¿Qué circunstancias o factores intervienen para que una persona usuaria de la red se convierta en dependiente patológico? ¿Se puede considerar como adicción? ¿Existe tratamiento para este tipo de dependencias, consideradas de proceso?

En los últimos meses se ha convertido en noticia el posible síndrome de dependencia al Internet. El número de páginas dedicadas a este tema en la red va aumentando progresivamente y el tema ha trascendido ya a los medios de comunicación.

La base teórica con que cuentan los defensores de entidades como el Instituto de Desorden de Adicción al Internet (IAD por sus siglas en Inglés) son algunos estudios -descriptivos- acerca de los patrones de uso de la red, de los que quizá resulte aventurado deducir que el uso masivo de los recursos on line sea preocupante. En Estados Unidos la Dra. Kimberly S. Young, afirma que hay 400 mil estadunidenses (de 20 millones conectados) adictos al Internet. Así mismo, existen escritos periodísticos que, a partir de algunas declaraciones de los autores y espectaculares testimonios, establecen -sin duda alguna- la existencia de carácter casi epidémico de dicho síndrome.

Cuando un usuario convencional deja lista su conexión y puede empezar a «navegar» por la Red se siente fascinado, utiliza al máximo su correo electrónico (listas de distribución, amistades, etc.) y trata de adentrarse en los demás servicios que suelen ofrecerse -noticias, páginas musicales, programas gratuitos, entre otros-; mientras tanto, los tiempos de conexión se van disparando progresivamente.

Así, vemos que con el Internet sucede el mismo fenómeno que aconteció con los videojuegos a principios y mediados de la decáda de los noventa: éstos presentaron una curva de utilización caracterizada por elevadas frecuencias de uso en las primeras tres a cinco semanas, las cuales fueron descendiendo paulatinamente hasta situarse de modo estable en valores que constituyen una fracción de los períodos iniciales.

De esta forma, se cree que puede existir un núcleo común a todos los elementos psicopatológicos ligados con la informática. Éste es el uso abusivo de los ordenadores; las diferentes manifestaciones son formas clínicas diferentes de un único trastorno. Por ello, se compara la adicción a Internet con el juego patológico, la adicción al tabaco, el alcoholismo o las compras compulsivas.

A pesar de que este paralelismo con el conjunto de las toxicomanías es tentador, se debe aclarar que sólo es posible establecerlo con el juego patológico, ya que no debemos olvidar que no existe -al igual que en los videojuegos- una sustancia responsable de la conducta adictiva.

Algunas personas presentan verdaderos problemas derivados de su afición a los ordenadores y al ciberespacio. Los cibernautas -personas que navegan por la red-, aumentan cada día más, a la par de los servidores y los Café Internet (o cibercafés), lugares que han cobrado popularidad e importante afluencia por los servicios que ofrecen.

Juanas Addiction
Cuando se es despedido del trabajo por el uso incesante de Internet, cuando se abandonan los estudios o una persona se encuentra inmersa en una demanda de separación a causa de esta actividad, se puede sospechar la existencia de una adicción.

La dificultad se sitúa en el punto en que debe trazarse la línea entre un uso intenso de la tecnología y la aparición de las consecuencias derivadas directamente por éste. Sin embargo, hoy en día no existe de modo oficial este trastorno, ya que el conjunto de síntomas que se describen todavía no han demostrado ni consistencia ni fiabilidad.

Según el catedrático Enrique Echeburúa, la adicción llega cuando esa afición «interfiere en tu vida cotidiana o no se busca esa conducta para pasarlo bien, sino para no pasarlo mal».

En términos muy similares se expresa el psiquiatra Francisco Alonso-Fernández quien afirma que los problemas aparecen cuando «existe una absoluta necesidad de desarrollar esa actividad y se experimenta ansiedad si no se lleva a cabo».

El concepto de adicción a Internet
John Suler, investigador norteamericano del abuso de la Red, señala la existencia de dos modelos básicos de la hipotética adicción a Internet. El primero de ellos hace referencia a aquellos sujetos muy aficionados e interesados por sus ordenadores, que utilizan la red para recoger información, jugar en solitario, obtener nuevos programas, etc., pero sin establecer ningún tipo de contacto interpersonal (mas que el necesario para lograr sus propósitos).

El segundo tipo está constituido por aquellos sujetos que frecuentan los Chats, MOODS y listas de correo. Todos ellos tienen en común la búsqueda de estimulación social. Las necesidades de filiación, ser reconocido, poderoso o amado subyacen a este tipo de utilización de la Red. En oposición a ellos, los sujetos del primer grupo evitan el caos interpersonal que pueda generar cualquier canal de Relación Interpersonal por medio del Ordenador (IRC por sus siglas en Inglés). Para ellos, la necesidad de control y la predictibilidad son elementos esenciales.

Cuando el uso de Internet interfiera de un modo significativo las actividades habituales, es cuando podrá ser considerado patológico. Sin embargo, la interferencia sobre los hábitos de vida no es un criterio estable, ya que varía considerablemente de unos sujetos a otros, variando en función de las disponibilidades de tiempo, dinero y de muchas otras circunstancias -ya sea personales y/o familiares-. Mark Griffiths, Psicólogo de la Universidad de Plymouth, considera que las nuevas tecnologías son en sí adictivas, presentando patrones de comportamiento similares a los del juego patológico o la bulimia.

Sarah Lawrence, editora de la revista educativa Taken children seriously afirma que navegar en la Red no se caracteriza por la repetición irracional de una conducta destructiva, como es el caso de las verdaderas adicciones. Señala cómo la valoración del tiempo de conexión puede ser una variable engañosa (estudiada desde un punto de vista únicamente cuantitativo).

¿Sería legítimo considerar a los cibernautas que pasan horas en la red como adictos? Hasta la fecha no existe un perfil bien definido del usuario adicto a Internet. En general se trata de sujetos jóvenes, preferentemente varones, con un elevado nivel educativo y hábiles en el uso de la tecnología. Se especula con la existencia de un subgrupo de usuarios caracterizado por la timidez, que encuentra en el ciberespacio la posibilidad de liberarse de la ansiedad producida por las relaciones sociales cara a cara, ganando en autoconfianza, dado el relativo anonimato que Internet proporciona.

Tienes un e-mail
El correo electrónico probablemente sea el medio de comunicación de mayor impacto después del teléfono. En muchos aspectos es similar al correo convencional, excepto en los aspectos más molestos (redactar sobres, poner sellos y desplazarse hasta un buzón u oficina de correos). Además, la comunicación es prácticamente inmediata, independientemente del lugar donde se encuentre el destinatario.

Desde el punto de vista de las relaciones personales, es frecuente que el e-mail se convierta en un elemento de consolidación de éstas, las que habitualmente surgen en los Chats, MOODs y MUDs. Frente a ellos el correo se convierte en un elemento más fiable, privado y sobre todo menos caótico.

¡Ya tengo novia en el ciberespacio!
La novedad que aún supone el correo electrónico, es uno de los posibles factores que atrae a la gente para iniciar relaciones en el ciberespacio. El relativo anonimato de Internet permite un amplio margen a la fantasía, lo que fácilmente lleva a pensar que uno ha encontrado aquello que andaba buscando.

En cuanto a la calidad de la comunicación, hay quien asegura que puede ser incluso más auténtica que la personal, dado que es posible librarse de la apariencia física de nuestro interlocutor. No obstante esto sólo es parcialmente cierto, ya que la mayor parte de la gente -cuando considera haberse enamorado de alguien a través de Internet-, siente la necesidad de un encuentro personal, probablemente por el hecho de que el contacto directo es una necesidad humana básica, un elemento fundamental de la intimidad.

Internet es un excelente recurso para conocer gente con nuestras mismas aficiones y con personalidades similares; sin embargo, es difícil aceptar que este tipo de relaciones puedan trascender a un plano más personal, tal y como ocurre en el caso de las relaciones sociales cara a cara.

Mucha gente no desea conocer personalmente a aquellas personas que conoce en la Red y muy probablemente, con ello se corra el peligro de perpetuar una fantasía; es decir, podemos considerar estas relaciones como un complemento de la relación personal, del mismo modo que se ven películas o se leen novelas, sin que estas actividades compitan en el desarrollo vital de las personas.

Aunque algunos afirman que el ciberespacio únicamente propicia relaciones transitorias y superficiales, no existe duda alguna de que también ha dado paso a largas e intensas amistades y noviazgos, e incluso matrimonios. La cuestión es dilucidar qué tipo de relación se puede esperar de la comunicación eminentemente textual. Ésta evidentemente obliga a transformar los elementos emocionales, la intimidad y el conflicto, a fin de que se puedan representar en palabras escritas. Sin embargo, y como contrapartida, el anonimato de estas comunicaciones otorga un importante potencial para la espontaneidad y la asertividad que no siempre están presentes en una relación cara a cara.

¿Tratamiento?
Si actualmente no se ha caracterizado la adicción al Internet como una dependencia reglamentada, ¿Es posible realizar un tratamiento que «cure» este fenómeno social?

La mayoría de los psicoterapeutas consideran que la adicción al Internet puede ser tratada como cualquier otra dependencia, con todas sus repercusiones personales y colectivas, teniendo como telón el método de los doce pasos y los grupos de autoayuda.

El primer paso es reconocer que se está enganchado y estar verdaderamente motivado para dejar el hábito. Podemos cuestionarnos si lo que se pretende es una abstinencia completa o bien un uso adaptativo de los servicios de Internet.

El tratamiento deberá adaptarse a las circunstancias personales de cada caso, estableciéndose un tiempo de conexión límite (por ejemplo, 60 minutos) y desconectándose rápidamente una vez transcurrido este período de tiempo. Paralelamente deberá atenderse a las razones subyacentes al abuso de la conexión, ya que mucha gente pasa un tiempo exagerado frente a su ordenador para evitar pensar en aquellas circunstancias que les agobian.

Las personas que podemos sospechar que tienen problemas con Internet, no se conforman con revisar si tienen correo electrónico una o dos veces al día, o bien navegar durante una o dos horas como hacen la mayor parte de usuarios. Se conectan cada vez que pasan cerca de su ordenador, revisan su e-mail 20-30 veces al día y pueden permanecer conectados a la Red durante más de ocho horas al día.

Cabe destacar cómo la mayor parte de los recursos acerca del IAD residen -irónicamente- en la propia Red. El mejor tratamiento debería ser la prevención de este tipo de problemas. En los grandes sistemas corporativos o universitarios no resulta difícil establecer mecanismos del tiempo de conexión de los diferentes usuarios, por lo que se considera factible el realizar intervenciones precoces ante aquellos usuarios que realizan las conexiones más largas y frecuentes. No obstante, deberá establecerse claramente en qué condiciones se produce la conexión y las necesidades reales del usuario, por lo que se recomienda una actitud de exquisita prudencia.

En el medio personal y familiar debe confiarse en la propia sensatez de los usuarios; sin embargo, pueden ser de ayuda los programas que monitorizan la conexión y que permiten programar alarmas cada cierto tiempo. También resultaría de gran interés un programa que se dedicara a controlar la duración de las sesiones, informando periódicamente al usuario y que, eventualmente, pudiera incluso interrumpir la conexión.

Los sujetos más proclives a sufrir problemas de este tipo son, como ya se mencionó anteriormente, aquellos que ya presentan déficits específicos en sus habilidades de relación y comunicación. Por este motivo, no debemos perder de vista el hecho de que muchos hipotéticos adictos no lo son más que de forma sintomática, ya que su conducta en la Red rápidamente se normalizaría en el caso de mejorar las dificultades que parece estar soslayando el ciberespacio. De este modo los adictos al IRC o al e-mail, pueden mejorar súbitamente en el momento en que sus necesidades de comunicación en la vida real aumenten o bien cedan las circunstancias que las restringen.

A partir de ahí sus calificaciones escolares o rendimiento laboral disminuyen; muchas veces están demasiado cansados para acudir a sus obligaciones diurnas o bien para realizar sus deberes. Algunos sujetos no se conforman con reducir el número de horas de sueño o de actividades, sino que llegan a eliminar comidas.

Conclusiones
Existen dos factores que justifican el hecho de que los adictos no puedan permanecer sin conectarse: el entretenimiento y la comunicación. Internet ofrece una inagotable fuente de entretenimiento, ya sea en el sentido más estricto del término, o bien satisfaciendo la curiosidad de sus usuarios. No obstante, esto no es suficiente para que una persona se mantenga conectada durante prolongados períodos de tiempo. La mayor parte de los cibernautas reconocen que escribiendo o tecleando se expresan mucho mejor que con la comunicación persona a persona; a ello hay que añadir la ventaja de poder crear un personaje a la propia medida y convertirse en el Yo ideal de uno mismo.

Parece razonable aceptar que existe un grupo de sujetos cuya conducta con relación a la Red es cuando menos preocupante, por el uso excesivo que de ella hacen. Sin embargo, esta circunstancia por si sola no puede considerarse como un elemento suficiente para proclamar la existencia de entidades nosológicas como el IAD. Recordemos como la dependencia del juego era históricamente conocida mucho antes de que los organismos oficiales aceptaran su inclusión en los manuales de diagnóstico.

Antes de dar este paso, deberemos investigar si esta afición por la red no puede considerarse como sintomática de la existencia de otras dificultades. No es extraño pensar que los sujetos que invierten ingentes cantidades de tiempo en el IRC, pueden tener serias dificultades en su comunicación personal.

No debemos deshechar la noción de que el Internet es una tecnología relativamente nueva, y que como tal se ve altamente utilizada por cibernautas principiantes -y algunos no tan novatos-, que se encuentran deslumbrados por las posibilidades que se les ofrecen.

Desafortunadamente, existe un gran vacío respecto a los estudios de naturaleza clínica, que nos podrían aportar información vital para la comprensión de este fenómeno; en su lugar obtenemos infinidad de testimonios periodísticos, cuyo dramatismo nos hace dudar de su completa objetividad. Como antaño sucedió con los videojuegos, hoy tampoco es posible hablar en términos estrictos, y comprobables, de una adicción a Internet. Tal vez, por el momento sólo podremos hablar de un trastorno provocado por el uso abusivo de alta tecnología.

Publicado en www.addictus.com