Ha creado un oasis en medio de calles transitadas, autobuses, gente a todas horas. Un patio interior donde se eleva un altísimo níspero, un olivo reciente, un limonero de luna. Plantas, agua en una fuente, un rincón donde respirar y meditar y calmar la furia cuando se le dispara. Sabe cómo hacerlo. Es un experto en su enfermedad mental, un trastorno límite de personalidad (TLP). También es experto en aprender habilidades para no sufrir más de la cuenta. En desmenuzar los escenarios para desactivar el dolor o manejar las pesadillas que vuelven una y otra vez. Y ahora dinamiza grupos de ayuda mutua, un mundo horizontal donde todos pueden hablar.

“Le pierdes el miedo a la ansiedad, la asfixia, el dolor en el pecho que creías que te iba a producir la muerte. Las habilidades que me han enseñado me sirven para manejar eso. Yo me lanzaba a trabajar sin descanso para combatir el convencimiento de que se me iba a parar el corazón. Ahora me bajo al patio y despacio corto hojas, podo, limpio, respiro…. Manejo la distracción. Si es muy fuerte el ataque, corro en la elíptica. Sé que al liberar endorfinas me mejora la ansiedad. Cuando me siento más feliz de la cuenta, sé que tengo que bajarme . Me pongo canciones tristes”.

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