Los dos principales factores que determinan si un fumador dejará o no de fumar son (1) su MOTIVACIÓN para dejar el tabaco y (2) su nivel de ADICCIÓN al tabaco. La motivación (impulso, intención, deseo) de un fumador para dejar de fumar es claramente un factor crítico que determina si tiene o no posibilidades de conseguirlo. La motivación está determinada por una diversidad de factores, entre los que figuran: (a) conciencia de los riesgos que fumar entraña para la salud propia y la de los demás, (b) costo financiero del tabaco y (c) otras presiones sociales para dejar de fumar (por ejemplo, prohibición de fumar en el espacio de trabajo) o seguir haciéndolo (por ejemplo, la publicidad).

Otro factor importante (ignorado a menudo por los profesionales sanitarios) que incide en la motivación para dejar de fumar, es la percepción por parte del fumador de los beneficios del hábito tabáquico. Los fumadores adolescentes declaran que fumar confiere una imagen de rebeldía, los ayuda a hacer y a conservar amigos, y también a parecer más adultos. Éstos podrían denominarse los beneficios sociales del hábito tabáquico para la gente joven.

Tras haber fumado con regularidad durante varios meses, los jóvenes fumadores dan cuenta de algunos efectos benéficos, esta vez más relacionados con los efectos farmacológicos de la nicotina (1):

  • calma los nervios y reduce el estrés
  • impide el aumento de peso
  • produce placer o satisfacción

Estos efectos experimentados, revelados por gente joven, son muy similares a los revelados frecuentemente por fumadores adultos. Desde luego, el efecto más frecuentemente declarado por los fumadores es el alivio de estados de ánimo desagradables (que les hacen sentirse tensos, irritables o tristes, por ejemplo). Por tanto, es probable que la motivación del fumador se vea afectada por la creencia que éste tenga en la capacidad del tabaco para proporcionar este tipo de efectos psicológicos benéficos, en comparación con las desventajas percibidas del hábito.

La motivación se puede medir de un modo bastante simple haciendo al fumador preguntas del tipo: «¿Dejaría de fumar completamente si pudiera hacerlo con facilidad?», y una gama de respuestas como: (0) de ningún modo, (1) probablemente no, (2) probablemente, (3) sí, probablemente, (4) sí, sin duda alguna.

Una preguna suplementaría sería: «¿Desea dejar de fumar totalmente?», y la gama de respuestas correspondiente: (0) en absoluto, (1) ligeramente, (2) moderadamente, (3) con bastante firmeza, (4) muy firmemente.

Varios proyectos de investigación han utilizado preguntas como ésas con vistas a medir la «motivación para dejar de fumar» y han descubierto (no es sorprendente) que los puntajes elevados pronostican una mayor probabilidad de éxito subsiguiente en la decisión de abandonar el hábito (2,3). No obstante, descubrimos a menudo que, entre aquéllos con una gran motivación para dejar de fumar, sólo una pequeña minoría ha conseguido atenerse a su decisión un año después de haberla llevado a efecto. La principal razón de este bajo índice de éxito frente a cualquier tentativa para dejar de fumar es que la mayoría de los fumadores son adictos a la nicotina.

Adicción a la nicotina

La idea central de la mayoría de las deficiones de «adicción» es que el comportamiento adictivo del individuo adquiere una calidad compulsiva y que la capacidad de éste para abstenerse con éxito de determinadas sustancias se debilita pese a las serias intenciones y esfuerzos para conseguirlo. Hay datos indiscutibles que prueban que el consumo de tabaco adquiere a menudo una calidad compulsiva similar a la de otras drogas generalmente consideradas «adictivas».

La conciencia pública de los severos efectos del tabaco en la salud ha aumentado desde los años 50. Y así, en la mayoría de los países del mundo, la mayor parte de la gente es consciente de que fumar es malo para la salud y la inmesa mayoría declara que le gustaría dejarlo. Por ejemplo, más o menos el 90% de los fumadores adultos del Reino Unido cree que fumar es perjudicial para la salud y cerca del 70% manifiesta su deseo de abandonar el hábito. Más del 60% ha intentado seriamente dejarlo al menos una vez y ha fracasado (4). Entre los fumadores que intentan seriamente dejar de fumar por sí solos, sólo el 3% o el 4% consigue abstenerse durante el año siguiente a la toma de la decisión (5,6). Esta mayor conciencia de los efectos en la salud, el deseo de dejar de fumar y la dificultad de hacerlo han desembocado en una cantidad considerable de trabajos de investigación sobre las razones por las que a los fumadores les resulta tan difícil dejar de serlo.

Probablemente, el informe más influyente sobre este tema es el que escribió en 1988 el director de los servicios sanitarios de EE UU, titulado: «Adicción a la nicotina» (7). Este informe de 600 páginas analiza la enorme cantidad de datos sobre el papel de la nicotina en el consumo del tabaco y llega a estas tres conclusiones fundamentales:

  • Los cigarrillos y otras formas de tabaco son adictivos
  • La nicotina es la droga del tabaco que causa la adicción
  • Los procesos farmacológicos y comportamentales que determinan la adicción al tabaco son similares a los que determinan la adicción a drogas como la heroína o la cocaína

Uno de los principales problemas para los que intentan dejar de fumar es el síndrome de abstinencia de nicotina. Vamos a tratar de describirlo en detalle.

Síndrome de abstinencia de nicotina

La mayoría de los fumadores empieza a experimentar varios síntomas desagradables durante las horas que siguen a la interrupción o reducción considerable del consumo de nicotina. Los principales criterios para diagnosticar el síndrome de abstinencia de nicotina aparecen esbozados en la cuarta edición del manual diagnóstico y estadístico de la Asociación Psiquiátrica Americana (DSMIV). Nosotros los resumimos en el cuadro de abajo (8).

Una serie de estudios cuidadosamente realizados ha demostrado que los síntomas de abstinencia de nicotina no son simplemente el resultado de la insatisfacción que produce tener que abandonar un hábito placentero, y que tales síntomas son aliviados específicamente mediante la provisión de nicotina (en forma de chicles o parches de nicotina, por ejemplo) y no mediante placebo (9, 10).

El gráfico que sigue muestra el modelo típico de gravedad de los síntomas de abstinencia durante las semanas que siguen al abandono del hábito (adaptado a partir de la bibliografía 10).

Los síntomas de humor disfórico (depresión, irritabilidad, ansiedad, desasosiego e insomnio) alcanzan su punto culminante durante la primera semana y vuelven a acercarse a los niveles de base (fumadores) durante el primer mes, tal como indica el gráfico de arriba. Las dificultades para concentrarse siguen una trayectoria temporal similar y vienen acompañadas de una verdadera disminución del rendimiento mental y un entorpecimiento de la actividad cerebral electroencefalográfica (11, 12). El aumento de apetito y peso puede continuar durante las diez semanas siguientes y probablemente más tiempo (11). En efecto, el evidente aumento de peso está en consonancia con la idea de que la nicotina es una droga que produce anorexia y que, una vez retirada, provoca un aumento del peso corporal (normalmente, entre 2 y 4 kg) hasta alcanzar un nuevo nivel. Parte de este aumento de peso puede atribuirse a la disminución del ritmo metabólico que conlleva el abandono del hábito (7).

El deseo imperioso de un cigarrillo alcanza su punto máximo durante la primera semana y va descendiendo progresivamente a lo largo de los meses. Muchos ex fumadores declaran que sólo sienten ligeros y ocasionales deseos tras seis meses sin haber tocado un cigarrillo, pero hay estímulos desencadenantes (por ejemplo, el estrés, el hecho de que te ofrezcan un cigarrillo en el bar, etc.) que pueden seguir provocando ansias mayores durante más de un año.

La fuerza del hábito tabáquico

Un típico fumador de «un paquete al día» inhala más de 70.000 pipadas de humo de tabaco al año. Muchos no han pasado ni un solo día de sus vidas de adultos sin fumar tabaco. Para tales fumadores, el tabaco se ha convertido verdaderamente en una parte «normal» de sus vidas y tareas cotidianas. Hablamos a menudo de las típicas «señales» o «detonadores» del acto de fumar; nos estamos refiriendo con ello a las situaciones en las que un fumador fuma habitualmente y que son consideradas especialmente «de alto riesgo» de recaída para alguien que está intentando dejar. Efectivamente, hay situaciones en las que normalmente algunos fumadores fuman, experimentando imperiosos deseos de hacerlo (por ejemplo, después de comer, con el café, hablando por teléfono, cuando se sienten estresados, etc.). Cuando se piensa que muchos fumadores fuman por lo menos 16 cigarrillos diarios y que generalmente están despiertos 16 horas al día, la conclusión es que, como media, tales fumadores no pasan una sola hora de sus vidas sin fumar. A menudo es más fácil hacer una lista de las situaciones en que no fuman, que de las situaciones en que lo hacen. Para tales fumadores, por tanto, las señales del cigarrillo están prácticamente en todas partes. Muchos de sus amigos y familiares fuman. Muchas de las tiendas que visitan venden tabaco y muchas de las calles que recorren están repletas de publicidad tabacalera.

Es esa combinación del (a) desagradable estado de ánimo generado por el síndrome de abstinencia de nicotina, (b) la creencia de que fumar un cigarrillo produce beneficios psicológicos (mejora el humor/concentración), (c) la fuerza del hábito tabáquico y (c) la naturaleza tan extendida de señales y detonantes del acto de fumar, lo que hace tan díficil a los fumadores usuales dejar de fumar.

¿Qué se puede hacer?

Algunos de esos principios encaminados a alentar al abandono del hábito a escala individual, pueden aplicarse a escala nacional. El primer objetivo ha de ser estimular la motivación de la gente para dejar de fumar (y, asimismo, presentar el hábito a la gente joven como algo menos atractivo). Los tipos de iniciativas que pueden ayudar a conseguir esto son de sobra conocidos y entre ellos citaremos los siguientes: campañas de educación sanitaria, aumento de los impuestos sobre el tabaco, prohibición extensiva de la publicidad y espacios públicos libres de humo de tabaco (14). Se trata de medidas que incrementarán la proporción de gente que quiera dejar de fumar.

No obstante, la experiencia en países que han puesto en práctica tales medidas sugiere que, cuando la prevalencia del hábito empieza a disminuir, se impone la necesidad de proporcionar asistencia a los fumadores que desean dejar de fumar pero creen que no pueden. Esta asistencia puede presentarse bajo diferentes formas: acontecimientos de apoyo social en masa (por ejemplo, Quit and Win), líneas telefónicas de ayuda, clínicas para fumadores y terapia sustitutiva con nicotina (14, 15, 16).

Criterios diagnosticos del sindrome de abstinecia de nicotina del DSMIV

A. Consumo diario de nicotina duratne varias ssemanas como minimo.

B. Abrupta interrupcion del consumo de nicotina o reduccion de la cantidad de nicotina consumida seguida, durante las mrimeras 24 horas, de cuatro (o mas) de los sintomas siguientes:

  • disforia o depresion
  • insomnio
  • irritabilidad, frustacion o enfado
  • ansiedad
  • dificultad para concentrarse
  • desasosiego
  • bradicardia
  • incremento del apetito o aumento de peso

C. Los sintomas del Criterio B causan molestias o alteraciones clinicamente significativas en las areas social, laboral u otras importantes areas de funcionamiento.

D. Estos sintomas no son debidos a otro problema medico del paciente ni tampoco responden a otra envermedad psiquica.


Rasgos asociados:

Deseo imperioso de nicotina

Deseo de comer dulces

Rendimiento menor en tareas que requieren atencion

Disminucion de la frecuencia de las ondas del EEG

Disminucion de los niveles de catecolaminas y cortisol

Reduccion del metabolismo de algunos medicamentos y otras sustancias


Bibliografía

1. West R, Foulds J (1999). Smoke-free Schools: Seven Steps To Success. London: Health Education Authority.

2. Jackson PH, Stapleton JA, Russell MAH & Merriman (1986). Predictors of outcome in a general practitioner intervention against smoking. Prev. Med.; 15: 244-253.

3. Sanders D, Peveler R, Mant D & Fowler G (1993). Predictors of successful smoking cessation following advice from nurses in general practice. Addiction; 88: 1699-1705.

4. West R (1995). The Nicotine Trap: a Report on Smoking Cessation in the UK. London: Health Education Authority.

5. Hughes JR, Gulliver S, Fenwick JW et al (1992). Smoking cessation among self-quitters. Health Psychol.; 11: 331-334.

6. Cohen S, Lichtenstein E, Prochaska JO at al (1989). Debunking myths about self-quitting: evidence from 10 prospective studies of persons who attempt to quit smoking by themselves. Am. Psychol.; 11: 1355-1365.

7. US Department of Health and Human Services (1988). The Health consequences of Smoking: Nicotine Addiction. Washington DC: US Government Printing Office.

8. American Psychiatric Association (1994). Diagnostic and Statistical Manual for Mental Disorders (4th ed.). Washington DC.

9. Hughes JR (1992). Tobacco withdrawal in self-quitters. J. Consult. Clin. Psychol.; 60: 689-697.

10. Hughes JR, Gust SW, Skoog K, Keenan R & Fenwick JW (1991). Symptoms of tobacco withdrawal: a replication and extension. Arch. Gen. Psychiatr.; 48: 52-9.

11. Snyder FR, Davis FC, Henningfield JE (1989). Tobacco withdrawal syndrome: performance decrements assessed on a computerised test battery. Drug. Alc. Dep.; 23: 259-66.

12. Herning RI, Jones RT, Bachman J (1983). EEG changes during tobacco withdrawal. Psychophysiology; 20: 507-512.

13. Foulds J (1996). Strategies for smoking cessation. B. Med. Bull.; 52: 157-173.

14. Reid D (1996). Tobacco control: an overview. B. Med. Bull.; 52: 108-120.

15. Foulds J (1993). Does nicotine replacement therapy work? Addiction.; 88: 1473-1478.

16. Silagy C, Mant D, Fowler G & Lodge M (1994). Meta-analysis on the efficacy of nicotine replacement therapies in smoking cessation. Lancet; 343: 139-142.

Firmado: Dr. Jonathan Foulds

Profesor superior de psicología clínica

Universidad de Surrey, Guildford (Reino Unido)