Mari Carmen Motos padece fibromialgia y encefalomielitis miálgica o síndrome de fatiga crónica (EM/SFC). Un día salió de la consulta de reumatología con una derivación hacia psiquiatría. La médica le dijo que no sabía si tenía un posible trastorno bipolar o esquizofrenia. “Cuando me vio la psiquiatra me dijo que le mandaban a muchas pacientes desde esa consulta y que tanto ella como la psicóloga que trabajaban en la misma unidad eran consciente del maltrato que nos daban negando nuestra enfermedad, negando nuestro dolor crónico, queriendo transformarla en una enfermedad psiquiátrica cuando no lo es”, relata. Unos días después, en una consulta de medicina interna, y tras negar la existencia de la fibromialgia como enfermedad, el médico le preguntó por cómo se encontraba de estado anímico. “Yo le dije que de ánimo estaba bien, no creyó lo que le respondí y preguntó a mi marido, que me acompañaba. Mi marido le respondió que yo no tenía ningún problema de ánimo. Pues aún así, me recetó un antidepresivo”.
Motos es presidenta de la Asociación de Personas con Encefalomielitis Miáligaca, ONG PEM. Sabe que no es la única enferma afectada por dolor crónico que sale con este tipo de recetas en la mano. Las enfermedades que generan dolor crónico tienen mayor prevalencia entre las mujeres. Nos invita a que unamos los puntos, en una sociedad donde “histérica” o “loca” es un calificativo frecuentemente asociado a la mujer. “Es muy habitual, podría atreverme a decir que eso es la norma. No hay una prueba diagnóstica que detecte el dolor crónico, y cuando las pacientes, que la mayoría somos mujeres, vamos a las consultas de los médicos, estos no nos creen, creen que nos lo estamos inventando o que tenemos algún problema de salud mental y te vas con una receta de antidepresivos o incluso ansiolíticos”, explica Motos.
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