La revista «British Medical Journal» (BMJ) ha tenido acceso a más de 300 documentos internos de varias compañías tabaqueras norteamericanas que demuestran que éstas diseñaron un estudio científico a su medida para refutar un trabajo anterior que aseguraba que los fumadores pasivos tenían un alto riesgo de cáncer de pulmón.

No es la primera vez que salen a la luz las artimañas de las industrias de este sector. En esta ocasión al menos 48 documentos confidenciales de varias compañías demuestran que las tabaqueras llevaron a cabo una investigación, «creíble» y con suficiente base científica para emplearla como «instrumento de relaciones públicas» y rebatir así las evidencias publicadas en 1981 en un prestigioso trabajo japonés, citado frecuentemente para demostrar los peligros del tabaco entre los fumadores pasivos.

Los datos publicados esta semana en BMJ demuestran que los «instigadores» del trabajo trataron además de ocultar su implicación en el mismo a través de la utilización de dos autores japoneses que fueron quienes firmaron la investigación como autores únicos y principales. La financiación del llamado «Informe japonés sobre las esposas» (porque se llevó a cabo con las parejas de fumadores) corrió a cargo del «Centro para la Investigación del aire en Espacios Cerrados», una institución detrás de la cuál está la industria tabaquera.

Sin embargo, entre los implicados en su elaboración había, además de los dos científicos nipones, un investigador de la industria tabaquera, un consultor pagado por las mismas compañías y una firma de abogados al servicio de Philip Morris, entre otras. En los documentos se puede leer incluso que era necesario que el trabajo se llevase a cabo en Japón, y por científicos japoneses, para poder contrarrestar con más credibilidad y eficacia los resultados del trabajo nipón origen de la polémica, que data de 1981.

La investigación de las tabaqueras concluyó que «no existían evidencias que permitiesen afirmar que los fumadores pasivos tenían mayor riesgo de padecer cáncer», y añadía incluso que el primer trabajo era «poco creíble» y carecía de evidencias científicas contundentes.

La autora de esta denuncia, la profesora Lisa Bero, de la universidad de California, concluye que «cuando en un estudio científico se ocultan los participantes y otros datos de diseño, los resultados pierden credibilidad». Además, aclara que, aunque el trabajo especificase que había sido financiado «por varias empresas del sector del tabaco», esta información no es suficientemente significativa de la verdadera implicación de la industria tabaquera en su realización.