uso ilegal, y cuántas personas tienen trastornos derivados del consumo de sustancias como cannabis, cocaína o heroína. También considera aspectos menos visibles, como la relación entre el consumo y los accidentes de tráfico o la mortalidad por cirrosis hepática.
La idea detrás de este proyecto es ofrecer una visión más ordenada y comprensible, sin caer en datos aislados o sesgos. Con este sistema, las personas responsables de las políticas podrán identificar tendencias a tiempo y priorizar mejor los recursos.
El proceso para diseñar el sistema comenzó en 2022 y, en menos de dos años, se logró definir qué medir, cómo hacerlo y con qué datos. Para ello, uno de los retos fue seleccionar indicadores manejables y que ofrecieran información relevante a corto plazo. Por eso, aunque el sistema está pensado para cubrir todo el territorio, en algunos casos se limita a segmentos específicos, como estudiantes de secundaria o adultos de 15 a 64 años. A pesar de estas limitaciones, el sistema ya cubre 26 de los 27 indicadores previstos, con uno todavía en desarrollo.
Además, permite desagregar los datos por sexo, edad y región. Esto facilita no solo identificar patrones de consumo específicos, sino también abordar desigualdades que a menudo pasan desapercibidas.
El enfoque de la herramienta no se limita a señalar cifras, sino a usarlas para mejorar estrategias y programas. Por ejemplo, entender qué prácticas de prevención funcionan mejor o cómo garantizar que las personas con trastornos puedan acceder al tratamiento que necesitan.
En conclusión, aunque este sistema parece técnico, sus responsables aluden a que tiene implicaciones directas en cómo entendemos y abordamos las adicciones. Va más allá de los números: es una herramienta para visibilizar realidades, combatir estigmas y, sobre todo, mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.