En el Parque La Libertad, en el centro de Pereira, las vidas de muchas personas transcurren con las limitaciones de la pobreza, el rebusque diario, y las dificultades de la calle. En ese espacio coinciden mujeres que tienen además otra cosa en común: el uso de drogas, en particular de drogas ilícitas, que a menudo se torna problemático. Basuco, heroína, marihuana, pega, y perico son algunas de las sustancias que usan, a veces para no sentir dolor, a veces para aguantar el día a día, a veces sin razón. A fines de 2019, guiados por una organización de reducción de daños local, la Corporación Teméride, recorrimos cada esquina del parque, hablando con mujeres que usan drogas, muchas de ellas también trabajadoras sexuales en este punto de la ciudad.

Poco o casi nada se habla del uso de drogas entre mujeres, ni en Colombia, ni en el mundo. Sumado al tabú mismo de las drogas ilícitas, las mujeres tenemos mucho más que perder, desde la potestad de los hijos e hijas, pasando por ser tildadas de ‘malas mujeres, malas madres, malas hijas’. En estos espacios hay poca atención para ellas en rutas de servicios de salud, servicios sociales, o mucho menos educación.

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