“Es un reto monitorear, trabajar en la calle y es un reto la reducción de daños en México”
Marina Sardiña
Bogotá (Colombia)
Clara Fleiz Bautista es investigadora en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Psiquiatría de México, Licenciada y Doctora en Psicología, su trabajo –de casi una década– está centrado en la población usuaria de drogas inyectables en la frontera norte de México y que está en condiciones de alta vulnerabilidad.
Durante la 28° Conferencia Internacional sobre Reducción de Daños (HR25), celebrada en Bogotá, Colombia, a finales de abril, Fleiz presentó su ponencia Fentanilo y Xilazina en la Frontera Norte de México: Un nuevo reto para las políticas de salud en materia de drogas, en la que destacó el importante papel de las organizaciones de la sociedad civil en materia de reducción de daños, pero también la importancia de la colaboración entre la Academia y las organizaciones en terreno tanto para la investigación, como para la creación de políticas públicas con un enfoque en la reducción de daños: “No puede haber investigación sin activismo que tenga el impulso de transformar, que incorpore nuevas miradas, equipos multidisciplinarios”.
En su intervención se mostró crítica con el Gobierno de México, cuestionando los retrocesos en materia de financiación para las organizaciones de la sociedad civil: “No existe una política gubernamental que apoye los programas de reducción de daños”, y una de las consecuencias, apunta, fue que el fentanilo llegó a las personas de alta vulnerabilidad, sin acceso a servicios de salud o vivienda.
Desde su experiencia como psicóloga, Clara Fleiz Bautista cuenta la importancia de las narrativas en torno al consumo de sustancias: “Mi enfoque está centrado en humanizar la investigación”. “Me interesa mucho la investigación cualitativa de corte antropológico para rescatar la experiencia vivida de las personas, porque sino tendremos una mirada drogo-centrada solamente en la sustancia. Esa es la mirada que ha prevalecido sin entender los contextos, las experiencias, las motivaciones, las expectativas que las personas tienen sobre estas sustancias que están consumiendo”.
Pregunta. Usted habla mucho de la narrativa, ¿cuál es el impacto que tiene el lenguaje desde los discursos políticos hasta los mismos medios de comunicación? ¿Cómo cree que hay que abordarlo para no caer en la deshumanización de las personas consumidoras de sustancias?
Respuesta. Creo que has usado la palabra que nos sitúa, humanizar. Si solamente analizamos el contenido de las sustancias o lo vemos desde la política punitivista que criminaliza; que lejos de poder dar un marco a toda una política de drogas integral donde se preserve la mirada de los derechos humanos, donde puedan cohabitar otras aproximaciones, se limita tanto la investigación como las acciones de transformación que se pueden hacer.
Hay que regresar al origen de todo, estamos hablando de personas. Personas que por esta desigualdad histórica en estos contextos de los que yo estoy hablando, del norte de México, tenemos una deuda histórica con ellos y ellas. Se ha deshumanizado de tal forma que se les ve como personas sin derechos, como personas que son criminales, sin el derecho a tener una vida digna. Ahí es donde terminas deshumanizando. Entonces, el discurso político queda muy alejado de la realidad.
Me parece muy importante el trabajo que hace ‘Verter’ como organización de la sociedad civil. Por ejemplo, en Mexicali están en el epicentro y además de darles las jeringas, todo el kit de reducción de daños, muchas veces reciben acompañamiento o esta canalización a otros servicios de salud.
Puede entenderse como algo muy asistencial, pero en poblaciones que lo han perdido todo y no tienen nada, esa es una forma de humanizar las políticas de drogas. Se hace directamente viendo las necesidades que tienen y creando espacios donde puedan recobrar la dignidad que se les ha quitado a partir de todo un modelo: colonialista, patriarcal, que sobre todo oprime también de una manera particular a las mujeres en estos contextos de consumo.
P. ¿Qué está haciendo el Gobierno de México en este momento en cuanto a las políticas de reducción de daños y a la financiación de las organizaciones de la sociedad civil que están en lugares como la frontera norte de México para apoyar estos procesos?
R. Ha sido un proceso un poco complejo, porque en un momento de tanta tensión política con Estados Unidos el país se ha puesto en jaque, porque nos han señalado cómo los productores de los precursores de fentanilo y hay toda la evidencia de que México no participa en esta cadena de producción sobre los precursores.
Esto trae tensión porque es visto como un problema de seguridad nacional. Se convierte en una situación política compleja por abordar. Entonces, la narrativa se construyó sobre el hecho de que aquí no hay fentanilo, aquí ni se produce ni se consume.
En algún lugar entiendo que hay una parte de esta aseveración. Por un lado, para México este consumo es relativamente muy reciente. Estoy hablando de 2018 y 2019. Pero eso no significa que no se deba reconocer que hay una población que sí está consumiendo. Y reconocer que hay asociaciones de la sociedad civil que están haciendo un trabajo admirable, muy digno y que están atendiendo a las poblaciones.
Es un sinsentido hablar del fentanilo, por lo menos para nuestro país, sin hablar de dos protagonistas: de las personas que lo están consumiendo a quienes sí llegó y de las personas que en realidad sí están atendiendo en la parte comunitaria, que son las organizaciones de la sociedad civil con sus programas de reducción de daños.
Sí, me parece que fue un año muy difícil para las organizaciones y que ojalá el actual Gobierno se sensibilice un poco más del importante trabajo; por un lado que es la reducción de daños y por otro lado de las organizaciones que lo están haciendo.
Creo que –en el actual mandato de Claudia Sheinbaum– hubo un cambio en la narrativa. Es bueno porque lo que no se nombra, no existe. El siguiente paso lo que esperamos es que haya transformaciones, por ejemplo, en la Ley General de Salud para el tema de la naloxona, que es una medida de reducción de daños que salva vidas. Que haya producción en nuestro país y disponibilidad, porque no podemos estar a expensas de organismos internacionales. Es una responsabilidad también de nuestro país atender a estas comunidades y las ONGs lo están haciendo con sus programas de reducción de daños.
P. ¿Cuáles son los retos y desafíos que encuentran frente a estas políticas prohibicionistas y que, como dices en tu ponencia, criminalizan también hasta al que quiere investigar una sustancia? ¿Cómo esto impide que se puedan llegar a hacer una reducción de daños más efectiva?
R. Las cosas podrían hacerse más fáciles si tuviéramos una mirada o una comprensión de esta situación basada en un enfoque de salud pública, de derechos y no solamente cargada hacia el eje de seguridad. O sea, entendemos que cuando estamos hablando de sustancias hablamos de dos brazos: la parte de seguridad que representa para un país y la parte de salud pública. La parte también social que está inmersa, la parte de atención y de investigación.
Los retos, en este sentido, cuando una mirada se carga hacia un lugar, por ejemplo, a verlo como un fenómeno de seguridad nacional está la mirada criminalizante ahí, la mirada punitiva y la mirada que persigue.
El reto en investigación en campo es mucho y, por ello, voy a poner ejemplos. Nos pasó haciendo entrevistas, de pronto llegaban operativos. ¿Sobre quiénes van? Sobre las personas. No solamente es difícil, es desestructurante en el momento, porque un primer principio en la investigación en el trabajo comunitario es que no puedes poner en riesgo a nadie. Estamos trabajando bajo un contexto que dificulta nuestro trabajo, pero sobre todo dificulta la vida de las personas.
Si tuviéramos un enfoque diferente, que se entendiera la importancia de la investigación, que tuviéramos más apoyos para poder incluso manejar sustancias. Hay especialistas en nuestro equipo que son farmacólogos y que tienen unas complicaciones horribles para conseguir las sustancias puras. Esto dificulta la investigación y nos dificulta a todos, porque cómo caracterizar sustancias, cómo las puedes transportar si tienes todo este aparato que no permite.
Es un reto monitorear, es un reto trabajar en la calle y es un reto la reducción de daños en nuestro país. Pero por encima de esto, uno tiene que avanzar con esta resistencia y encontrar formas alternativas. Yo creo que la comunidad misma es una gran sabia de las formas como ellos entienden la reducción de daños y la forma de gestionar los riesgos. Creo que eso balancea muchísimo todas las dificultades que tengas en estas dos partes: en la investigación o en la acción comunitaria. El otro tema es la inseguridad, o sea, la inseguridad en nuestro país es un reto para la investigación y para el trabajo comunitario.
P. ¿Cuál es el panorama que tú has investigado del fentanilo en la frontera norte de México? ¿Qué has encontrado en tu investigación?
R. Hay datos muy puntuales. Por ejemplo, 7 de cada 10 muestras contienen fentanilo en estos territorios psicotrópicos donde hay población que está usando por vía inyectada principalmente, donde están combinando con metanfetamina, con cristal. Lo que también estamos viendo es que también tenemos otro tipo de adulterantes, por ejemplo, la presencia de tramadol, o sea es el opioide del opioide del opioide.
Este resultado es importante porque es evidencia científica de lo que sí está circulando en la calle con el tema del fentanilo. Entonces este dato de 7 de cada 10 muestras analizadas con espectrómetro de masas me parece fundamental para decir que sí hay fentanilo en México.
Otro dato importante son las sobredosis. Seis de cada diez manifestaron que habían tenido una sobredosis muy relacionada al uso de opioides. Otro dato importante es el crecimiento de VIH y Hepatitis C. No podemos ver fentanilo como algo aislado, sino entender todas las aristas que tiene una nueva sustancia. Por ejemplo, ves el VIH en crecimiento porque el efecto del fentanilo dura poco, se tienen que volver a inyectar, cuando comparten jeringas puedes tener presencia de VIH o Hepatitis C.
P. ¿Cómo ves este nuevo Gobierno de Donald Trump, también en relación con el nuevo Gobierno mexicano, la cooperación en torno a las políticas de drogas y el tema del fentanilo?
R. Muy incierto, realmente lo veo muy incierto, porque desafortunadamente un día tenemos una noticia un poco tranquila, y al otro día ya la noticia es diferente, entonces me parece que el Gobierno, particularmente la presidenta, dentro de la incertidumbre, ha dado señales contundentes de que la responsabilidad es compartida: que hay una demanda en Estados Unidos y que esta demanda se tiene que atender. Yo lo que veo es mucha volatilidad y mucha violencia en el discurso.
Me parece que México tiene que seguir haciendo el trabajo de resistencia, cada uno desde nuestra trinchera también, en investigación, en quienes están en la parte de la toma de decisiones políticas, pero sí veo un panorama con demasiada incertidumbre.
A nosotros nos toca en fibras bastante sensibles porque estamos hablando de personas, de las personas migrantes, de las personas a quienes llegan también todas estas sustancias, que se quedan varadas en la frontera y que ante tanto dolor social usan sustancias psicoactivas.
P. ¿Qué impacto tiene para América Latina el hecho de que se esté celebrando la Conferencia Internacional sobre Reducción de Daños en Colombia, un país que al igual que México, todavía sufre las consecuencias de la fallida ‘guerra contra las drogas’?
R. Me parece que Colombia ha ido a la vanguardia en la reducción de daños en América Latina. Es un ejemplo para la región y para el mundo de cómo, aunque tengas una guerra declarada contra las drogas -lo cuál no quita la dificultad que puede haber para las organizaciones de la sociedad civil-, pero por encima de esta guerra, han innovado en muchos sentidos para hacer reducción de daños.
Justo el tener una conferencia internacional de este nivel, con tantos países y delegaciones, es un orgullo como latina. Es un orgullo ver a nuestra hermana Colombia encabezando el liderazgo para América Latina y para el mundo de lo que es la política de drogas o de lo que sí debería de ser una política de drogas. Es un mensaje a América Latina y al mundo de resistencia, justamente.
Para México la relación con Colombia siempre ha sido cercana; aprendemos ya sea en el tema de reducción, en el tema de investigación, aprendemos muchísimo de nuestros colaboradores o colegas de aquí y siempre ha sido un referente, no solamente para el tema de drogas, para incluso programas comunitarios en nuestro país de otra índole.

Clara Fleiz durante su ponencia en la Conferencia de Harm Reduction International en Bogotá | Marina Sardiña