El estigma internalizado que experimentan los hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (GBHSH) con el VIH, especialmente en torno al consumo de drogas y/o sustancias, dificultaría de forma significativa el autocuidado y la vinculación con la atención del VIH en esta población. Un estudio cualitativo, cuyos resultados se han publicado en la revista Social Science & Medicine, ha revelado que los participantes experimentaron autoestigma interseccional como consecuencia de diferentes ejes de desigualdad que interactuaban de forma simultánea, entre los que se incluyen, además, del uso de drogas, el propio estado serológico al VIH, la orientación sexual, el origen étnico, el comportamiento afeminado, la pobreza o la inestabilidad habitacional.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU (CDC, en sus siglas en inglés), en 2018, tan solo el 65% de los hombres GBHSH con el VIH en el país norteamericano acudieron de forma sistemática a las clínicas del VIH y únicamente el 57% alcanzó la supresión viral. La evidencia revela que los hombres GBHSH que consumen drogas y/o sustancias, especialmente estimulantes, con frecuencia tienen una peor adherencia al tratamiento antirretroviral, un peor autocuidado del VIH y acceden de forma bastante más irregular a los servicios de atención del VIH (véase La Noticia del Día 02/07/19 ). El impacto negativo que tiene el estigma sobre la salud está bien documentado, así como el impacto de internalizar estos mensajes negativos, el autoestigma. Investigaciones previas muestran que el autoestigma asociado al VIH es una barrera para la atención médica, y que el autoestigma asociado a la orientación sexual y/o el uso de drogas también presenta barreras para la atención del VIH.

Con el objetivo de arrojar algo más de luz sobre esta cuestión, un equipo de investigadores del Hospital General de Massachusetts (EE UU) realizó un estudio cualitativo, mediante entrevistas semiestructuradas en profundidad, con el objetivo de intentar comprender mejor el estigma internalizado como barrera para la atención del VIH. Se trata del primer estudio que examina la intersección y el impacto de múltiples estigmas internalizados sobre la conducta de los hombres GBHSH con relación a su autocuidado y a la atención del VIH.

Se seleccionó a los participantes en la ciudad de Boston (Massachusetts), a través de la publicidad y difusión en diversos emplazamientos de la comunidad y online a través de sitios de citas, de contactos y redes sociales. Para ser incluidos en el estudio los participantes tenían que tener el VIH, haber consumido sustancias y/o drogas (incluido el alcohol) en los tres meses anteriores, ser hombre GBHSH y tener una vinculación insuficiente con la atención del VIH. Esto último se definió como tener carga viral detectable, declarar una adherencia a la terapia antirretroviral inferior al 90%, o faltar a dos o más citas en los servicios de atención del VIH en el año anterior sin reprogramarlas.

Se incluyó a 33 hombres en el estudio, con una edad media de 51 años. Los participantes llevaban una media de 19 años viviendo con el VIH, siendo el 60% de raza negra y el 36% de raza blanca. El 36% de los hombres indicaron tener estudios secundarios o inferiores, mientras que el 46% declararon haber cursado algún tipo de estudios universitarios; el 5% tenían una titulación superior. Tres cuartas partes de los participantes ganaban 20.000 dólares o menos al año.

Más de la mitad (58%) de los participantes se identificaron como hombres gais, el 27% como bisexuales y el 15% se identificaron como «otros», lo que incluía a hombres heterosexuales. La mayoría consumían múltiples drogas y/o sustancias. El consumo de estimulantes era elevado (79%), al igual que el consumo de tabaco (76%), cannabis (67%), drogas “de club” -cocaína, ketamina, éxtasis, metanfetamina, GHB o poppers– (40%) y únicamente alcohol (18%). La mayoría de los participantes también señalaron consumir múltiples sustancias, como alcohol con estimulantes (36%), alcohol, estimulantes y sedantes (15%) y alcohol, estimulantes, opioides y sedantes (12%).

La mayor parte de participantes informaron de algún tipo de estigma internalizado que afectaba a su autocuidado del VIH, incluyendo el autoestigma relacionado con el VIH, con la orientación sexual, con la raza, con el hecho de ser afeminado, con la pobreza y con la situación de la vivienda donde vivían.

Casi todos los participantes comunicaron experimentar un estigma internalizado en torno al consumo de sustancias y/o drogas, y alrededor de la mitad hablaron de forma explícita sobre la intersección entre sus identidades y los estigmas. Por otra parte, los participantes subrayaron que los aspectos asociados a sus identidades estaban interrelacionados entre sí y no se podían experimentar de forma singular. Los múltiples estigmas se acentuaban mutuamente y afectaban a la forma en que los hombres eran juzgados por la sociedad.

Muchos participantes percibieron el estigma por parte de los demás y hablaron del rechazo y la falta de pertenencia de sus familias y comunidades. Este estigma difundido condujo a sentimientos de vergüenza y estigma internalizado. Algunos hombres hablaron explícitamente de que estaban estigmatizados y marginados dentro de las comunidades a las que pertenecían, como la comunidad gay o la del VIH debido a características personales como el hecho de ser afeminado o no tener una vivienda estable. Los participantes que eran religiosos, en particular los hombres de raza negra, señalaron que los estigmas se exacerbaban dentro de la comunidad religiosa. Sin embargo, aunque casi todos los participantes negros describieron la discriminación racial como un reto, el hecho de formar parte de la comunidad negra y de la iglesia negra se describió como una fuente de fuerza y pertenencia.

Pocos participantes relacionaron de forma explícita el autoestigma en torno al estado serológico del VIH o la orientación sexual con el consumo de sustancias. Sin embargo, los hombres del estudio describieron haber experimentado el estigma y la discriminación establecidos en relación con múltiples aspectos de su identidad, y esto los llevó a sentir vergüenza y a juzgarse a sí mismos. Este estigma internalizado prolongó y empeoró el consumo de sustancias. Casi todos informaron de que el estigma internalizado en torno al consumo de drogas contribuía a dicho consumo más que cualquier otro estigma. Se describió como un ciclo: consumir drogas por sentirse mal, para luego sentirse mal por consumir drogas. En este ciclo, el consumo de sustancias para aliviar las emociones negativas dio lugar a más emociones negativas y a un mayor consumo. Este ciclo suele iniciar una cascada que conduce a la desvinculación de la atención del VIH, al aislamiento y a un mayor estigma internalizado.

La mayoría de los participantes señalaron que el autoestigma en torno al consumo de sustancias y el propio consumo de sustancias afectaban a su conducta con relación a su autocuidado, a la adherencia al tratamiento antirretroviral y a la vinculación con los servicios de atención del VIH.

Como conclusión, los investigadores subrayan la necesidad de que los médicos consideren y aborden los estigmas internalizados que se entrecruzan, en particular el estigma internalizado relacionado con el consumo de sustancias, tanto para reducir el consumo de sustancias como para mejorar el autocuidado del VIH entre hombres GBHSH que usan drogas y no están comprometidos de manera óptima con la atención del VIH. Por otra parte, el estudio aporta una evidencia que puede ser utilizada en futuras investigaciones e intervenciones.

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